Sabina Melchiori | [email protected]
La representante del Club Tiro Federal es la ganadora de las dos últimas ediciones y buscará este año una nueva coronación. Miráel lugar en el que se ponen a punto las carrozas y el vestuario.
Sabina Melchiori | [email protected]
Las comparsas del carnaval de Gualeguaychú se confeccionan en base a una temática diferente cada año. En 2018, por ejemplo, O´Bahía presentó “Constructora Emocional”, de modo que el diseño de cada carroza, traje o destaque había sido pensado con el objetivo de contar una historia referida a los sentimientos que experimentamos a diario los seres humanos. El mismo año, Papelitos presentó “Carnival freak show! Pasen y voten”, una propuesta más reflexiva y de protesta, pero que conservaba el espíritu festivo del espectáculo.
A las temáticas las propone el director que cada club elige para su comparsa y una vez que obtiene el visto bueno, comienza el trabajo.
Para llegar a enero con todo listo, las comparsas empiezan a construirse en mayo. O al menos eso hizo Leo Rosviar, director de Ará Yeví, quien ha logrado dos victorias consecutivas en el Carnaval del País. En 2017 con “Sueño de una noche de carnaval” y en 2018 con “Mascarada”.
“Todo el mundo se entusiasma con los triunfos y a nosotros nos estimula más”, dijo en diálogo con El Litoral, mientras ultimaba los detalles de “Bestias”, la propuesta con la que buscará defender el primer puesto.
En el interior de los galpones
Las majestuosas carrozas que salen a escena y deslumbran a miles de personas cada verano, nacen en galpones capaces de resguardarlas a medida que avanza su construcción. Estos lugares se encuentran estratégicamente ubicados alrededor del corsódromo. Son espacios cubiertos, iluminados y lo suficientemente amplios para que circulen y trabajen unas 30 personas entre herreros, empapeladores y pintores a lo largo de las diferentes etapas. Cada club tiene sus propios galpones, algunos son más abiertos que otros y no tienen decoro para mostrar lo que van elaborando. Tal es el caso del Club Tiro Federal que, días antes de que comenzara el espectáculo, abrió las puertas a este semanario y así poder conocer los pormenores de su universo bestial donde se le estaban realizando los retoques finales a los monstruos enormes que dejarán boquiabiertos a los espectadores en las noches del Carnaval del País.
Cada comparsa debe presentar cuatro carrozas, una de ellas -la que lleva a los músicos- está fuera de competencia, pero las tres restantes son verdaderas mega esculturas que atrapan todas las miradas y son uno de los elementos más fotografiados de cada noche de carnaval.
El “panóptico bestial” que armó Ará Yeví para representar el control mide 19 metros de largo por 9 de ancho y por 7,8 de alto, llevando al límite las medidas dispuestas en el reglamento. “También hemos decidido implementar movimiento hidráulico enganchándonos a la motorización, nos anexamos a esa red para lograr los movimientos”, contó Rosviar.
Cada espaldar y cada tocado forma parte del diseño integral de la comparsa y fue pensado con minuciosidad por el director para lograr lo que quiere representar. Además, no todos tienen el mismo peso, ni la misma escultura. Su confección depende de quién lo vaya a usar.
Si el objetivo es que tenga mucho movimiento, se le colocarán plumas de faisán en lugar de las de avestruz o pavo real. Cada detalle tiene una razón de ser. Se comienza trabajando en la herrería, en el armado de la mochila y la estructura. Luego, interviene el sector de vestuario en el colocado de la tela y decoración, y el paso final es el del emplumado.
“Como una antesala grotesca de la existencia humana, las bestias danzaban al compás de sus entrañas, ignorando tiempos y razones. Carentes de conciencia, desataban sin tapujos sus pasiones, gozando en carne viva, sin ley, sin orden y sin culpa.
Pero pronto comenzaron a zanjarse diferencias, y algunas bestias desplegaron su dominio sobre el resto. Las bestias más fuertes se adueñaron de las cosas y sometieron al resto a sus designios.
Comienza entonces una historia, que se perfecciona sin piedad a lo largo del tiempo: la historia de la dominación. Bestias convertidas en instrumentos, al servicio de otras bestias. Cadenas de las que poco a poco se enamoraron y que el tiempo tornó invisibles.
Creyeron creer en dioses, creyeron estar protegidas por reyes, creyeron que eran brujas, que eran locas, que debían estar presas, creyeron necesitar lo que otros ofrecían.
Bestias infernales que se tornaron obedientes. Bestias vigiladas, ansiosas por acercarse a la virtud que alguien impone.
Pero algunas, disconformes con su suerte, por haber caído en el lado incorrecto del tablero, se levantaron en armas contra sus temibles opresores, más cuando ganaron la batalla, se dedicaron a dominar impunemente.
Allí va el ser humano, atrapado en este perverso juego de controles, ubicando sin cesar en los otros sus desgracias. Pero, ¿no está la humanidad acaso a mitad de camino entre las bestias y los dioses?; ¿Cómo se liberan de esta ciénaga perpetua y levantan vuelo estas almas prisioneras?
Como una orquesta en perfecta armonía, donde cada uno reconoce el valor del instrumento ajeno y desde allí construye una obra, que no es más que una trama delicada y recíproca de dones; hombres y mujeres encontrarán la virtud cuando puedan reconocerse en los otros, siendo dueños absolutos de sus actos, y autores permanentes de la música colectiva.
Por suerte aún quedan como testigos ancestrales, ciertos espacios sustraídos de estas lógicas perversas, donde las bestias primitivas que se agitan en nuestras íntimas entrañas, coquetean con los dioses. Donde los deberes y el tiempo se rinden, ante la creativa novedad de la belleza. Quedan los sueños, queda el arte, quedan los carnavales.
Entreguémonos entonces a esta magnífica licencia, que año a año se reedita bajo la protección colorida de la alegría. Celebremos esta alquimia bestial y divina, y que el carnaval obre su magia”, expresa el argumento del Club Tiro Federal para explicar el tema de su comparsa.