Lunes 2.12.2024
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China Zorrilla se ganó un lugar central en la memoria colectiva de los argentinos, muchos años antes de su muerte, acaecida hace poco más de una década, en septiembre de 2014. Ahora, una biografía escrita por el periodista y escritor uruguayo Diego Fischer, publicada por Planeta, propone un retrato íntimo y apasionante de Concepción Zorrilla de San Martín Muñoz.
El libro aborda su trayectoria, pero también posa la mirada sobre los valores y experiencias que definieron el perfil de una de las figuras más queridas del universo cultural del Río de la Plata. Fischer la describe como mujer que decidió dedicar su vida a la actuación, donde dejó trabajos emblemáticos en teatro, cine y televisión. Pero también la muestra como alguien que se dedicó a tender puentes entre las personas.
Archivo El LitoralCon anécdotas, entrevistas y testimonios, el autor trata de abordar las diferentes aristas (algunas más conocidas, otras menos) de una actriz que se ganó el aplauso de varias generaciones. Va desde su infancia en un hogar lleno de creatividad -era nieta del poeta Juan Zorrilla de San Martín e hija del escultor José Luis Zorrilla de San Martín- hasta su incursión en los escenarios de Uruguay y Argentina.
Una vida al servicio del arte
Nacida en Montevideo en 1922, China creció rodeada de arte y cultura. Primero tanteó la pintura, luego intentó dedicarse a la literatura y finalmente eligió la actuación, una decisión que cambiaría su vida y la del público que la siguió. Se formó en la Real Academia de Arte Dramático de Londres, una experiencia que marcaría su profesionalismo y estilo interpretativo.
Gentileza Planeta“Cuando China pisó por primera vez Londres, muchos sentimientos encontrados se apoderaron de ella. Tenía 24 años y comenzaba a concretar el sueño que había soñado desde niña: ser actriz. No imaginaba entonces hasta dónde la llevarían su talento y el amor por una vocación que descubrió apenas tuvo uso de razón”, dice en un tramo de la primera parte del libro de Fischer, titulada “¿Hice mal?”.
De regreso en Uruguay, ingresó a la Comedia Nacional, donde brilló con obras como “La Celestina” y “La casa de Bernarda Alba”. A mediados de los años sesenta, vivió algunos años en Nueva York, donde trabajó como profesora de francés y secretaria de una agencia teatral. Cuando desembarcó en la Argentina, a principios de los 70, inició con este país una relación entrañable que la proyectó con gran fuerza.
Rosafrey, Susy Suranyi y AsociadosEl teatro fue, tal vez, el gran amor de China. Pero el cine la hizo conocida y valorada por el gran público, a través de roles icónicos. El ejemplo superlativo fue su participación en “Esperando la carroza” (1985), dirigida por Alejandro Doria, un clásico del cine argentino. Su personaje de Elvira, una mujer cuya torpeza, sarcasmo y envidia provocan carcajadas, también supone un retrato entrañable de las dinámicas familiares en la argentina de los ‘80. La frase “Yo hago puchero, ella hace puchero; yo hago ravioles, ella hace ravioles”, es un momento memorable del humor nacional.
En contraste, su papel en “Elsa y Fred” (2005) mostró su capacidad para transmitir ternura y profundidad. En esta película, junto al actor español Manuel Alexandre, encarnó una historia de amor entre dos adultos mayores que rompen los estereotipos (algo que les genera tensiones con el entorno) y se animan a celebrar la vida en el momento del crepúsculo.
Archivo El LitoralOtras películas destacadas incluyen “Darse cuenta” (1984), donde abordó el drama humano con una sensibilidad única, en el papel de una enfermera que se topa a diario con la muerte en un hospital de Buenos Aires y “Besos en la frente” (1996), que aborda la historia de amor entre una mujer de 80 años y un joven escritor que acaba de llegar de Montevideo a Buenos Aires. “Vos hace poco que sos joven, yo hace 80 años que lo soy”, dice una frase de la película.
¿Por qué se la quiso tanto?
La respuesta está en su autenticidad. China era genuina en la vida, en el escenario y frente a las cámaras. Sabía reírse de sí misma, transmitir emociones y hacer que su público se sintiera visto y escuchado. Tenía un refinado sentido del humor que combinaba con su capacidad para abordar el drama humano con sinceridad. Esto es ostensible en cualquiera de sus creaciones, llenas de capas y matices.
Archivo El LitoralAunque no esté físicamente, su obra y su carisma siguen iluminando el camino de artistas y espectadores. El libro de Diego Fischer, permite evocar una figura fundamental.