El contador y especialista en productividad del trabajo desarrolla desde hace tres décadas y media la tarea de dar a conocer la obra de los grandes compositores de la historia, de una manera didáctica y atractiva para quienes “creen que no les gusta”. El jueves visitó Santa Fe para dar un seminario en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, sobre “Mujeres en la música clásica”, y El Litoral aprovechó para conversar con él sobre esta actividad.
“Son seminarios audiovisuales: escuchás y ves. La idea es que la música es lo principal, por supuesto: quiero transmitir la obra de Beethoven. Pero si la imagen realza la obra de Beethoven que estoy tratando de transmitir, mejor”, cuenta el disertante. Foto: Gentileza CPCE
El pasado jueves 21, el Auditorio del Consejo Profesional de Ciencias Económicas recibió (en el marco de su Ciclo Cultural 2024) la conferencia ilustrada “Mujeres en la música clásica”, a cargo del Dr. CP Carlos Shapira. En la misma se apreciaron las obras musicales de destacadas personalidades, acompañadas con imágenes de alta calidad. En la previa, se pudo apreciar la muestra “Paisajes” de Tatiana Corte.
“El Consejo para mí es una entidad queridísima: acá tuve mucho trabajo, muchos clientes; di seminarios en el Consejo. Tiene una profesionalidad tremenda toda la gente, Horacio Romagnoli (gerente general) es un fenómeno, que forma buenos equipos de trabajo. Lo hago con un gusto bárbaro, porque voy a donar mis honorarios para a la casa de las Madres del Hospital de Niños (en la Capital lo hago con el Hospital Garrahan)”, contó Shapira en su diálogo con El Litoral, en la previa a la actividad, en el que expuso su pasión por divulgar la música clásica.
Compartir la pasión
-Viene de una formación como contador, como experto en productividad del trabajo. Pero está esta otra faceta de la música clásica, lleva mucho tiempo haciendo este tipo de charlas. ¿Cómo se originó? Es de suponer que a partir de un gusto personal.
-Te cuento intimidades de mi vida. Mi papá me llevó al Colón cuando yo tenía cinco años, porque venía María Callas. Mi mamá era una persona muy alegre, que cantaba mientras cocinaba: ella se divertía cantando, se distraía, entre el humo de la sopa, el horno con la torta. Diría que si tuviera que atribuir algún origen de la inquietud podría ser por ese lado; no sé lo que hay de genético en mí, que me gusta la música. Tengo una hermana tres años mayor que yo, por suerte vive y está muy bien: es profesora de piano. Quizás también el ambiente infantil en mi casa hizo que ese tema de Beethoven o de Mozart, tocado al piano por mi hermana, me haya influido también.
Empecé con esto a los 47 años; soy contador público. Porque leí una biografía de (Ludwig van) Beethoven de un francés que se llamaba Romain Rolland: muy apasionada, tremendamente apasionada. Este escritor tenía una admiración muy grande por Beethoven, y esa lectura me impactó muchísimo. Beethoven empezó a tener sordera a los 19 (no soy un erudito, no soy musicólogo, aunque leí siete biografías de Beethoven); a los 23 quedó completamente sordo. La obra de Beethoven, hasta los 57 que murió, la hizo siendo sordo. Me impactó: “De este hombre tengo que hacer algo”.
Armé un seminario sobre la vida de él. Mis seminarios, ya desde el origen, son para divulgar la música clásica entre los que creen que no les gusta la música clásica. Te digo: “¿Te venís conmigo mañana a ver ‘La Traviata’?”. Y alguno dice: “Está loco este Shapira. ¿Voy a estar una hora y media escuchando cuatro tipos gritando arriba de un escenario? No”. Entonces trato de hacerte “La Traviata” accesible: selecciones tres, cuatro, cinco arias que me parecen atractivas; cortas, no más de tres minutos. O el Concierto N° 1 de Beethoven.
En el primer seminario que hice de Beethoven extracté de sus mejores obras... a mi juicio: las que me suenan mejor al oído, chequeado por gente de mi casa, mi esposa y mis hijos. “¿Qué les gusta más del concierto? Esta parte o esta otra?”. Yo después decidía, pero en general aceptaba lo que ellos cuatro consensuaban.
Como la música sola, gracias a las bondades que tenemos del oído, me parecía que no alcanzaba, a cada párrafo musical que extracto para dar en el seminario le agrego una visualización, una imagen alusiva. Si la música me parece triste, la imagen que vas a ver puede ser relativamente triste: un sauce caído, lo que tenga alusión a lo que alguien está tocando: violín, orquesta, o cantando.
Son seminarios audiovisuales: escuchás y ves. La idea es que la música es lo principal, por supuesto: quiero transmitir la obra de Beethoven. Pero si la imagen realza la obra de Beethoven que estoy tratando de transmitir, mejor.
