La obra teatral escrita por Francisco Dalmasso (también director y productor) y Martín Valli (protagonista) recurre al lenguaje del clown para abordar un viaje a lo profundo de la conciencia de Reymundo, un personaje que perdió la capacidad de sentir. En diálogo con El Litoral, Dalmasso repasó el periplo creativo de esta obra que también viajará por próximos escenarios.
Valli, Coria, Araujo y Arias cuentan una historia a partir de una serie de recursos de clown, humor físico y “comedia de puertas”. Fotos: Gentileza Franco Airaldi
Este sábado 30 de julio a las 21, y el domingo 31 a las 20, en la Sala Marechal del Teatro Municipal (San Martín 2020) se estrenará el espectáculo de clown para adultos (en realidad apto para mayores de 10 años) “Mundos extraordinarios”, escrito por Martín Valli y Francisco Dalmasso, este último también director y productor.
Cuenta la historia de Reymundo (un tipo solitario que mira TV y tiene pánico a las arañas) que en su cumpleaños es invitado por sus amigos Soledad y Walter Ego, a tomar un brebaje chamánico que lo sumerge en una realidad no ordinaria con un estado de consciencia ampliada. Actúan el propio Valli (Reymundo Coraje), Camila Coria (Soledad, Ariadna Colgada y el oso), Francisco Araujo (Walter Ego, extraterrestre y dinosaurio) y Paula Arias (Maga Juana Renegada, el hada holística).
La entrada cuesta $ 800, con una promoción de dos por $ 1500. Para conocer más sobre la propuesta, El Litoral habló con Dalmasso, para descubrir la profundidad de un relato que trasciende el humor físico.
El viaje
-¿Cómo nació “Mundos extraordinarios”?
Fue mucho tiempo el que nos llevó componer la obra. Habíamos hecho con uno de los protagonistas (también es alumno de los talleres de clown) un curso de cómo escribir sitcom, que no tiene mucho que ver con el clown, te diría que nada. Montamos todo un guión en base a eso, pensando también que el teatro tiene también un solo escenario y ahí tiene que desarrollarse todo; en la sitcom encuentro ese punto de parentesco: tenés un solo escenario y que definir en personajes.
-El living de “Seinfeld”.
-Exacto, lo pensamos así. Tiramos un montón de chistes, criticábamos al gobierno, a la sociedad, a todos. Cuando lo llevamos al terreno del clown no funcionaba, porque era mucho chiste verbal y necesitábamos que el clown desde el cuerpo tome y se apropie de eso. Lo que tiene la comedia física... es graciosísimo decir comedia o teatro físicos, porque todo es físico; hablamos de la formación más complementaria de comedia que retoma los viejos territorios de la Edad Media, el bufón, el clown, que en ese momento no estaban diferenciados. Fue en este siglo cuando (Jacques) Copeau lanza la escuela y dice “hay que arrasarlo todo”; y en realidad no rehace tanto, vuelve a la Edad Media.
Lo que pasa es que Copeau le dio clases a Jacques Lecoq y a Etienne Decroux, que se va a lo físico y desarrolla el mimo, que no es el tipo con remera a rayitas: tiene que ver con una disciplina en la que tenés el cuerpo híper controlado. En cambio el clown tiene otra cosa que es lo que desarrolla Lecoq (que es el que más hace negocio con esto: monta la escuela y dice “estos son los territorios”, divide todo y elabora un plan de aprendizaje).
Cuando fuimos a los actores ellos querían tirar los chistes y era malísimo; entonces empezamos a buscar unos juegos, reacondicionamos todo el guión en base los juegos de los actores: era una obra de 60 hojas, teníamos un problemón (risas); no puede durar cuatro horas. Ahí hubo un trabajo de Martín Valli y mío, que volvimos a retomar y volvimos a llevar eso al guión: encauzamos los juegos dentro de una historia para que tenga sentido.
-La historia es como un viaje, como una odisea de una persona que sale de la realidad y se va a chocar con versiones alteradas de cosas de la realidad.
-Tomamos mucho como referencia la estructura del viaje del héroe: alguien sale en búsqueda de la aventura y algo descubre. Eso ya nos ayudó a entender bastante la obra, y además de poder ordenarla empezamos a ver que los chicos se apropiaban de los juegos que ya tenían, pero encauzados en un guión. Y a su vez la contradicción que te genera el guión: “Puse esto acá pero no va, este chiste no se va a entender, ¿por qué come papilla si dice que odia la papilla?”. Te volvés muy loco, y no es algo que yo sienta que se acostumbre tanto en Santa Fe: agarrar un guión y hacerlo pelota es mucho más fácil.
Escribir tu guión es una enfermedad: hasta el día de hoy nos pasa que seguimos corrigiendo; y a su vez el guión de clown lo que tiene es una extrema ebullición siempre: termina la función y tenemos una pequeña reunión donde decimos: “Hay que poner la mano más así, este chiste no funcionó, este saquémoslo que a la gente no le gustó”. Funciona un montón en base a lo que opina el público, en base a su vivencia y su latencia; distinto por ahí al teatro tradicional, que hace “cuarta pared” y se olvida: habrá algún qué otro retoque, pero no es tan fundamental. Acá es fundamental que esté conectado con el público.
Dalmasso se sienta en la silla de director frente a un grupo de intérpretes a los que él mismo formó en sus talleres. Foto: Gentileza Gonza Muñoz / Lechuza Films
Otro plano
-¿Cómo surge la historia de este personaje al que la realidad le parece muy mala y se va para otro lado, donde se encuentra con las mismas cosas pero en una versión más heavy?
