Jueves 25.8.2022
/Última actualización 12:31
¿Qué determina que una película se convierta en objeto de culto, es decir que se haya generado en torno a ella algún tipo de ritual o ceremonia? Las respuestas son variadas en inabarcables, pero está claro que en gran parte tiene que ver con la capacidad de sus creadores de conectar con aspectos que trascienden la coyuntura, más allá de ser parte de ella. Es el caso de “The Rocky Horror Picture Show”, película dirigida por Jim Sharman, elaborada a partir del musical homónimo de Richard O’Brien y estrenada en 1975. El film es tanto una disección cáustica de los valores tradicionales en crisis en los Estados Unidos durante la era de Richard Nixon, como una observación sobre la sexualidad que va mucho más allá de los corchetes impuestos por su época.
Foto: 20th Century FoxNunca en la historia del cine ocurrió algo parecido, en términos de liturgias gestadas en torno a un film. Es que en su estreno cinematográfico, “The Rocky Horror Picture Show” resultó un fracaso. Luego de estar durante un tiempo marginada alcanzó una inusitada popularidad a partir de que una sala neoyorquina comenzó a realizar funciones a la madrugada. Desde entonces, diversos grupos comenzaron no sólo a seguir con fidelidad las proyecciones, sino a asistir a las mismas caracterizados como los personajes, interpretando las canciones a viva voz y hasta interactuando con lo que que ocurre en la pantalla, a través de acciones como tirar arroz en la escena de la boda. Incluso haciendo proselitismo a favor del film, tildando de “vírgenes” a los nuevos espectadores. Para lo cual contribuye fuertemente la definición de los personajes, al contraste que se produce entre ellos y al constante juego con la identificación del espectador.
La trama del film (que remite en algún punto, a las películas de terror clásicas y a algunas de las vertientes de la ciencia ficción de los ‘50) se construye a partir de la noche en que la pareja de jóvenes novios que conforman Brad (Barry Bostwick) y Janet (Susan Sarandon), tras un problema con el auto en una noche tormentosa se ve obligada a solicitar refugio en el castillo (de resonancias góticas) de Frank N' Further (Tim Curry) un personaje travestido que, veremos luego, es una especie de moderno doctor Frankenstein, que celebra junto a sus excéntricos amigos la creación de Rocky Horror, una criatura a la que ha pensado como el hombre perfecto físicamente, pero dotado con medio cerebro, extraído a un delincuente juvenil.
Lo que sigue, bajo la estructura propia del musical y al ritmo de canciones que se han convertido en clásicos como “Touch-a Touch-a Touch Me”, “Time Warp” o “Sweet Transvestite”, consiste en los intentos de Frank y su grupo de seducir a la joven pareja, construida intencionalmente con un halo virginal y de ingenuidad, que choca fuertemente con el hedonismo del peculiar clan de Further. En este punto, la película toma partido por la apología de la diversión y el sexo por el sexo mismo. En efecto, como señala la crítica de cine Joanna Berry, la “mezcla de sexualidad descarada, humor irónico, ropas delirantes y frases con doble sentido no se parecen a nada que se haya hecho en la pantalla”.
Foto: 20th Century FoxHilarante, provocativa, libre, “The Rocky Horror Picture Show” tiene la particularidad, como señaló la revista Time Out, de inspirar cariño, “por una sensibilidad desvergonzadamente hedonista y fieramente independiente, que debe haber parecido todo un alivio con respecto a la grandilocuencia de otros musicales comerciales de los 70”. Lo cierto es que (salvo por el género) es imposible emparejar al film con otros de su tiempo como “Hair”, “El violinista en el tejado”, “Fiebre de sábado por la noche” o “Grease”. La película no envejeció, le ganó la pulseada al fenómeno de los ‘70 y es un film que sigue apareciendo en la programación de salas de todo el mundo hasta el día de hoy. Esta noche, a las 22.30, se podrá ver en el Cine América de Santa Fe (25 de Mayo 3075).