Martes 14.2.2023
/Última actualización 10:27
“Nos emocionamos hasta las lágrimas, se nos sale el corazón del pecho, todo como si el amor que vemos en pantalla fuera nuestro. La fascinación que producen las comedias románticas existe desde los comienzos del cine”. Así describen Natalia Trzenko y María Fernanda Mugica en el libro “Amar como en el cine” a ese influjo que las películas de ese género ejercieron, ejercen y (esperamos) ejercerá sobre el público de, por lo menos, el mundo occidental. Esta vertiente está muy viva y así lo demuestra el reciente estreno en Netflix de “Tu casa o la mía”, con Reese Witherspoon y Ashton Kutcher, que a pesar de que cosechó críticas dispares, está en boca de todos.
Atendiendo a la efeméride (hoy es 14 de febrero, el día de San Valentín, dedicado al amor) ofrecemos un repaso por una decena de filmes de todos los tiempos que pusieron a este sentimiento por encima de todos los demás. Con resultados de lo más dispares, pero siempre estimulantes.
“Lo que sucedió aquella noche” (1934): El director Frank Capra logró una de las comedias más sofisticadas de su tiempo, en la cual el amor supera, literalmente, todas las barreras posibles para poder consumarse. Es, a la vez, una descripción acertada del Estados Unidos posterior a la debacle de 1929. Narra cómo la joven hija de un millonario se escapa cuando no la dejan casarse con el hombre que quiere. En la ruta, se cruza por casualidad con un periodista que está en busca de una historia interesante. En un accidentado viaje (hay ecos de road movie) se irán enamorando.
“La adorable revoltosa” (1938): Es tal vez el mejor exponente de lo que, en los años 30 y 40 del siglo pasado se conoció como “screwball comedy”, algo así como “comedia alocada”. Pero es al mismo tiempo una bella historia de amor entre dos personas de caracteres completamente opuestos. David Huxley (Cary Grant) es un paleontólogo tímido a punto de terminar un trabajo que le ha llevado años. Ahí aparece Susan Vance (Katharine Hepburn en estado de gracia), quien trastoca su vida por completo. Una obra maestra que contiene escenas inolvidables. Imitada, jamás fue superada.
“Desayuno en Tiffany's” (1961): Blake Edwards tomó como base la novela de Truman Capote, pero puso mucho más énfasis en la historia de amor entre el aprendiz de escritor (George Peepard) y su ingenua pero carismática vecina, nada menos que Audrey Hepburn en la mejor actuación de su carrera. ¿Cómo se construye un film icónico? Cuando, como en este caso, todos los elementos confluyen de manera armoniosa. Contiene uno de los finales más bellos del género.
“Annie Hall” (1977): ¿Por qué incluir en estas líneas una película en la cual los protagonistas no alcanzan un final feliz, como en la mayoría de las otras? La respuesta es simple: entre muchas otras cosas, la película que convirtió a Woody Allen en el cineasta de fuste que es hoy resulta una de las más agudas descripciones sobre la naturaleza de las relaciones humanas. Alvy Singer, un cuarentón neurótico se separa de su novia Annie y eso lo lleva a reflexionar sobre la dirección que ha tomado su vida. Descubre entonces cuál es su visión respecto de las relaciones amorosas: “Son completamente irracionales, locas y absurdas, pero insistimos con ellas porque las necesitamos”.
“Cuando Harry conoció a Sally” (1989): fue la película que, al mismo tiempo, le dio nueva fuerza a un género que venía alicaído y cambió sus paradigmas. Harry (Billy Cristal) y Sally (Meg Ryan) se conocen cuando ambos son estudiantes universitarios, en un viaje que deja claro que son el día y la noche. Sin embargo, con el paso de los años su relación de ¿amistad? continúa. Con la excusa del humor, la guionista Nora Ephron y el director Rob Reiner abordan temáticas como la amistad, el sexo, la convivencia y el amor.
“Un gran amor” (1989): Inteligente y divertido film escrito y dirigido por Cameron Crowe, más adelante creador de “Jerry Maguire” y “Elizabethtown”. La premisa es bastante simple, al menos en la superficie: Lloyd Dobler trata de conquistar a Diane Court, la joven más bella de la escuela. Inesperadamente, ella lo acepta. El problema es que el posesivo padre de Diane no aprueba la relación. A partir de allí, Crowe construye escenas que quedan grabadas en la memoria, al igual que sus personajes, interpretados con mucha pericia por Ione Skye y John Cusack.
“Mujer bonita” (1990): Julia Roberts se convirtió en una megaestrella de cine y una síntesis de la belleza femenina (estatus con el que jugará más adelante en “Un lugar llamado Notting Hill) gracias a esta cinta con la que inauguró una década de éxitos. Se trata, básicamente, de una variación del cuento de Cenicienta: la princesa es una prostituta, el príncipe un empresario exitoso y mujeriego (Richard Gere). Ambos se enamoran y a pesar de todo (dólares mediante, finalmente estamos todavía con un pie en la Norteamérica de los 80) terminan juntos. Roberts y la banda sonora son los principales atractivos de una película que no ha envejecido.
“Sintonía de amor” (1993): Nora Ephron, la guionista de “Cuando Harry conoció a Sally”, hace magia otra vez en esta obra maestra del género, que tiene como protagonistas a Tom Hanks (justo en el momento en que hizo el quiebre que lo alejó del encasillamiento en la comedia) y a Meg Ryan (para entonces la reina indiscutida de las películas románticas). Un arquitecto (Hanks) sufre tras quedar viudo. Su hijo llama a un programa de radio para contar su historia. Annie Reed (Ryan), quien está a punto de contraer matrimonio empieza a obsesionarse con la idea de conocerlo.
“Un lugar llamado Notting Hill” (1999): Junto a la mentada “Mujer bonita”, tal vez esta sea la comedia romántica más lograda de los ‘90. El guionista Richard Curtis juega (espléndidamente) con la premisa de que una exitosa actriz de cine llamada Anna Scott (Julia Roberts, en un papel autorreferencial) se puede llegar a enamorar de un modesto librero londinense (Hugh Grant). El rasgo más sobresaliente es la química entre los protagonistas, pero la secuencia más perfecta es aquella en la cual la gran estrella de Hollywood se suma a una “peña” de amigos en un departamento de Londres. Es la antesala para que dos mundos distantes puedan unirse.
“Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” (2004): Interesantísimo cruce entre romance, comedia y ciencia ficción. Tiene tanto de Philip K. Dick como Richard Curtis. Joel (Jim Carrey) descubre que su novia Clementine (Kate Winslet) ha hecho que borren de su memoria los recuerdos de la relación que mantuvieron. Solicita lo mismo, pero las cosas no ocurren como esperaba. Charlie Kaufman, Michel Gondry y Pierre Bismuth escriben un guión (ganador del Oscar) que fuerza los límites entre los géneros y con procedimientos muy creativos logran un film inclasificable y emotivo. “Se puede olvidar lo que pasó pero no cómo se sintió”.