“Birdman” es una comedia negra, amarga, irónica y visualmente asombrosa que demuele su propio mundo. La crítica corrosiva a las exitosas películas con hombres de acero -o de plumas- es apenas la punta del ovillo. Foto: Gentileza Producción
Se reestrena en Cinemark la ganadora del Oscar a mejor película.
“Birdman” es una comedia negra, amarga, irónica y visualmente asombrosa que demuele su propio mundo. La crítica corrosiva a las exitosas películas con hombres de acero -o de plumas- es apenas la punta del ovillo. Foto: Gentileza Producción
Rosa Gronda [email protected] El sendero poético con sus representaciones simbólicas que permiten salirse de la lógica es una de las claves para transitar por “Birdman” y su corrosiva sátira al mundo de la actuación, sus conflictos y negocios. Saturada de significaciones, es ya desde la superficie, una reflexión sobre el cine norteamericano actual que se mueve con doble ética en términos comerciales, como lo demuestra la resurrección de superhéroes y sus sagas que han invadido exitosamente las pantallas en todo el mundo, contribuyendo a una suerte de genocidio cultural, manipulado por empresarios y publicistas que desplazan al arte genuino. Pero quizá el punto más importante de “Birdman” es la deconstrucción que hace no sólo del personaje principal, sino de diversos aspectos de la fama y la celebridad, experiencias que se adivinan vividas en carne propia por el mismo Iñárritu, quien se abrió paso en Hollywood con sus personajes desesperanzados y oscuros. Nada queda a salvo de la mirada crítica que desmenuza el microcosmos que abarca a los actores, productores, ayudantes, críticos y público. Todos entran en esta amarga parábola sobre el arte y la creación; particularmente, el rumbo del cine actual. También es irónico considerando el magnífico reparto, la circunstancia de que Keaton se calzó el traje de Batman (suena tan parecido a Birdman) en los noventa y que -palabras aparte para sus inmensas actuaciones secundarias- también Norton participó de “Hulk” y Emma Stone en “Spiderman”. El pasado que condena Michael Keaton interpreta a un actor que encarnó a un superhéroe décadas atrás y que, tras dejar al personaje, a pesar del éxito comercial, el afecto y reconocimiento del público masivo, quiere reconstruirse, demostrando que puede incorporarse al circuito artístico de Broadway, que a su vez es totalmente esquivo a este tipo de celebridades exprés. El protagonista, caído en el olvido y aun acosado por penurias económicas, no pretende regresar al mundo anterior sino integrar el clan prestigioso de los grandes actores y directores de obras consagradas desde otro lugar que el anterior. Intenta conseguir el prestigio que nunca tuvo, produciendo, dirigiendo y actuando sobre la obra de Raymond Carver. Busca renacer y desprenderse del pasado pero su alter-ego le atormenta, tratando de hacerle volver a lo que ya hizo, retroceder hacia lo que ya conoce. El duelo se produce en tiempo real, como proyección física de sus pensamientos. Su propia sombra es ese hombre disfrazado de pájaro inexpugnable, parte negativa de él mismo, el fantasma del creador que quiere crecer y expresarse a contramano de las arrasadoras tendencias que imponen las redes sociales y sus trending topics más allá del talento. Costuras y artificio “Birdman” está construida íntegramente en un (falso) único plano-secuencia (se pueden adivinar dónde están los empalmes o los efectos digitales para unir diferentes tramos). Ésa es una constante del eje significativo: exhibir el detrás de escena, donde la cámara recorre pasillos, invade camarines desprolijos y sucios que huelen a flores rancias. Desde el comienzo, al iniciar los títulos se filtra una voz “empezamos por...” que pone al descubierto al hacedor detrás de lo que vemos. Desplegando una narrativa autorreferencial, donde no se oculta el artificio y desafiando la irritación de los amantes del cine clásico, la película juega permanentemente entre los límites de la realidad y la ficción. A esa constante oscilación se le suma que el film ofrece no sólo distintas interpretaciones acerca del final, sino varios finales. Cuando parece que termina, no. Existe otro cierre, más sorprendente y superador. Pese a todo y dando lugar a las múltiples interpretaciones, queda rotundamente anclada la afirmación de que los superhéroes vuelan hacia abajo, mientras los creadores -apenas de limitados carne y hueso-, pueden elevarse mucho más que arriba.
Muy buena * * * * Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)