El público siguió atentamente las explicaciones de Shapira, introductorias a cada fragmento musical. Foto: Gentileza CPCE
Enseñar a descubrir
-A la gente que cree que no le gusta, ¿cómo como la llevamos por lo menos a la charla?
-La llevamos diciéndole que esto no es tedioso, no es una actividad de cuello duro, no es para entendidos en la música clásica: es para gente que tiene una sensibilidad respecto a los sonidos que vienen del exterior de su cuerpo. En una fiesta me levanto para bailar cuando mi oído dice: “Esta parece linda”. Entonces le digo a mi señora: “¿Vamos a bailar?”. Si la música no me parece linda no me levanto, sigo sentadito en la mesa.
Ese empuje que me pueda ocurrir a mí o a vos en una fiesta es lo que trato de transmitir a ese público que quisiera traer. Creo que les va a gustar la experiencia: estoy desde los 47 y estoy por cumplir 82.
-Son unos años...
-Sí, y ya tengo hechos nueve seminarios. Tengo la biografía de Beethoven, la de Verdi, la de Mozart, la de Tchaikovsky, como individuos. Después tengo un seminario que se llama “15 genios, cuatro países”: es música que tomé de Francia, de Rusia, de España y de Italia. Tengo otro llamado “Talento argentino”: los argentinos tenemos una proclividad a aceptar que de Europa o Estados Unidos viene lo mejor. Nosotros tenemos un material riquísimo, mundialmente de primer nivel: Julio Bocca, Marta Argerich, (Daniel) Baremboim, (Horacio) Lavandera. Tenemos un cúmulo de artistas de primer nivel.
-Sol Gabetta..
-Por eso. “Talento argentino” pretende resaltar todas las participaciones argentinas. Entonces podés escuchar “Por una cabeza” de Gardel grabado por una orquesta sinfónica de Alemania; o podés escuchar a Piazzolla tocando en su propio bandoneón (divino: me parece la parte más linda del seminario) “Adiós Nonino”, en recuerdo de su papá muerto en un lamentable accidente de bicicleta en Mar de Plata.
Esa es la idea, y la posibilidad de atraer. ¿Quiénes concurren también? Jóvenes que están estudiando música: porque ven durante tres minutos a Marta Argerich tocando el Concierto N° 20 de Mozart (el más famoso) y le ven las manos. Es un tema interesante ver las manos de Marta tocando el piano: a mí me apasiona cómo los tonos más suaves los detiene, los tonos más rápidos o más intensos balancea las manos. Y es “cerro error”, como diría un técnico japonés que hace automóviles.
-Y todo de memoria.
-Una cosa sería la cerebración, otra cosa sería la ejecución que el cerebro le pide a sus manos; y ella lo hace fielmente, es tremendo.
Y el último que tengo lo diseñé durante la pandemia. Nosotros entramos, como hemisferio sur, unos días más tarde; pero Europa entró muy rápido: España e Italia, con gran dolor, contabilizaban 800, 700 muertos por día. Estando recluido acá, ya a los dos o tres meses de pandemia, vi en la tele un reportaje a una enfermera de un hospital de Piacenza, en Italia; cómo ella contaba lo que era una sala de terapia intensiva, con el ruido del oxígeno, pobre mujer. Las muertes de la gente sola, sin familiares, una cosa tétrica; pero con una profesionalidad y una solidez admirables; con lagrimeo, pero no con llanto de pedir lástima, sino con llanto profesional, del dolor que ella sentía de ver todo el cuadro.
Me pareció que merecía un homenaje: ella, todos los médicos. Entonces tomé también algo de un hospital de Valladolid, de España; de otros países. Armé un pequeño video vinculado con la pandemia; pero me motivó un homenaje a la mujer: a la enfermera, que parece un ser de otro nivel “no es doctora”; pone inyecciones, cuida los viejitos.
Me impresionó la humanidad, la solidez de esa mujer; entonces armé un seminario, el que voy a dar hoy (por el jueves 21) en el Consejo, que se llama “Mujeres en la música clásica”, en homenaje a las mujeres.
Proceso
-¿Cuánto lleva armar un seminario?
-Alrededor de siete, ocho meses; quizás no por mí, pero el joven que me los compagina nació cuadripléjico. Se demora porque a veces se enferma; no tiene gran movilidad en las manos, pero tiene un cerebro brillante. Le doy las directivas (“tomá este párrafo, la visión gráfica de esta música podría ser esta”); él es muy creativo, me ofrece cambios a lo que le digo y muchas veces los acepto.
Se busca el material, se escucha, y para poner el definitivo que va en el seminario podés llegar a escuchar, de este pedacito que va a durar tres minutos 12 segundos, 15 versiones distintas, para elegir la mejor en dos sentidos: en el sonido y en la visión (por ahí está borrosa, es vieja).
