Lunes 30.1.2023
/Última actualización 13:42
La historia del Titanic tiene varias aristas que la vuelven interesante. No solo se trata de una de las tragedias marítimas más duras del siglo XX (de los 2.243 pasajeros, tan solo sobrevivieron apenas 705). Al mismo tiempo, emerge como una especie de lección de la propia naturaleza a la soberbia humana. El hundimiento del barco más seguro jamás construido puso de manifiesto que la idea del progreso sin límite, que nació en las últimas décadas del siglo XIX y se proyectó en el XX, no era tan sólida como parecía. La Primera Guerra Mundial, poco después, sirvió para amplificar esa premisa: el avance técnico y la preponderancia de la ciencia, finalmente, no eran garantías de un mundo mejor.
James Cameron había trazados algunos apuntes al respecto en “Terminator”, que bajo su capa de efectos especiales y robots asesinos que vienen de futuros distópicos, es un cuestionamiento al avance de las tecnologías y al sopor de una humanidad cada vez más entregada a las máquinas. Y encontró en la historia del hundimiento del Titanic la chance de volver a expresar esas ideas, a través de una cinta consagrada al entretenimiento de las masas, con historia de amor romántico, toques de lucha de clases, momentos épicos y actos de arrojo y de cobardía que se producen al unísono.
La película se estrenó en 1997 y demandó un trabajo formidable que llevó a, prácticamente, reconstruir el mítico barco hundido en abril de 1912. Cameron cuidó obsesivamente todos los detalles técnicos, al punto de que solicitó que la vajilla utilizada fuera exactamente igual a la original. Más aún tanto los actores como los extras tuvieron que realizar cursos para aprender a comportarse según los usos y costumbres de la época. Incluso, algunos sitios especializados señalan que al estudio le costó más hacer la película que lo costó construir el propio Titanic. Leyenda o no, la recaudación que tuvo el film desde su estreno en diciembre de 1997 fue mastodóntica.
Foto: Paramount Pictures, 20th Century Fox, Lightstorm EntertainmentLa trama (como, en general, son las de Cameron) no es muy compleja. Simplemente narra como el buscavidas Jack (Leonardo DiCaprio, incorporado como estrella de Hollywood tras el film), conoce a bordo del Titanic a Rose (Kate Winslet), que proviene de una familia de clase alta. Ambos se enamoran, están dispuestos a afrontar la diferencia social que los separa, pero un iceberg se interpone en el trayecto del Titanic. A partir de ahí, Cameron simplemente logra eso que algunos llaman “magia del cine”. Durante casi tres horas el espectador asiste maravillado a un espectáculo del cual ya conoce el final de antemano. Y eso no borra un ápice de emoción, producto del oficio de un narrador magistral.
Foto: Paramount Pictures, 20th Century Fox, Lightstorm EntertainmentLa reconstrucción minuciosa, el carisma de los actores, el ritmo que impone Cameron y la épica de la historia resultan determinantes, pero la frutilla del postre es la banda sonora, que incluye la canción “My Heart Will Go On”, desde entonces sinónimo del amor romántico. La escribió James Horner con Will Jennings, pero fue la interpretación de Céline Dion lo que la convirtió en el single más vendido de la historia.
Foto: Paramount Pictures, 20th Century Fox, Lightstorm EntertainmentEn el marco de su 25 aniversario (en rigor se cumplió el 19 de diciembre) la película de James Cameron que en su momento ganó 11 premios Oscar vuelve a las pantallas de cine, en un formato 3D que agrega nuevas dimensiones a la experiencia original. En Argentina, este reestreno (que no es el primero, ya que en 2012 se hizo lo propio a 100 años del hundimiento del Titanic) se producirá el 9 de febrero. “Algunas historias son atemporales”, señaló el propio Cameron al anunciar esta nueva llegada a los cines. Es así: como todo clásico que se precie, “Titanic” seguirá llevando emoción a las plateas aunque pasen muchos años más. Es que, como señaló Todd McCarthy en Variety, es una “demostración espectacular de lo que puede aportar la tecnología moderna a la narración dramática”.