"Cacho Buenaventura Show": reírse en defensa propia
El humorista cordobés vuelve a Santa Fe para repasar anécdotas de infancia e historias de todos los días con una invitación a celebrar la alegría de estar vivos. En diálogo con El Litoral, repasó esta mirada, basada en sus propias experiencias.
“Empezamos proponiéndote que te animes a reírte como si no te vieran; y si estás de acuerdo con eso ya es más fácil”, afirma el nacido en Cruz del Eje, hoy radicado en Carlos Paz. Foto: Gentileza producción
“Cacho Buenaventura Show” es el espectáculo de relatos, cuentos y canciones de uno de los humoristas más prestigiosos del país. Los amigos, la vida en su pueblo, su “tata”, su “mama” y la “cansadora”, siempre están presentes en un relato que encuentra complicidad con su público. Cacho es un gran contador de historias. Tendrá su parada santafesina el domingo 30 de marzo a las 21 en el Teatro Luz y Fuerza (Junín 2957). Las entradas pueden adquirirse en la boletería de la sala y a través de Ticketway (puntos de venta online y físicos).
Cruzdelejeño y carismático, a los 14 años ya animaba los eventos de su pueblo. Con el paso de los años fue construyendo una inagotable y exitosa carrera artística que lo llevó a recorrer los escenarios más importantes del país. Su sello propio es la picardía y su particular gracia para contar anécdotas cotidianas, simples, que dejan mensajes positivos y carcajadas al mismo tiempo.
Anticipando la visita, El Litoral conversó con el humorista para adentrarse en las características de su humor, su experiencia de vida, y el lado terapéutico de la risa.
Reírse juntos
-Este Buenaventura Show, que ya viene desde el verano, es una combinación de relatos, cuentos, canciones. ¿Cómo definirías este espectáculo en pocas palabras?
-Es la invitación a juntarnos para estar contentos, que tanto falta está haciendo: un poco de alegría. Son 90 minutos, aproximadamente: no tengo otra cosa que hacer, o sea que si la gente quiere me quedo, no tengo ningún problema (risas). Empezamos proponiéndote que te animes a reírte como si no te vieran; y si estás de acuerdo con eso ya es más fácil: la gente festeja todo.
Ahí vienen las anécdotas, las charlas. Por ahí hay gente que habla conmigo: quiere hablar, me cuenta cosas. Es una reunión para estar contentos: ¿viste cuando empujás la silla para atrás y te quedás de sobremesa? Tiene ese estilo, esa onda. En algún momento del espectáculo nos ponemos en modo karaoke y cantamos algunas canciones también: total, nos bancamos las críticas (risas).
-Tus historias obviamente tienen un componente costumbrista: hay referencias a la familia, a la infancia, a Cruz del Eje. ¿Cómo está presente todo eso en tu humor y en la manera de contar las historias
-Creo que la gente tiene ganas de escuchar por un rato de dónde venís: yo nací en Cruz del Eje hace 69 años. La gente tiene ganas de escuchar un poco a alguien que cuente con alegría, festeje con alegría, estar vivo. Acá no va el bajón, no va el golpe bajo.
Entonces hablo de mi infancia, de mi juventud; hablo de mi familia: de mi mama, de mi tata; de mis cuatro hijos, ocho nietos. Y todas esas cosas que pasan que por ahí te molestan, te angustian, te estresan, te malhumoran, las veo desde el otro lado: desde el lado de que te cause gracia.
Porque la gente elige enojarse, como primera reacción. Yo elijo reírme, porque así me crió mi mama. Salía con cara seria y me decía: “¿Cómo tiene que estar la carita? ¿Y la sonrisa?”. Son un poco las defensas propias que me inculcaron desde chango. A estar contentos en defensa propia: no juntarnos para reírnos de alguien, sino de nosotros y en defensa propia. Para que sea lindo estar vivo, contentos, con alegría.
Vamos a dejar en claro que no está como para estar contento por todo. Pero los que pintamos algunos años y algunas canas... no ha sido fácil a lo largo de mi vida estar vivo, pero es maravilloso. Y estoy convencido de que no hemos venido a esta vida a ser perfectos: hemos venido a ser felices. Soy un hombre de fe, y la fe es el as que tengo en la manga: eso me ha traído hasta acá , y me ha dado el resultado. Y se ve que a mucha gente también le ha dado resultado, porque aceptan la invitación a reírnos en defensa propia.
