Sábado 26.11.2022
/Última actualización 11:17
Si hubiera que designar un puñado de películas capaces de sintetizar lo que el cine puede llegar a ser, una de ellas sería, sin lugar a dudas “Casablanca”, que se exhibió por primera vez en un cine el 26 de noviembre de 1942, hace justo 80 años. Desde lo estrictamente artístico no es muy diferente a otros filmes gestados en Hollywood en los años 40, con la Segunda Guerra Mundial como oscuro trasfondo. Sin embargo, gracias a su ingenioso guión, al carisma de sus intérpretes (en especial, de un Humphrey Bogart en estado de gracia) y a la potencia del triángulo amoroso sobre el cual se construye la trama, logró ubicarse en un terreno privilegiado del universo de los mitos.
Quien más, quien menos, todo el mundo sabe de qué va “Casablanca” en sus líneas argumentales principales. Es la historia de Rick, el neoyorquino propietario del bar más conocido de la ciudad de Marruecos que da nombre a la película. Allí, cada noche, se reúnen personas de distintos países que ansían conseguir su pasaje a América para huir de los horrores bélicos. Rick, a quien todo el mundo reconoce como un hombre de buen corazón pero cínico y poco comprometido, tiene que enfrentarse a un pasado que le resulta doloroso cuando aparece en su bar Ilsa (Ingrid Bergman, que nunca más estuvo tan hermosa) una antigua novia que lo abandonó en París, cuando iban a escapar juntos de los nazis. Pronto las circunstancias llevarán a Rick a tomar una serie de decisiones drásticas que no sólo decidirán su destino, sino también el de la resistencia francesa.
Rick dice ser cínico, pero es un sentimental. Foto: Warner Bros.En términos simbólicos, podría pensarse que esa Casablanca (reconstruida en estudios, a pesar de que todavía en pleno siglo XXI hay turistas que llegan a la verdadera ciudad marroquí para preguntar por el café de Rick) es una especie de purgatorio. Donde, como se observa desde los primeros minutos de metraje, hombres y mujeres de toda índole intentan encontrar los medios para poder alcanzar el “cielo”, el “paraíso” o la “libertad” que implica América, para así dejar atrás el “infierno” de la guerra que se expande a pasos agigantados por toda Europa. Precisamente una de las fortalezas principales de la película es la descripción de esa especie de torre de Babel a pequeña escala que es el café de Rick. Allí, en pocos metros cuadrados, conviven ciudadanos de distintos países de Europa, norteamericanos y asiáticos en una vorágine tan confusa como pintoresca.
Bogart en el papel de Rick. Foto: Warner Bros.Bogart, que ya había dado sus primeros pasos como estrella gracias a “El halcón maltés”, consolidó su personaje más icónico. Detrás de su capa de cinismo, habita un romántico con inclinación a jugarse por las causas justas. “En 1935, llevaste armas a Etiopía. En 1936, luchaste en España, en el lado leal”, le señala el capitán Renault. Rick le contesta: “me pagaron bien en ambas ocasiones”. Y Renault, que intuye que Rick oculta un costado sentimental tras su coraza de tipo duro le insiste: “el lado ganador te habría pagado mucho mejor”.
Rick se reencuentra con Ilsa. Foto: Warner Bros.Por si no bastase la cuidada construcción del triángulo amoroso que desencadena todas las acciones (aunque todo el mundo, a estas alturas, lo debe conocer no obstante conviene no spoilear) “Casablanca” posee escenas de inusual potencia. Sobre todo si se considera que fue filmada en pleno desarrollo de la guerra. Una es aquella en la cual Víctor Lazlo, cabecilla de la resistencia francesa, comienza a entonar la Marsellesa para desafiar a los nazis, que están cantando el himno alemán en el bar de Rick. Poco a poco, los parroquianos (en su mayoría exiliados de distintas partes de Europa) se van sumando a Lazlo, hasta eclipsar por completo a los nazis. Otra es aquella en la que Rick se reencuentra con Ilsa con los acordes de “As Time Goes By” de fondo. Las emociones de Bogart y Bergman directamente resplandecen en la pantalla.
Una de las películas más icónicas jamás filmadas. Foto: Warner Bros.¿Cómo se construye un final mítico?
El mítico final solo contribuye a engrandecer el mito. Es que el director Michael Curtiz y los guionistas (que, de acuerdo a las crónicas, fueron armando la historia a medida que se realizaba el rodaje) se atreven a proponer un final abierto, a dejar a los protagonistas en pleno movimiento. A Ilsa, en un avión rumbo a América para apoyar a Víctor en su lucha contra los nazis. A Rick, en el momento justo en que inicia su sociedad con el capitán Renault (“Louis, creo que este es el comienzo de una hermosa amistad”). Esto, en tiempos turbulentos como una Guerra Mundial, no es poca cosa. Pasaron 80 años y “Casablanca” sigue siendo un punto de referencia para todo cinéfilo que se precie de tal.