Domingo 5.12.2021
/Última actualización 18:36
Mateo Nicolás Salvatto se hizo conocido cuando desarrolló a los 18 años la aplicación Háblalo, que facilita la comunicación a personas con dificultades en el habla, yomando como base el trabajo de su madre como profesora de sordos. El software asiste a personas que padecen dificultades en su comunicación, como sordera, parálisis cerebral, esclerosis lateral amiotrófica, trastorno del espectro autista, afasias, entre otras.
Es cofundador y CEO de Asteroid Technologies, empresa que desarrolla tecnología gratuita para personas en situaciones vulnerables y con discapacidad, es director de Innovación en las Escuelas Técnicas ORT de la Argentina y en la empresa de videojuegos Nawaiam.
Su hermano mayor, Augusto, tiene otra formación: formado como cientista político, docente universitario, fundador y CEO de Panorama Consultora, confluye en el ejercicio de la consultoría sobre futuro del trabajo y economía basada en el conocimiento.
Unidos por esa inquietud, los Salvatto escribieron “La batalla del futuro: Algo en qué creer”, publicado por Ediciones Lea en julio de este año. Así se lo presenta: “Este no es un libro sobre tecnología, sino sobre toda una generación de humanos, atravesada por lo tecnológico, que necesita encontrar algo en qué creer para recuperar la esperanza en el futuro y abandonar la obsesión con el pasado y el presente”.
Y con ese espíritu llegaron el lunes 29 para presentarlo en Santa Fe, en el Centro de Eventos Mutual Jerárquicos donde expusieron las ideas centrales de su trabajo.
Mateo arrancó su exposición sobre la expansión de usuarios de smartphones en la Argentina, desde 2013 a la proyección 2023, llegando a los 40 millones; cuando nació Háblalo, en 2016, ya estaba en más 25 millones. Augusto por su parte, comenzó a hablar desde atrás del público, para poner en cuestión la idea escolástica de que los oradores están adelante y arriba: "Esta tendencia viene asociada a años y años de historia , en los cuales la educación y las conferencias, incluso los eventos religiosos, tenían a una persona que sabía, que tenía la información y la verdad, y el resto de las personas que iban a consumir esa verdad. Tenía sentido en tiempos en que la información era muy escasa, y muy poca gente podía tenerla. En el momento en que empezaron a surgir las primeras escuelas, las primeras universidades. Ahora en el siglo XXI, en que la información está absolutamente por todos lados, probablemente esta disposición ya no tenga sentido”. Por eso el planteo de “La batalla del futuro” “no es dar respuestas sobre lo que está pasando en el mundo, sino generar preguntas, inquietudes”.
Augusto contó que con Mateo de niños miraban “El jorobado de París” de Disney, y se remontó a la novela “Nuestra Señora de París” de Víctor Hugo. Destacó al personaje al que bautizaron “el librero sin visión”, que sostenía: “La imprenta nos va a destruir a los libreros, no vamos a vender más un solo libro”. “Si hubiera tenido un poco más de visión, se hubiera dado cuenta de que ahora se venden muchísimos más libros gracias al surgimiento de ese avance tecnológico gracias a ese avance tecnológico. Visto a la distancia, con el diario del lunes, parece algo ridículo. Pero tendríamos que pensar cuántas veces nosotros somos como ese librero: cuántas veces la tecnología nos genera ese miedo, esa ansiedad, esa sensación de que nos está pasando por arriba, y tratamos de patearla”. Lo asoció con la idea de Douglas Adams de que las cosas que existen cuando nacemos nos parecen bien y lógico, lo que surge hasta que cumplimos 35 años nos sorprende y nos llama la atención, y lo que aparece después nos genera inseguridad, miedo o incomodidad.
Mateo propuso un juego: tratar de sacarse una selfie con el brazo en movimiento. “Tratar de sacarle una foto a la tecnología es como tratar de sacarse una selfie bien así. Eso lo descubrimos tratando de escribir este libro, empezamos hace más de dos años, en el medio pasó la pandemia y hubo que borrar la mitad y volverla a escribir; y nos encontramos con que la mitad del libro cada tres meses estaba desactualizado. No se puede entender la tecnología en un momento puntual, hay que entenderla como concepto”. También destacó que “este libro está escrito por un fanático de la filosofía y por un enfermo de la programación”.
