Christie's subasta la pulsera de rubíes de Cartier que Eduardo VIII le regaló a Wallis Simpson
Un brazalete de rubíes de Cartier, que subastará Christie's, que simboliza el amor, la pasión, la buena suerte, la valentía y la prosperidad e incluye un mensaje personalizado de Eduardo VIII.
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Los duques de Windsor fueron célebres por su gusto impecable en todos los ámbitos, desde los palacetes que habitaron hasta sus acompañantes caninos, y Wallis Simpson en particular siempre destacó por su estilo elegante. Pese a que la mayoría de sus joyas se subastaron tras su muerte en 1987, de cuando en cuando siguen saliendo piezas nuevas al mercado, como en el caso de la pulsera de Cartier que le regaló su marido en el primer aniversario de su boda, que ahora oferta Christie’s.
La piedra preciosa escogida supuso sin duda una elección sentimental, ya que los rubíes son símbolo de amor, pasión, buena suerte, valor y prosperidad. El brazalete es de estilo art decó y su diseño se considera de lo más inusual. Al igual que en el caso de otras piezas de joyería de la duquesa de Windsor, contiene un grabado, que en este caso reza “por nuestro primer aniversario del tres de junio”.
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Foto: Christie’s
No son los únicos rubíes de su colección: también los había en un broche de diamantes y rubíes de Van Cleef & Arpels que Wallis recibió como regalo de navidad en 1936, así como un collar de diamantes y rubíes del mismo fabricante de joyas que recibió por su 40º cumpleaños, unos días después de la boda de la pareja.
El 3 de junio de 1938, la pareja celebró su primer aniversario de boda en la Villa de la Croë, en Antibes, así que es probable que el duque encargase la pieza mientras se encontraban en París. Tras la abdicación de Eduardo VIII, la pareja residió en el XVI Distrito de París, en el número 4 de la Route du Champ d'Entraînement, conocido como "Villa Windsor".
La pieza sale a subasta por primera vez desde la subasta de 1987 Jewels of the Duchess of Windsor (Joyas de las duquesa de Windsor) celebrada en Sotheby’s. Aquella venta alcanzó el estatus de legendaria debido a sus compradores de altísimo nivel y a los récords que batieron sus precios. Buen ejemplo de ello es el broche Príncipe de Gales, un regalo de lo más simbólico que le hizo el duque de Windsor a su pareja en 1935, demostrando así su intención de convertirla en su reina. Fue comprado nada menos que por Elizabeth Taylor, gran amante de las joyas y amiga de la duquesa, alcanzando la cifra de 623.000 dólares (533.322€).
Los más de 43 millones de euros recaudados se donaron al Instituto Pasteur de París por deseo expreso de la duquesa antes de su muerte, como agradecimiento al pueblo de Francia por su hospitalidad.