-Lo que le pasa a Raimundo es que está encerrado en su realidad: él mira tele y come pizza, y si es por él no se baña por cuatro o cinco meses. Las condiciones externas lo van llevando a tomar una leche chocolatada que prepara uno de los amigos de la infancia que lo “pesadean”: él no quiere saber nada, los echa, les dice que se vayan, pero termina accediendo a tomar esa chocolatada qué le produce un estado de conciencia ampliada. Por eso es un mundo extraordinario, porque está fuera de lo ordinario; y ahí vamos a lo chamánico: los estados de conciencia ampliados de los que hablan los chamanes dividen la conciencia ordinaria de todos los días con la no ordinaria, y es ahí donde suceden las cosas. El universo chamánico tiene el mundo superior y el mundo inferior, y nosotros estamos en el medio. Es como que Reymundo accede al inferior y el superior.
-Siempre se dice que en los rituales de ayahuasca podés es tener experiencias muy buenas o muy malas, que tiene que ver con eso para arriba para abajo; y en el caso de tu personaje aparecen los miedos entre una serie de cosas.
-Exacto, se le manifiesta todo lo que en la realidad ordinaria no puede captar o decodificar; en esta realidad del mundo extraordinario de un estado de consciencia ampliado hay personajes que aparecen para encontrarle algo y mostrárselo. El viaje de ayahuasca es bueno o malo según desde dónde lo mires o lo experimentes vos: el viaje siempre es a vos mismo. Y creo que una de las cosas fundamentales de la obra es que no importa la pregunta: viajar es la respuesta.
Esa es un poco la respuesta a este viaje que si le buscamos influencias están “Eerie, Indiana” (una vieja serie de los 90 tipo “Escalofríos”), “Alicia en el País de las Maravillas”, Tim Burton: fijate que siempre está esto de meterse en un hueco. “Laberinto”, “La historia sin fin”, “Big” (la de Tom Hanks en la que desea ser grande y pide el deseo), “El imaginario mundo del Doctor Parnassus”.
También lo que más nos influyó es una instalación que se llama “Meow Wolf”: está en Santa Fe (Nuevo México): es una casa en la que vos abrís el lavarropas y te conecta con un camino de árboles; abrís la chimenea y te metés en un coso dónde hay pelotas; lo inventaron unos artistas, diseñadores gráficos, súper independientes, que pintaban la casa. Creo que hay uno en Las Vegas que es todo un supermercado en joda: comprás la salsa de tomate y tiene un ojo que se mueve. Es la experiencia de estar en otra realidad, en un mundo no cotidiano.
Bueno, el surrealismo ni hablar: hay muchas cosas que están revertidas en esa realidad, que es un poco lo que le pasa a Alicia.
-Lewis Carroll, en plena época victoriana, fue un gran pionero de todo esto, y de la idea de pasaje: el agujero, el espejo.
Exacto. De hecho en los rituales chamánicos también está esto: tenés que imaginarte un hueco en la tierra que hayas visto en la vida real. Alicia se mete en el hueco del conejo, qué aparece como sabiduría. Acá también tenemos ciertas codificaciones: el extraterrestre que aparece y le quiere dar pastillas “porque es más rápido”, para volver a sentir sus emociones porque el gran concepto de la obra es “no puedo sentir, ya perdí la capacidad de sentir”.
-Está como anestesiado.
- Claro, es una vida súper recta, plana, y el hada (porque en realidad ellos están viendo tele y se meten en “Hadalandia”) le dice: “Yo te hago Reiki, te prendo unos sahumerios, vamos a hacer registros akáshicos; y el extraterrestre se opone totalmente: “Tomá las pastillas y olvidate”.
En el medio de esto hay una araña, que en realidad es el amor que nunca pudo expresar por Soledad. Sole y Walter Ego son los amigos que llegan a la casa y le hacen tomar la leche chocolatada. En esa realidad extraordinaria aparece Soledad bajo la forma de araña: él ve la parte malévola, y a su vez la araña es una metáfora de querer parecerse a la otra; es toda la maldad que está encapsulada en Sole y él no puede ver, pero en ese mundo se muestra. No porque sea mala, sino porque es el costado que él no puede mirar.
La araña quiere una garantía propietaria para conseguir casa, porque en realidad también te das cuenta que este mundo es una vecindad al mismo tiempo. Todos los personajes que van a interactuar entre sí son parte de una vecindad donde las puertas se van abriendo todo el tiempo, haciendo un poco también de paralelo con la “comedia de puertas”, que siempre existió y siempre garpó: cada vez que se mete alguien tiene que ser más el enredo, y al final se tiene que resolver todo. Es así de simple.
Más funciones
Después de este fin de semana en la Marechal, la obra volverá los viernes 5 y 12 de agosto a las 21, en el Foro Cultural UNL (9 de Julio 2150); y los domingos 4 y 11 de septiembre en La 3068 (San Martín 3068).
Staff
Asistencia de producción: Victoria Olivencia.
Diseño escenografía y vestuario: Elías Alberto.
Escenografía y pintura: Ariel Ocampo y Alfonso Gay.
Realización de vestuario: Mirian Contreras.
Diseño de iluminación y planta de luces: Diego López.
Técnica luces: Nicolás Decarlini.
Ilustración, diseño, logo e identidad gráfica: Agustina Ilari.