En otro pasaje de la charla, Augusto afirmó que “está muy de moda hablar de la incertidumbre”, pero que no es la primera vez que pasa. Se refirió a las tres primeras Revoluciones Industriales, y cómo todo lo que conocemos está pensado para las sociedades de la primera y segunda. Pero ya estamos en la cuarta, que une “lo tecnológico y lo biológico: cada vez más vamos a desarrollar herramientas incorporadas a nuestro cuerpo y que nos cambien a nosotros mismos como seres humanos”. Esta, a diferencia de las anteriores, tendría un impacto (según la consultora McKinsey Global) 3.000 mayor a las tres Revoluciones Industriales combinadas.
El Litoral El juego de sacarse una selfie en movimiento: una manera divertida de entender lo difìcil que es retratar en un libro este presente en movimiento.El juego de sacarse una selfie en movimiento: una manera divertida de entender lo difìcil que es retratar en un libro este presente en movimiento.Foto: El Litoral
Mateo destacó que “la tecnología atraviesa todos nuestros laburos, y van a cambiar rotundamente no en los próximos 20 años, sino en diez, cinco. Pensemos cómo era el mundo en 2010: parece que pasaron 100 años. No hablábamos de sustentabilidad, criptomonedas, autos autónomos, ir y volver al espacio, de terraformar Marte, autos eléctricos”.
Una posible respuesta a “cómo hacemos para vivir en un contextos adonde se están dando todos estos cambios”, Augusto la arrancó con la frase “no ser pavos”, una idea tomada del filósofo líbanés-estadounidense Nassim Taleb. “Taleb cuenta la vida de un pavo en los días previos al Día de Acción de Gracias. El pavo está en su corral, y todos los días entra un humano a darle de comer. Esa es la única actividad que el pavo vive, la gran emoción de cuando entra ese amigo a darle de comer. Hasta que un día entra, no le da de comer, le retuerce el pescuezo y se terminó la vida del pavo. ¿Cuál es el problema de ese pavo? Que básicamente hizo lo que nos enseñaron a todos nosotros en la universidad: sacar conclusiones en base a datos del pasado. No estamos acostumbrados, porque no nos lo enseñan, para pensar en términos de lo improbable”.
Para salir de “esta programación”; para el politólogo la clave sería "salir de la caja”, “que tiene que ver con las actividades que el Foro Económico Mundial llama ‘las habilidades para el trabajo del futuro’”, que pasan por la resolución de problemas complejos, pensamiento crítico, creatividad, manejo de personas y coordinación de equipos, pensamiento analítico, aprendizaje activo. “Cada vez vamos a tener que aprender más cosas, y mandar al equipo a una capacitación es cada vez más complejo, más difícil: cada vez necesitamos más autoaprender”. Estas habilidades del futuro “son cosas de humanos, no cosas de máquinas”.
El programador y roboticista, por su parte, planteó que una forma de pensar lo improbable pasa por “detectar señales débiles”: “El tipo que le puso ruedas a la valija es un crack, pero la rueda se inventó hace miles de años, la valija la venimos usando centenares de años. Era era una señal débil, pero nadie se fijaba. Una periodista muy conocida en el ámbito de la tecnología en Inglaterra escribió sobre esto y dijo: ‘El problema de la valija con ruedas era un problema de género’. Dice que se hizo popular en los 70, pero el inventor la pensó antes y la fue a mostrar a las grandes tiendas de Estados Unidos. Todos los estudios de mercado daban que nadie la iba a usar porque tirar algo con ruedas era algo ‘de señoritas’, y en ese momento los que cargaban las valijas eran los hombres. Una señal débil que iba a cambiar en poco tiempo, pero por una boludez cultural anduvimos cargando peso por un montón de tiempo. De igual manera, Google no fue el primer buscador, sólo que lo hicieron mejor, más intuitivo y más cercano a la gente”.
