El western que abolió la elegancia
de los cowboys del Lejano Oeste
“Los imperdonables”, de Clint Eastwood, cumple 30 años desde su estreno. A través de la figura de un antiguo pistolero que se ve obligado a volver a matar, el director desmonta el imaginario creado por Hollywood en torno al género.
“Matar a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene, y todo lo que podría llegar a tener”, asegura William Munny (Clint Eastwood) en una de las escenas más conmovedoras de “Los imperdonables”. Rompe, así, con la tradición de sus propios personajes de la “trilogía del dólar”. Foto: Warner Bros., Malpaso Productions
Alguien utilizó el adjetivo “crepuscular” para definir a “Los imperdonables”, el western que Clint Eastwood presentó por primera vez en una sala de cine en la premiere que realizó en Los Ángeles (Estados Unidos) el 3 de agosto de 1992, hace 30 años. Pero ese camino (desarmar a través de una óptica revisionista la mitología del Lejano Oeste) lo habían transitado décadas antes John Ford en “Un tiro en la noche” y Arthur Penn en “Pequeño gran hombre”, entre otros. A Eastwood le cabe el mérito de haber quebrado definitivamente la figura del cowboy valeroso que reparte tiros sin remordimientos e imparte justicia en pueblos polvorientos. Como escribió Luis Martínez en El País de España respecto al film: “El oficio de pistolero enseña su rostro más brutal, sin mitologías”.
Tres pistoleros se unen para un último trabajo, pero no será fácil. Foto: Warner Bros., Malpaso Productions
“Matar a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene, y todo lo que podría llegar a tener” señala, en efecto, William Munny, el protagonista de “Los imperdonables”. Y el hecho de que sea el propio Eastwood quien encarna al personaje que dice eso, contiene una dimensión simbólica que se completa a la luz de los personajes que el actor y director había desarrollado previamente. En la “trilogía del dólar”, los spaghetti western en los cuales participó bajo las órdenes de Sergio Leone (“Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más” y “El bueno, el malo y el feo”) era el epítome del cowboy frío, de disparo certero, capaz de cargarse a varios enemigos sin pestañear. El William Munny que Eastwood compone en “Los imperdonables” aparentemente fue, en el pasado, uno de esos hombres, pero cuando le preguntan por esos tiempos asegura que ha estado “casi siempre borracho”.
Hombres sin gloria
El argumento mismo de “Los imperdonables” tiene poco o nada del glamour de gloriosos antecedentes del género como “Río Bravo”, “Shane”, “Horizontes de grandeza” o “Pasión de los fuertes”. Si en aquellos los rasgos sobresalientes eran la lealtad, la amistad y el progreso, en el argumento de “Los imperdonables” no emerge nada de eso. Cabe recordarlo en sus líneas centrales: William Munny es un ex pistolero que vive retirado junto a sus hijos dedicado a cuidar su granja. Forzado por la necesidad, acepta un trabajo junto a un antiguo socio, que consiste en matar a dos vaqueros que hirieron gravemente a dos prostitutas. Para eso, deberán enfrentar a un rudo sheriff.
Clint Eastwood y Morgan Freeman cabalgan juntos en una secuencia del film. Foto: Warner Bros., Malpaso Productions
No es posible, dentro de la galería de personajes que Eastwood despliega el film, basado en un sombrío guión de David Webb Peoples, distinguir con claridad buenos y malos. Tales categorías no sirven para apreciar su complejidad. “Little Bill” Daggett (el comisario que interpreta Gene Hackman), que en otras circunstancias hubiera podido ocupar el lugar del héroe (es, al fin de cuentas, el referente de la ley) es despótico, cruel y hasta brutal cuando ejerce castigos. Tampoco “English Bob” (Richard Harris), un pistolero europeo que parece acreditar cierta sofisticación, pero que más allá de la superficie es apenas un presuntuoso que detesta a los norteamericanos. Alguien a quien su propia leyenda le queda grande.
Las observaciones irónicas del director van incluso más allá. La secuencia extensa e incómoda en la que Ned Logan (Morgan Freeman) trata de matar a uno de los vaqueros y se da cuenta de que no puede hacerlo y aquella en la que “Schofield Kid” (Jaimz Woolvett) asesina al otro en un excusado, representan todo lo opuesto a los duelos clásicos del western. Aquí los disparos se realizan a traición, de manera desprolija y carecen de toda distinción.
Sin embargo, el aspecto más conmovedor del film tiene que ver con su ambigüedad. Munny, a quien hemos visto durante todo el metraje renegar de su pasado como forajido, decide al final volver a matar guiado por la sed de venganza. “Es usted William Munny de Missouri, el asesino de niños y mujeres”, le grita Little Bill en el enfrentamiento final. “Así es. He matado a mujeres y niños. He disparado sobre cualquier cosa que tuviera vida y se moviera. Y hoy he venido a matarte a tí por lo que les has hecho a Ned”, le contesta antes de iniciar la secuencia de disparos. Y, tras la masacre, deja una frase cargada de sarcasmo: “Tuve suerte en el orden, pero siempre he tenido suerte cuando se trata de matar”.
El inglés Bob (Richard Harris) es recibido por el sheriff. Foto: Warner Bros., Malpaso Productions
Oscarizada
“Los imperdonables” obtuvo en 1993 el Oscar a la Mejor Película del año anterior. Lo cual representó, además de un reconocimiento para el film, la valoración de un artista capaz de proponer una nueva vuelta de tuerca para un género que parecía agotado en sus posibilidades para decir cosas nuevas. Clint Eastwood dedicó su obra a los maestros“Sergio y Don” (Leone y Sieguel). Es evidente que aprendió de ellos.
El personaje de Eastwood decide volver a matar cegado por la venganza. Foto: Warner Bros., Malpaso Productions