Jueves 25.1.2024
/Última actualización 18:30
“En tu cielo imaginario, derretiste escenarios. Y las noches de verano, de los días estrellados”. Son los primeros versos que entona Chano treinta y siete minutos después de las 21 horas del sábado, en el Estadio Mundialista “José María Minella” abriendo el séptimo concierto de la gira “La última noche mágica tour” (iniciada en 2023, con llenos totales en Vélez, River y el Estadio Único de La Plata). Es a continuación de un mini documental con imágenes del grupo y sus fans.
Nada parece casual en una puesta planificada al mínimo detalle. Mucho menos, comenzar con “Hola mi vida”, canción que también pide no desconfiar de la música. El clima se agudiza con el aterrizaje del primer clásico en la noche marplatense, “Beautiful”. Padres e hijos, parejas acarameladas, amistades: nadie zafa de ser tocado por el rayo tanbionizador ni por sus fuegos artificiales y confetis.
Marcando el ritmo confesional del show, el mayor de los Moreno Charpentier celebrará al “número 10 de Tan Biónica”: su hermano Bambi. “Todos los días del mundo existe una forma de resucitar, de sentirse bien. Hay una oportunidad en cada momento”, dice al toque reafirmando ese savoir recitador que lo caracteriza. En sincronía con el decurso de la canción (“mientras caemos hay música”), el vocalista aprovecha la pasarela para acercarse y extasiar al público. “Estás tan linda, Mar del Plata”, coquetea, y sus palabras llenan de luces el teclado.
Destino
La gente, de edades y procedencias diversas, sigue atenta las palabras de Chano, aunque entre algún huequito se filtre un elogio apasionado, un agradecimiento enternecedor. “Tarde o temprano, la vida nos muestra el verdadero valor de las cosas. Porque el destino es una adivinanza de aquello que todavía no hicimos. Destino, así de corta”. A pesar del amague, no es un pie para una nueva inmersión en “Destinología”, el exitoso álbum que enfrentó la difícil misión de estar a la altura de “Obsesionario” (vaya si lo estuvo). En cambio, y montada en ese tono reflexivo, ingresa acústicamente “Loca”... hasta electrificarse en un gesto made-in “Canciones del huracán”.
Este fue el pulso de buena parte del show: vibrante, bifronte, variable. Siguen “Víctimas” y “Tus horas mágicas”, mientras las pantallas triangulares van ofreciendo espectáculos desde un verde psicodélico hacia un blanco y negro de cine de inicios del siglo XX. “¡Dale, Diega!”, arenga el cantante al baterista nacido en San Pablo, Diego Lichtenstein. El cierre de este primer bloque dedicado al último álbum de Tan Biónica es una foto y trae a la mente el inesperado reencuentro en el Lollapalooza 2023: cuatro músicos al fondo de la escena, siendo por un rato esa banda que da sus primeros pasos, que sueña con pegarla, cantándose entre sí, mirándose, reafirmados, convencidos.
Como si se tratara de tomar impulso, lo próximo es ir al frente y desnudar el alma. Eternas hojas cayendo por las pantallas acompañaron la interpretación de “Pétalos”. El imaginario lagrimeado del público arrimaba segundos del videoclip: máscaras, góndolas, Venecia. El carnaval, uno de los ritos narrados en más de una oportunidad a lo largo del cancionero biónico, así como el destino. Omnisciente y sintiente, Chano traerá a una gran amiga de sus letras. “Miren que linda que está la luna”, dirá a modo de introducción a “Lunita de Tucumán”. Y lo hará observando el cielo como quien sabe del poder de sus palabras genkidama, creadoras de un astro digital en las pantallas.
“El concepto de este show es la amistad, la unión entre nosotros. Así fue desde el primer ensayo”, expresa el cantante. Foto: Gentileza DF EntertainmentLa comunidad
Chano, Bambi, Diega y Seby vuelven al escenario con un cambio de vestuario, dispuestos a estallar la pista electrónica. Luego de interpretar “El duelo” (una de las más pogueadas), llegó el primer hit y su festival de esdrújulas, “Ella”. Con los años, Tan Biónica justificaría lo lejos que estaba de ser un one hit wonder. Otra foto, parecida: los cuatro músicos muy próximos, esta vez adelante, mientras la pantalla juega un Tetris. La salida de “Obsesionario” es con una oldie que costó reconocer por su nueva piel tecno, “Vidas perfectas”. El confeti vuelve a aparecer enfatizando el estribillo: “Mañana un poco más”.
Pero el regreso a la nave nodriza de canciones memorables publicada en 2010 no se hace esperar. En un escenario casi vacío, Diega desenrolla su veta DJ, trayendo a la memoria emotiva de los presentes “La comunidad”. Como un perfecto truco de magia, luego del éxtasis vuelve Bambi acariciando la criolla hasta sacarle “Pastillitas del olvido”; y finalmente con su canto tierno en una versión que coronó con un emoji de corazón hecho a mano.
