Jueves 7.9.2023
/Última actualización 22:03
¿Tienen el bien y el mal una una sustancia concreta? ¿Dónde están, en realidad, los monstruos? ¿En el espacio exterior o en los lugares recónditos del planeta, como en las películas de ciencia ficción de los años 50? ¿O en el interior de cada uno de nosotros? Stephen King, tal vez el escritor de terror más conocido del último medio siglo, transitó varias veces sobre estos interrogantes espinosos. Y pocas veces los desplegó con tanta lucidez como en “La Zona Muerta”, una novela que publicó en 1979, poco después de sus modélicas “Carrie” y “El resplandor”.
Paramount Pictures“La Zona Muerta” describe el caso de Johnny Smith, quien tras un grave accidente automovilístico que lo deja en coma varios años, adquiere una serie de habilidades psíquicas (que, aunque parecen un don milagroso, él asume como una maldición). Sus poderes, y en este punto hay una conexión evidente con otras obras de King como “The Green Mile” y la propia “Carrie”, están relacionados con la telepatía: es capaz, con apenas tocar a una persona, de conocer sus pensamientos, su pasado y lo que le depara el futuro.
Paramount PicturesEl eje central es la moralidad: es que Johnny, en la medida en que, a su pesar, pone en práctica sus “habilidades” se enfrenta a varios dilemas éticos, que van de menor a mayor, hasta llegar al más significativo, aquel que lo insta a decidir sobre la necesidad de cometer un asesinato para salvar a la humanidad cuando se cruza con un personaje que, como diría Joan Manuel Serrat, está dispuesto a jugar con cosas que no tienen repuesto. Así, cuestiones como el destino y el libre albedrío aparecen en forma constante, algo que se profundiza cuando el propio Johnny comienza a dudar de sus visiones.
Paramount PicturesA la vez, y aquí se puede hallar un nexo con la saga de historietas X-Men, “La zona muerta” aborda el aislamiento y la soledad que sufre Johnny por sus poderes. Es visto como un “diferente” y de ahí deriva una incapacidad para retomar la vida normal como profesor que tenía antes del accidente. Los poderes sobrenaturales del protagonista funcionan, en este sentido, de manera simbólica: importan en la medida que sirven para reflexionar sobre la condición humana.
Paramount PicturesCon la novela de King como base, el director David Cronenberg concibió en 1983 la película homónima, una mezcla de ciencia ficción, terror, suspenso y policial (ya que, como subtrama, Johnny es llamado para ayudar a atrapar a un serial killer). La misma, que se podrá ver en el Cine América en el marco del ciclo Viernes de Terror, fue una de las primeras incursiones de Stephen King en la pantalla grande (las anteriores fueron las versiones de Brian de Palma y Stanley Kubrick de “Carrie” y “El resplandor”, respectivamente) y contribuyó a consolidar la reputación de Cronenberg, que luego reforzaría con “Videodrome”, “La mosca” y “The Naked Lunch”.
Un acierto de Cronenberg es que, sin soslayar el aspecto sobrenatural de las facultades que adquiere Johnny (centrales para el avance de la trama, ya que son sus visiones las que definen los giros argumentales) analiza la psicología de los personajes, poniendo énfasis en el sufrimiento que emerge de tener que lidiar con lo no querido. Como el tío Ben le dice a Peter Parker en “Spiderman”: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Y Johnny no desea cargar esa mochila.
Paramount PicturesEn la versión cinematográfica, las ideas representadas en cada personaje están planteadas de modo transparente. Johnny Smith (Christopher Walken) es el individuo ante la encrucijada moral de usar una serie de poderes para bien o para mal. Sarah (Brooke Adams) su novia expresa el amor como apoyo ante lo adverso. Y Greg Stillson (Martin Sheen) es la contracara de Johnny, quien utiliza su poder al servicio del mal.
Sin embargo, es posible que el aporte mayor de Cronenberg sea el formato realista que elige para mostrar los poderes de Johnny. Que no tienen nada de la elegancia o el estilo que, por ejemplo, poseen en el caso de los superhéroes. Aquí, cada vez que aparecen, tienen mucho más que ver con el sufrimiento físico y hasta espiritual de quien los posee. Algo que también está presente en otros filmes del director. A 40 años de su estreno, “La zona muerta” todavía está vigente en su capacidad para promover debates que tienen varias aristas.