Del pago al mundo
-Llevás este décadas en esto, recorriste escenarios en Argentina, también en otros países. ¿Cómo cambia el público según el lugar? ¿Tenés alguna anécdota que recuerdes de alguna una gira o alguna ciudad en particular?
-Cambia: en las distintas provincias donde me he presentado (por suerte en todo el país: digo que en el rancho donde no he comido, he dormido) cambia la característica de la gente, son diferentes: el cordobés es más ruidoso, más bullicioso, festeja más; hay otra gente que te festeja con menos bullicio.
En Estados Unidos, en Nueva York, iba caminando concentrado; en Estados Unidos, Canadá, Australia, Sudáfrica, vos pensás que importante sos para argentinos que hace mucho tiempo que se fueron del país; y ellos traen al show latinos con los que son amigos, o gente de otras nacionalidades que son amigos, que se conocen; y que saben quién soy porque escuchan mis CD, mis cassettes.
Iba pensando: “¿Qué les digo?”; y en realidad van a escuchar lo que vos sabés hacer, lo que les gusta de vos. Seguí caminando así muy concentrado, no es normal en mí el exceso de concentración, me gusta estar más relajado. Y me habla un tipo, no le entendía qué me decía; ya me estaban anunciando y le digo: “¿De dónde sos?”. “De Cruz del Eje” me contesta (risas). El primer contacto que hice Nueva York fue con uno de Cruz del Eje. (risa). Eso me tranquilizó muchísimo: “Acá hay gente que sabe lo que viene a escuchar”.
Después me ha tocado cruzarme con algunos colombianos, algunos dominicanos, que me decían si me podían imitar un trago: “Sí”, casi siempre un trago era cerveza. Me preguntaba un colombiano qué quería decir chango. “Un chango es un niño”. “Nosotros les decimos chamos”, me contó, por eso le sonaba mucho.
Después me preguntaban cómo era Argentina, cómo era Córdoba; por qué tenía tonada diferente a otros argentinos: claro había muchos porteños. Les digo: “Soy justo del centro del país: en el medio del país, ahí está mi provincia”.
Nos invitaron a una casa en Australia, nos homenajearon con una comida, con bebida, muy rico todo, muy limpio: estaban muy bien. “¿Te gusta todo esto?”, me dice. “Me encanta”. “Bueno, te cambio todo esto por el pasaje de vuelta” (risas).
-Se extraña, y sos la conexión de ellos con la tierra.
-Lo que extrañan, el desarraigo que tienen... Me invitaron a comer en Miami; normalmente no hago eso, porque cuando estoy de gira, estoy de gira: si me invitás a comer un asado el día del show, te digo que no. Porque quiero relajarme, descansar, predisponerme; quiero estar de la mejor forma para la hora del show. Pero no te digo que no nunca: después del show lo comemos al asado, no te salvás (risas). Fui a comer y había molleja, y un vino que venía en caramañola, muy conocido.
En Cruz del Eje comíamos un tarro de molleja, porque te la daban en el matadero, las regalaban a las achuras. Y este tipo se largó a llorar de la emoción que tenía de que había conseguido molleja, y de compartir con otro argentino molleja y un vino argentino.
Yo sufrí ese desarraigo de Cruz del Eje a Córdoba; y después ya no quise ir a ningún otro lado: sentía que para otro desarraigo no me daba el alma. Lo único que hice fue, hace 15 años, venirnos de Córdoba a Carlos Paz. Nos establecimos, aquí estamos como que es una ciudad grande, pero tiene vicios de pueblo: juntarte a tomar café, que te toque el timbre el vecino, que te griten por arriba de la tapia (risas).
Atemporal
-Tenés mil historias, hay cosas que están probadas que te llevan a la risa. ¿Cómo en cada espectáculo se va definiendo lo que vas a hacer?
-De un show a otro van cambiando cosas, porque no es un show de memoria: no sé trabajar de memoria. Tengo memoria selectiva, y de acuerdo a cómo se genera el ida y vuelta con el público se va generando el show, se va armando. Por ahí un músico pregunta: “¿Qué vamos a hacer?”. Le digo: “Vos vas a tocar la guitarra, yo voy a hablar estupideces; por ahí después cantamos algo”.
