El jueves a las 21 Attitude for Destruction actuará en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572): “El tributo más grande y completo de Latinoamérica a Guns N’ Roses” (como se presentan) recreará una noche con el sonido de la legendaria banda en los 90. Como aperitivo tocará Buey, banda de hard rock de Bahía Blanca integrada por los mismos músicos del tributo, realizando canciones de su autoría.
Las anticipadas están en venta a través de sistema Ticketway y sus puntos de venta físicos: Credifé (Santa Fe, Rafaela y Esperanza), Nexon Santa Fe (sucursales Aristóbulo del Valle y peatonal San Martín), Nexon Paraná (Centro), Nexon Santo Tomé. También se pueden comprar en boletería de Tribus, de miércoles a domingo desde las 18.
Para conocer este doble desafío, El Litoral dialogó con Sergio “Tano” Constantino, vocalista de ambos proyectos.
—Venían tocando con Buey. ¿Cómo surgió la idea de hacer el tributo?
—Buey nació en el 2000, 2001, para hacer canciones propias y covers. En 2010, como venían funcionando muy bien canciones de Guns N’ Roses que hacíamos con Buey, decidimos separar, para no mezclar. Que Buey siga con los temas propios, y ahí nació Attitude como tributo a Guns N’ Roses. Paralelamente las dos bandas siguen juntas: casualmente somos los mismos integrantes y tenemos las dos formaciones: por eso podemos hacer de soporte y tocar como banda de fondo con el tributo.
Así tenemos la opción de presentar un puñado de canciones propias con Buey, bajamos, nos cambiamos y subimos ya para hacer el tributo como corresponde, con todos los atuendos.
—Se retroalimenta: les permite viajar y llevar las canciones propias.
—Exactamente. Es más, por eso se decidió separarlo, para que no quede ahogado por el tributo. Con Buey seguimos sacando discos, grabando videoclips, vamos de gira por nuestra cuenta y con Attitude, se venden los discos en los recitales. Todo el movimiento que hace una banda de temas propios lo hacemos también cuando vamos como soporte del tributo.
—Hablabas de los atuendos. ¿Cuánto le ponen a la parte visual además de la cuestión musical?
—Es bastante complejo. Hay una gran diferencia entre hacer un homenaje a una banda y hacer un tributo. Así como estamos vestidos vos y yo podemos subir al escenario y hacemos un homenaje a cualquier banda, no es tan importante el vestuario. En cambio ya en un tributo no serviría de nada que yo me disfrace y vos no, o viceversa. No sirve que estemos disfrazados pero no tengas el instrumento que utiliza ese músico. Tenemos que estar todos con la mentalidad, y ninguno tiene que tener vergüenza si hay que ponerse una peluca, si hay que usar cierta vestimenta, si hay que tomar cierta actitud para poder interpretar bien al personaje de turno, sea el baterista, el guitarrista o Axl Rose. Para hacerlo bien llevamos años de proceso, y seguimos aprendiendo. Estamos en una etapa linda: la experiencia que ya tenemos, la edad, y la cosas que nos están pasando en la banda para poder disfrutarlo nosotros arriba del escenario, y por supuesto eso transmitirlo al público.
—Eso también se aplica a la cuestión musical: no tocás con tu estilo o tu sonido, sino que tenés que ir a buscar eso que la gente tiene en la oreja.
—Sí, eso es vital. Por supuesto el sonido, el instrumento que vas a utilizar. Después lo que le toca al intérprete: a mí me toca interpretar a Axl Rose, no me alcanza con bailar parecido a él o cantar alto y grave como él; tiene que estar todo junto, ninguna cosa puede estar separada de la otra. Hay que juntarlo para dar el mejor personaje. Encima nosotros recreamos la versión de los 90, no lo que están haciendo ahora. Tratamos de llevarle a la gente los años 90 de esa gran banda: yo tampoco los pude ver en vivo en esa época, que fue la etapa de furor, donde todo el mundo conoció a Guns N’ Roses. Volver a traerles eso que pasó con aquella banda ahora en 2019 es algo lindo para la gente que nunca los pudo ver.
—¿Qué les devuelve el público?
—Arriba del escenario hay muchas cosas que se disfrutan, muy difíciles de contar. Las caras, la sorpresa cuando entramos, cuando se abre el telón y nos ven por primera vez; se empiezan a mirar con la persona que fueron, otros quedan serios, en dos temas seguidos no se mueven. Son reacciones muy lindas si uno las alcanza a captar desde arriba. A partir del tercer o cuarto tema suele pasar que, aunque no conozcan a la banda, ya nos damos cuenta de si va a ser una buena noche o no.
—¿Cómo contarías de qué se trata Buey a quienes no los escucharon?
—Buey obviamente tiene la influencia de los Guns, entre otras bandas del estilo de los ‘70 y ‘90, y mucho más atrás Beatles, Creedence. Fue nuestra escuela musical: así como hay gente que va al conservatorio a estudiar música, nosotros aprendimos a tocar a través de los casettes de nuestros padres y amigos, o los CD de los que podían tener lectoras en aquel momento; íbamos a escuchar las canciones ahí. Ese fue nuestro conservatorio: agarrar la guitarra, corregirnos entre nosotros, los que tenían más oído corregían al otro. Así se formaban las bandas.
En el caso de Buey viene mucho de ese lado: AC/DC, Aerosmith, Queen, Nirvana, Pearl Jam, Guns N’ Roses, Metallica, Red Hot Chilli Peppers, más lo que le que agrega uno. Si quieren escuchar algo de Buey está en Spotify: el disco se llama “Hasta la última gota”. También en YouTube hay videoclips de Buey, está el video de “Paciencia”: (una versión en español de “Patience” de Guns N’ Roses), también “Centinela”.
—Ya 18 años de trayectoria. ¿Cómo se sostienen esas ganas de seguir adelante?
—Yo no dejé nunca, no me tomé un mes en estos 18 años, y eso hablando de Buey. Arranqué en el ‘94 con mi primera banda, que se llamaba Blackgammon. En 2000 creamos a Buey, en 2010 Attitude for Distruction: desde ahí todos.
Realmente lleva mucho: de pibes a veces se pierden novias porque se ponen celosas con la música y lo que pasa alrededor; empezar a hacer tus mangos para poder comprar los primeros instrumentos; tus viejos que te ven y piensan que vas a dejar el colegio (en mi caso fútbol: iba a Bella Vista, de donde salió Rodrigo Palacio, ex jugador de Boca).
Mi viejo tenían una zapatería de compostura de calzados, bolsos, y carteras; antes se fabricaban los zapatos ahí, pero nos comieron los chinos, se dejó de construir botas y zapatos, se arregla todo. Ahí mismo siempre se cosieron pelotas, mi hermano y yo lo agarramos de pibes y lo hicimos un poco más grande. Mi trabajo extramusical es reparar cualquier tipo de pelotas (fútbol, básquet, rugby, voley), ese es mi sustento paralelo y es lo que me ayuda a mantener todo el tiempo que necesito tanto sea para ensayar, para viajar, para componer, grabar. Todo gracias a que a ese trabajo lo puedo agarrar cuando quiero: me levanto a la seis de la mañana y coso pelotas, y puedo hacer la música.