“Es un honor nuestra última noche mágica en la provincia de Buenos Aires”, dice Chano de vuelta en el escenario. “El concepto de este show es la amistad, la unión entre nosotros. Así fue desde el primer ensayo”. En un diálogo compinche entre hermanos, mediado por un público conmovido, interviene Bambi, con una potente metáfora marplatense para saludar a “alguien muy especial que siempre ha sabido llevar este barco contra todas las olas, la escollera... el capitán de este equipo, Chano. “Bambi, vos sos mi faro de Alejandría”, es la respuesta del vocalista, quien agrega, de cara al campo, antes de volver al canto: “Gracias por quererme, entenderme y perdonarme cuando los decepcioné. Me gustan las cosas que pasan, las aprendí a aceptar”.
Íntimo, improvisado
“Obsesionario en la mayor” es uno de los puntos más emotivos del recital, precedido como de costumbre por el recitado que recuerda antiguos carnavales. “Bambi, vení, ¿hacemos que prendan todos los flashes del estadio?”, propone Chano transformando el horizonte en un maizal de luces de celular. “Con Bambi veníamos cuando éramos chicos a ver los partidos de verano”, tira después al borde del déjà vu. Sentados al piano, los hermanos Moreno Charpentier se despachan con “La suerte está echada”, una versión despojada que se quebró en un furioso rock con Seby encaramado, guitarra en alto, de espaldas al público.
En un momento “más íntimo e improvisado”, Chano le regala a Bambi una versión de “Vuelve a casa”. La canción que cuenta que “cada poema que no rima habla de vos” da paso a “Clara”, precedida por una cita a “El amenazado” de Jorge Luis Borges. Otro homenaje, tácito, a su tío Esteban Charpentier, con quien comparte su pasión por el autor de “El Aleph”. En esa tónica de rarezas, se abre un portal al lado B... o C, dirá pícaramente Bambi. La ópera “Poema de los cielos” colma cada rincón del recinto, en un silencio contemplativo que permite sentirse atravesado por cada verso de una de las canciones más bellas de Tan Biónica.
Entonces vuelve “Hola mundo” a escena. “Es un disco poco conocido porque lo hicimos poco en vivo”, contextualiza Chano sobre el álbum publicado meses antes de la separación del grupo. Su disco mimado, “el que más me gusta tocar”. Jugando con la cercanía de los títulos, los hermanos enlazan “La manera que eligió para matarme” y “La otra manera”. Antes, sin embargo, el cantante invita a Bambi a contar la historia de esta última. “Chano estaba internado. Yo podía llamarlo una vez por semana, entre las 7 y las 9 de la noche. Esa noche lo llamé y me cantó una canción al teléfono. Yo me la tenía que acordar porque no se podía grabar la llamada. La siguiente vez que nos vimos la grabamos”. En la interpretación, Chano se permite un enroque sutil, clave. Hace entrar la perspectiva sabia que dan los años. Reformula esos versos. La frase queda así: “El olvido interminable oscureció tu milagro mágico del tiempo. Me ayudó a reconocer estos versos que retratan el lamento del encierro y del dolor”.
Desde “Canciones del huracán” a “Hola mundo”, Tan Biónica reafirmó su compromiso con la música popular en un rescate emocional multisensorial. Foto: Gentileza DF EntertainmentEsa melancolía
Una mano toma la pantalla. Se descubre. Es un hombrecito blanco nadando pecho sobre un fondo negro. Poco después, regresa el equipo biónico para hacer delirar la “Ciudad Mágica” de Mar del Plata. Además de los ritos mencionados como parte del imaginario (carnaval, destino), hay dos coordenadas que sostienen la narrativa biónica, que enfocan, y ya son una marca de autor. El espacio puede ser la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los rayos que nacen del sur de Santa Fe, el cielo de Palermo o la luna. Se apoya en un tiempo, un lunes de terror, (lo poco de) este abril, este otoño o un 4 de noviembre. O incluso el mismo mes que nos convoca. “Enero tiene siempre esa melancolía, esa nostalgia”, expresa el hombre ahora de remera negra (atrás, el número 64) y zapatillas blancas, camino a “Mis noches de enero”.
“Mar del Plata, qué lindo arruinarse con vos”, se escucha decir al cantante abriendo el portal hacia la recta final, luego de dos horas de show. Al igual que en otros tramos, Chano estira el estribillo a capella, como queriendo retener este momento mágico. Para que no se le escape la alegría, que no es sólo de esos cuatro amigos que hace 20 años se aliaron en busca de un sueño, sino también el de miles y miles de personas que no sabían si volverían a ver a su banda favorita en vivo. “No quiero que se termine más esta noche”, reafirma, antes de preguntar (¿cómo la están pasando en sus vidas?) y agradecer: a la gente que ahorró para vernos y al productor del show (“la primera persona que confió en nosotros en Mar del Plata, cuando tocamos en la Vinoteca Perrier para 50 personas”). Casi no queda nada por decir. O sí, sólo una cosa más: “La melodía de Dios”.