Si vos me preguntás, “¿qué vas a hacer?”, no tengo idea. Por ahí me dicen: “No te olvides de tal cuento, no te olvides de tal cosa”. Bueno, está bien; lo más probable es que me olvide, porque hace falta que vos me digas algo para que yo me lo haga (risas).
-El humor a veces cambia con los años, cambia la sensibilidad del público. ¿Cómo se adapta para seguir llegando a nuevas generaciones que te van descubriendo o que te van heredando de los padres?
-Qué lindo lo que dijiste. El público nuevo, el público que se renovó, es el público heredado. Me tocan cosas que son emocionantes, no sé si porque ya me pongo viejo, me pongo tan sensible; pero siempre he sido sensible a lo humano. Me piden una foto y me dice: “¿Podés tener mi niño en brazos?”. No sé si te daría mi niño en brazos; que vos me des tu niño para que yo lo tenga en brazos para mí significa mucho: es un aprecio, es una demostración de cariño, de amor, que yo valoro muchísimo. Entonces, agarro el niño y nos sacamos una foto los tres. Y después busca en el celular y saca una foto, donde yo estoy con otro hombre y un niño. Me dice: “Este es mi papá y el niño soy yo, y quería repetir la foto”.
Me ha pasado con chicos, con chicas, con mujeres: “Ay, mi mamá me enseñó a amarte, me enseñó mi papá, que venía a verte siempre. Ahora te venimos a ver con mis hijos”. Y gente que les regala a sus padres las entradas para que vengan a ver el espectáculo; por ahí los acompañan los hijos.
Es muy gratificante poder hacer reír a esa gente. El camino es ver si uno se adapta o no a la necesidades y a las exigencias de la gente, inclusive en el modo del humor. Mi humor no tiene mucho para modificar: es un humor familiar, cotidiano, un humor de todos los días; muy de la familia. Pero sí, hay cosas que tenés que modificar y adaptarte: si hay algo que no me motiva a subir al escenario es el ánimo de ofender, de molestar, de agredir: no conozco la maldad y no me interesa ya, no me voy a morir viejo malo. Me voy a morir viejo pavo, pero no malo (risas).
Aprendizaje
-Hablabas de reírse de las cosas que a uno lo pueden afectar. En tu caso pasaste por momentos difíciles de salud. ¿Cómo influyeron esas experiencias en tu forma de ver la vida, y de poder reírte?
-Tuve cinco pancreatitis, y en la última me dieron la extremaunción: digo que soy el único cristiano con todos los sacramentos dados; y sigue, no se rinde el negro. Me funcionó la defensa propia. Justo acaban de pasar un programa que hice ayer: se llama Historia clínica, lo hace un médico, y me hacía hablar de esto. En la terapia me reía, no sé si del susto que tenía. Vino un cura de la diócesis, el padre Pablo, con el que tuvimos una larga charla, me aclaró muchas cosas, me hizo entender muchas cosas; y me puso en una situación no te digo de confort, pero sí de tranquilidad.
Incluso hice un monólogo sobre la terapia: que suelo hacerlo en los escenarios. Mucha gente después dice: “A mí me pasó lo mismo, yo estuve así, estuve en la terapia". Pude adaptarme a lo inhumano de la terapia; hoy tengo entendido que está un poco más humanizada, por carriles más humanos. Pero antes yo había perdido noción de espacio, de tiempo: hay muchas cosas que no me acuerdo de la terapia, y hay cosas que me dicen que yo nunca las supe. Hay gente que me dice: "Yo te fui a visitar"; un médico me dice: “Hablamos de vos, tal cosa y tal otra”, y no me acuerdo, no lo registré.
Por eso es bueno vivir contento, vivir alegre, despreocuparse de lo que no vale la pena preocuparse; porque es muy difícil un camino de ida hacia la terapia. Viste que a veces ganás, a veces empatás, a veces perdés, y a veces aprendés. A mí ese viaje me sirvió para aprender. Y si puedo retransmitir eso hacia fuera, bueno, siento que un poco es mi obligación, por agradecimiento.
-Si tuvieras que definir la esencia de Cacho Buenaventura en una sola frase, ¿cuál sería?
-Un buen tipo. Mi mama y mi tata me criaron para que fuera una buena persona. Me convertí en eso, en una buena persona. Trabajé mucho hasta que logré que esa buena persona que me habitaba se manifestara.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.