El Litoral pudo interrogarlos por el futuro del trabajo, en el contexto de las economías basadas en el conocimiento.
-Ustedes hablaban de las nuevas habilidades laborales. India tiene un gran sector de servicios digitales de exportación directa (por programación, servicios de contabilidad online para empresas estadounidenses). Pero están por arriba de los 1.000 millones de personas. La pregunta pasa por la capacidad de absorción de mano de obra de estos trabajos calificados de base tecnológica.
Mateo: -Creo que es interesante, el ejemplo de la India está bárbaro. El concepto clave es “valor agregado”. La India tiene un sector IT enorme; también 1.300 palos de personas, es mucha gente. Pero es un sector enorme, no solamente en términos de mano de obra: a nivel local sí; a nivel exportación, si te fijas muchos de los CEOs de las empresas yanquis grandes son indios: Satya Nadella (Microsoft), Sundar Pichai (Google), hay varios.
El punto es: lo que tiene la India, que es lo que a nosotros no nos tiene que pasar, es que tiene mucho foco en la mano de obra capacitada y económica. Vos un contratás un indio y en Estados Unidos te sale 45 dólares la hora, y en la India 15 ó 20, la mitad. Eso no da valor agregado: lo que estás haciendo es: viene un yanqui, le compra la hora de programación, se lo lleva y lo vende al doble en Estados Unidos (por ser generosos: puede ser el cuádruple).
Pasa en todos los rubros: en el agro también hay un factor del valor agregado (toco de oído). Vos vendés materia prima y es una cosa; vender materia prima con aditivos, con trabajo genético, con X valor agregado, vale diez veces más que el producto sin producir. De hecho Países Bajos es increíble en ese sentido: es el mayor importador de alimentos del mundo y el segundo mayor exportador. Te compran el alimento así como está, le agregan valor y lo venden a diez veces más: son unos vivos bárbaros.
Eso mismo pasa con la tecnología. Lo de la India creo que es lo que no nos tiene que pasar a nosotros: hacer foco en exportar horas de programación. Vos tenés que exportar el producto final y venderlo carísimo, que es por ejemplo el modelo israelí. Israel lo que te vende es la empresa entera: “Vení a comprarla por 600 palos, llevátela si querés. Pero los 600 palos quedan acá”.
Augusto: -Hablamos poco del trabajo del futuro: de qué vamos a trabajar en el futuro, cómo vamos a incorporar más personas al sistema. Hay un estudio del BID que citamos mucho que dice que 65 % de los empleos en la Argentina corren riesgo de ser automatizados; enseguida se nos abren los ojos así y decimos: ¿Dónde vamos a meter al 65 % de la fuerza laboral?
Por el motivo que suelen fallar este tipo de predicciones, como falló en su momento la famosa “catástrofe malthusiana”, que decía que se iba a acabar el alimento para las personas y que nos íbamos a morir todos de hambre, es porque piensan como “pavos”: agarran una variable, la extienden en el futuro, y se olvidan del componente de innovación. Y la verdad es que hoy están surgiendo muchísimos empleos que antes no existían. Uno muy simple: hace 15 años no existían las redes sociales; hoy hay muchísimas personas trabajando de community managers, manejando redes sociales, generando contenido para redes o administrándolas. Eso va a pasar cada vez más en el mundo: cada vez van a aparecer cada vez más trabajos que no existen; eso va a permitir que no sea como dice Andrés Oppenheimer en su libro: que no sea el mundo de “sálvese quien pueda” sino que va a haber cada vez más empleo.
Lo que pasa es que vamos a tener que capacitarnos mucho más rápido. Vos trabajás en un diario; cada vez más las agencias de noticias están desarrollando sistemas de inteligencia artificial para redactar las noticias urgentes. Ahora, el valor de un periodista, de tener una fuente, de saber contar una historia de forma tal que a alguien le llegue, de contar historias que no se suelen contar: ese es el verdadero valor, el trabajo humano del periodista. No el trabajo mecánico de escribir un “urgente”.