Martes 30.3.2021
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Tras la nueva savia que obtuvo a través del Free Cinema en las décadas de 1950 y 1960, con sus “jóvenes airados”, la producción cinematográfica inglesa sufrió diversos cambios en la década posterior. Padeció tanto la pérdida de directores que emigraron hacia Estados Unidos para dar continuidad a sus carreras, como se nutrió de otros que recién arrancaban su labor. En la línea más tradicional del cine que gestó en este tiempo en tierras británicas, caracterizado según la historiadora y docente especializada Diana Paladino por “la exaltación de los valores institucionales, la exquisita reconstrucción de época y el apego a las adaptaciones literarias”, se inscribe “Carrozas de fuego”. Film que se estrenó el 30 de marzo de 1981, hace justo 40 años.
Con un título inspirado en una referencia bíblica, retomada por William Blake en uno de sus poemas, la película recrea la preparación de dos atletas británicos para competir en los Juegos Olímpicos de París en 1924, en el período de entreguerras mudiales. Uno de ellos, Harold Abrahams es de origen judío y percibe falta de apoyo por parte de una sociedad que describe como “anglosajona y cristiana”. El otro, Eric Lidell, es cristiano evangélico de la iglesia reformada de Escocia y sus padres son misioneros en China. Es extrovertido, humilde y decide anteponer sus convicciones antes que sus posibilidades de fama y fortuna.
La trama de la película, que está inspirada en hechos reales, se construye sobre la base de los entrenamientos de cada uno en los meses previos a la competición internacional. A lo largo de dos horas de metraje, se abordan de modo superficial temas como el antisemitismo, la diferencia de clases y el contexto histórico en la Europa posterior a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, el director Hugh Hudson, quien realiza su ópera prima, y el guionista Colin Welland exaltan el esfuerzo personal, la superación, la lealtad y el trabajo en equipo. Muestran los pasos desde el amateurismo hacia el profesionalismo, y rinden tributo al deporte y a su belleza estética. De hecho, la secuencia más perdurable es aquella que encuentra a los corredores en la playa, felices por la práctica del atletismo en sí misma.
“Carrozas de fuego” fue producida por el británico David Puttnam, quien había impulsado pocos años antes dos filmes muy populares, dirigidos también por sus compatriotas Ridley Scott y Alan Parker: “Los duelistas” (1977) y “Expreso de Medianoche” (1978). Cuando concibió “Carrozas de fuego”, acertó en la elección de los actores.
Tanto Ben Cross como Ian Charleson (que interpretan a Abrahams y Liddell, respectivamente) ofrecen a sus personajes los matices para no agotarlos en meros estereotipos. A la vez que Ian Holm, Lindsay Anderson y John Gielgud le aportan sapiencia desde los roles más pequeños. Sin embargo, el principal aporte del film y uno de los argumentos principales para su supervivencia al paso del tiempo tiene que ver con la música original de la película, compuesta por Vangelis. El director se arriesgó al incluir una banda sonora electrónica en un film ambientado en los años ‘20, pero su búsqueda por fuera de los terrenos usuales dio fruto: una de las melodías de cine más famosas de la historia, tan asociada al triunfo deportivo como la canción de Queen “We are the champions”.
Alejada por completo de la grandilocuencia de las superproducciones norteamericanas, “Carrozas de fuego” resulta efectiva por su belleza formal (la fotografía y la dirección artística son sobresalientes), la confianza que tiene en sus personajes (incluso en los secundarios) y por la historia que narra, que nunca tambalea. Esto fue valorado por el público, que la convirtió en un éxito y por la Academia de Hollywood, que le otorgó siete nominaciones al Oscar y le confirió cuatro estatuillas, incluida la de Mejor Película. El dato cobra más valor si se considera que triunfó por sobre dos tanques de principios de 1980, como “Los cazadores del arca perdida”, que presentó por vez primera en la pantalla grande al personaje de Indiana Jones y “Rojos”, drama político de Warren Beatty sobre la Revolución Rusa.
Un dato de color -que está incluido en la página www.filmaffinity.com, es que “Carrozas de fuego” tuvo durante su estreno un paralelismo impensado con un hecho actual: en los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, los atletas Sebastian Coe y Steve Ovett habían vivido un rivalidad parecida a la de Abrahams y Lidell. Pero su enorme presencia en la cultura popular se explica en dos hechos. Uno, el puesto número 19 que ocupa en la lista de las 100 mejores películas británicas del siglo XX elaborada por Instituto de Cine Británico y encabezada por “El tercer hombre” (1949) de Carol Reed. Otro, el homenaje que la Orquesta Sinfónica de Londres le hizo al film durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012, con una divertidísima participación de Mr. Bean.