Sábado 2.9.2023
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La figura mítica del vampiro sirve para aludir a muchísimos temas, en especial desde que a finales del siglo XIX, el escritor Bram Stoker la utilizó como materia prima para su monumental novela “Drácula”. Esto se profundizó más aún en el caso del cine, donde las continuas revisiones casi la saturaron. Así, el vampiro y su ontología funcionó como puente para establecer miradas y reflexiones sobre temáticas que van desde los traumas y los miedos propios de la condición humana, hasta el progreso, el capitalismo y las relaciones de poder.
Foto: NetflixEs que, producto de la penetración cultural que tuvo y tiene el vampiro (procesada, a lo largo de los años, a través de revisiones adaptadas a cada época como las que propusieron Anne Rice y Stephenie Meyer) prácticamente todo el mundo está en condiciones de comprender su funcionamiento. Básicamente, que se trata de criaturas condenadas a vivir para siempre, a beber sangre, a no poder ver el sol y a temerle a ajos, cruces y estacas. Sobre esa base, se pueden moldear variados universos de sentido, incluso subvertir esas reglas para obtener resultados humorísticos.
Algo de ese espíritu subversivo aparece en “El Conde”, el nuevo film del chileno Pablo Larraín. Este trabajo se presentó hace un par de días en el Festival de Venecia, llegará a los cines argentinos este jueves 7 de septiembre y estará disponible en la plataforma Netflix a partir del día 15 del mismo mes. Larraín (director de “Jackie” y “Neruda” entre otras) propone una comedia negra en la cual plantea una especie de “universo paralelo” que incorpora al mismo tiempo elementos del mito vampírico y la historia reciente de su país.
Foto: NetflixAsí, el fallecido dictador Augusto Pinochet, es representado (según indica la sinopsis) como un vampiro que vive escondido en una mansión y que luego de 250 años de vida decide dejar de beber sangre y abandonar el privilegio de la vida eterna. “Llevo años imaginando a Pinochet como un vampiro, como un ser que nunca deja de circular por la historia, tanto en nuestra imaginación como en nuestras pesadillas”, había manifestado Larraín a través de un comunicado que difundió Netflix hace algunas semanas.
Foto: NetflixPara expresar su visión sobre Pinochet y el último medio siglo de historia chilena (y, por proyección, latinoamericana), el cineasta eligió el prisma de la sátira y la comedia negra sobre la base del subgénero, por así llamarlo, “vampírico”. “Pinochet nunca enfrentó a la justicia y eso lo convirtió en un hombre que vivió y murió en libertad y de hecho, muy rico. Esa impunidad lo hizo eterno, como un vampiro”, aseguró el propio Larraín en una rueda de prensa que se realizó durante el desarollo del 80° Festival de Venecia.
No es la primera vez que se vehiculizan miradas parecidas desde el cine, es decir que se opta por la fusión de herramientas del humor y el terror para abordar alguna cuestión.“Casa vampiro”, de 2014, es un buen ejemplo. Esta adaptación al cine de la serie homónima sigue a un grupo de vampiros que (de un modo parecido a los personajes de “Entrevista con el vampiro”) tienen que adaptarse a la vida en las sociedades actuales. A través del choque entre la tradición (a fin de cuentas, son inmortales y deben asumir tal condición) y la vida moderna, se logra el efecto cómico.
Foto: Netflix“Drácula: Muerto pero feliz” (1995), “El pequeño vampiro” (2000) “Transilvania 6-5000” (1985), “Vampiros en la Habana” (1985) y “Un vampiro suelto en Brooklyn” (1995) también son ejemplos de como jugar con posibles rupturas de los estereotipos sobre el mito del vampiro que afianzó la pantalla.
¿Ocupará esta versión de Augusto Pinochet un lugar destacado en la historia del género? ¿Llegará este “vampiro” tan extraño y cruzado con la historia sudamericana que imaginó Larraín a la altura de Drácula, Lestat de Lioncourt, Edward Cullen, Nosferatu o Jerry Dandrige? Habrá que esperar a ver qué ocurre una vez que el film tome contacto con las audiencias. Por lo pronto, su proyección en Venecia cosechó buenas críticas.