Los seminarios están divididos en bloques. En el de las mujeres proyecto los rostros de Madame Curie, su hija Irene Joliot-Curie, que también tuvo un Nobel; latinoamericanas como Gabriela Mistral: es una introducción de un minuto.
Después hay cuatro bloques de cinco piezas, que cada una no dura más de tres minutos. O sea que son 15 minutos cada bloque: si no te gusta, no te cansás. Antes de empezar el bloque explico en general lo que vamos a escuchar: por ejemplo, (Georges) Bizet es un compositor francés que hizo “Carmen”: se hizo famoso por eso, pero por otras cosas hermosas también, Hizo una visita a Australia, armó una ópera que se llama “La niña hermosa de Perth”. Explico eso que van a escuchar, es una marcha de esa ópera, que dura tres minutos: muestra Sidney, Perth, Adelaida, los lugares más lindos de Australia.
Después viene “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky. Ahí Edith Piaf canta una canción, para mí ella es un clásico. Como la llamaban “el ruiseñor de París”, las imágenes son de la Torre Eiffel, del Arco del Triunfo, de Champs-Elysées, del Museo del Louvre, de Notre Dame.
Y así los cuatro bloques. En el último hago una despedida con algún dicho sólido: en este caso, por ejemplo la Callas, si se expresa algo sobre lo que es la relación entre el amor y la música, y ella lo homenajea.
Trato de que sean versiones modernas. Cada cinco años renuevo los seminarios, porque al concierto tal de Tchaikovsky alguien lo grabó con mejor sonido, porque cambió la tecnología: hay que estar al día. Con mi edad tengo que estar al día con la tecnología, en mi profesión también: sino me autodescalifico de la profesión.
La palabra música tiene en su origen tiene que ver con la mujer: con las musas que inspiraban a los hombres. Hay mucho homenaje a la mamá: nuestras mamás nos cantaban canciones de cuna. Es la primera soprano que tuvimos en casa, y es además la que nos arrancó la primer sonrisa.
Hay una canción de Pavarotti que se llama “Addio alla Mamma”, que es un aria de una ópera de Pietro Mascagni, que se llama “Cavalleria rusticana”: está explicada en qué momento ocurre: él se despide de la mamá porque se va a batir a duelo y tiene un temor terrible de ser muerto (cosa que después ocurre). Homenajeo a la mujer “técnica” (a la violinista, a la arpista. a la cantante. a la pianista) pero también al ser humano que inspira la música de los hombres, o sea a la mamá.
-Las mujeres en las vidas de los hombres.
-Exactamente. Incluso hago último capítulo tiene que ver con la famosa relación mitológica de Orfeo y Eurídice: ella muere primero, Orfeo la va a buscar, los dioses le ponen para verla ciertas reglas. Orfeo es el sinónimo de la música: con su lira encantaba a todo el mundo. Se lee la leyenda de Orfeo, se leen frases lindas de mujeres vinculadas con la música.
En cada bloque hay una canción: en una canta Edith Piaf, en otra Esther Ofarim, que le canta a una flor, que también es sinónimo de mujer. Es una flor que pelea por su vida, porque nace entre las rocas y trata de trepar y salir al aire y por fin lo logra. Así es la historia de la canción y de la flor: de casi la nada aparece un ciclamen hermoso arriba de las rocas.
Y después canta Joan Báez una canción medieval en homenaje a un pajarito, el carrillo: tiene una voz hermosa. No es todo clásico, en el sentido de más pesado, académico. Lo clásico tiene que ver con alguna canción popular. por ejemplo (Vincenzo) Bellini es un compositor que tiene música que parece una tarantella y es una sinfonía.
-Viene de una tradición.
-Claro: él arrastra quizás el oído de sus antecesores de la Edad Media. Tchaikovsky en la “Obertura 1812” pone música folclórica rusa, música religiosa.
-Y cañones...
-Termina con cañones, se animó: había que poder en aquella época meter un cañón saludando la retirada de los rusos desde la incendiada Moscú.
Lo que viene
-¿Cuál será el próximo seminario?
-Estoy pensando en hacer algo vinculado con los italianos: tengo una debilidad especial por el Renacimiento y la música italiana. Va a abarcar la vida de (Gaetano) Donizetti, Verdi, Bellini, (Niccolò) Paganini y (Gioachino) Rossini: todos terminan con “i”. Tengo que encontrarle el título interesante, de que todos los que terminan con “i” es por la “i” de Italia. Estoy tratando de armar un seminario con lo mejor de esta gente, que son unos genios; quizás se destaca más Verdi, pero todos fueron (por el lado que lo quieras mirar) unos fantásticos.
También uno de música clásica para niños y siempre aparece alguna idea, hay que anotarla. Beethoven trabajaba sobre tres escritorios: en uno la obra que le habían encomendado, en otro trabajos para amigos que necesitaban, y en el último las ideas que tenía y las anotaba.
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