Miércoles 17.7.2024
/Última actualización 23:04
Encontrarse dentro de las viñetas con los galos que habitan una pequeña aldea de Armórica, desde la cual “resisten todavía y siempre al invasor”, es siempre un placer. “El lirio blanco” es la aventura número 40 de Astérix y llegó a la redacción de El Litoral por gentileza de Libros del Zorzal. El álbum tiene, en muchos aspectos, el sabor de los clásicos más logrados de sus creadores René Goscinny y Albert Uderzo, salvando las distancias. Retoma la premisa, utilizada muchas veces, de un plan elucubrado por Julio César para doblegar a los galos que perturban sus desvelos de gran conquistador.
Esta vez, el emperador romano envía a uno de sus asesores, Vitiumetvirtus, cuyo nombre remite a la expresión en latín “virtus et vitium” que se traduce como “virtud y vicio”. Se trata del jefe médico de sus ejércitos, encargado de imponer entre sus legiones ubicadas en Armórica un método de pensamiento positivo y vida saludable, que también intentará imponer en el pueblecito. Este método consiste en hacer ejercicio físico, cambiar el jabalí por el pescado, incorporar verduras y resolver los problemas con el diálogo antes que con peleas.
Libros del ZorzalEl intento es desactivar la famosa camaradería de los galos, que junto con la poción mágica de Panoramix, los hace irreductibles. Los contrastes entre esa forma de vincularse con el mundo y la de los habitantes de la aldea, que son juerguistas, pendencieros y muy poco dados a las reflexiones filosóficas sobre la vida, es uno de los aspectos más logrados de este álbum. Los sintetiza muy bien Obélix: “Si esto sigue así, terminaremos alimentándonos con pedacitos de pescado crudo envueltos en algas”.
El álbum guarda relación con las aventuras de “La cizaña” y “La residencia de los dioses” en el sentido de que hay un personaje enviado por Roma que llega a la aldea y, con astucia, pone en riesgo el precario equilibrio que garantiza la paz entre los habitantes. Porque, como los lectores de Astérix ya saben, hay temas que siempre dan pie a los conflictos en el pueblecito, como la frescura de los pescados de Ordenalfabetix, la cantidad de años que tiene Edadepiedrix, la autoridad del jefe Abraracurcix, el sobrepeso de Obélix o la música del bardo Asuranceturix.
Libros del ZorzalLa forma de hablar que Vitiumetvirtus, a quien le toca esta vez el rol de villano, trata de imponer entre Astérix y sus amigos logra “impregnar” (si cabe el término) a algunos de ellos, dando pie a resultados divertidísimos. Esto recuerda a Obélix tratando de utilizar términos de mercadotecnia en “Obélix y compañía”. Aunque Fabcaro (el nuevo guionista de Astérix) tiene menos chispa que Goscinny, cuyos juegos de palabras eran maravillosos e inimitables, hay tramos que están a la altura del encanto de antaño.
“El lirio blanco” no llega a las cimas de “Astérix y Cleopatra” o “El escudo arverno”, pero tiene el valor de dialogar con la coyuntura, a través de su mullida crítica a las a veces rimbombantes y carentes de sentido terapias de autoayuda. Además, es una historia entretenida cuya resolución satisface a quienes crecieron amando a los jabalíes asados, temiendo que el cielo caiga sobre sus cabezas y gritando ¡Por Belenos y por Tutatis!.