Kapanga vuelve a Santa Fe para festejar con su público sus 25 años de andanzas, cumplidos el año pasado. En diálogo con El Litoral, el vocalista Martín “Mono” Fabio repasó su viaje de banda juvenil a trabajadores de la música; su paso televisivo por “MasterChef Celebrity” y muchos temas más.
Gentileza Prensa Kapanga Cuando hagan un libro de estas épocas nos van a dedicar un par de hojas creo; podríamos estar en ?Entretenedores entre siglo XX y XXI ?: con los Decadentes, Los Pericos,Vilma Palma , dice el Mono.
El viernes, a las 21, Kapanga se presentará en Tribus Club de Arte. La banda oriunda de Quilmes seguirá festejando su cuarto de siglo durante 2021 con su público, con la fuerza y humildad que los caracteriza. Las entradas están a la venta en boletería (República de Siria 3572) de miércoles a domingo entre las 18 y las 0, y a través de Ticketway.
Como aperitivo, El Litoral charló sobre diversos temas con Martín “Mono” Fabio, vocalista de una formación que se completa con Miguel “Maikel” de Luna Campos en guitarra y coros, Javier “Memo” Manera en bajo y coros y Claudio “Mafia” Maffia batería y coros.
Paralizados
-Después de un año complicado pudieron hacer gira de verano en Buenos Aires, La Plata y Mar del Plata, en el marco de los festejos de los 25 años que pudieron concretar en noviembre en el Hipódromo de Palermo. ¿Cómo vivieron esta reactivación?
-De la misma forma en que si hubiera habido parate: es muy difícil trabajar en estas condiciones, montar un show. Lo que se pudo hacer en el verano fueron cinco o seis fechas. Ahora va todo para atrás de vuelta; a mí me tiene bastante intranquilo, porque ponés en venta las entradas, movilizás a la gente, ponés guita para hacer publicidad: vos invertís más allá de ir a tocar.
La verdad es que nosotros no estamos en un momento para invertir nada, solamente tratamos de generar esos poquitos shows que pudimos hacer para que todos los que laburan con nosotros tengan un ingreso. Nosotros también vivimos de esto, es lo único que sabemos hacer. Es una situación difícil, complicada, lo entendemos; metemos todo lo que nos piden, el protocolo es estricto.
Las miradas parece que siempre están apuntadas a este tipo de vida que nosotros elegimos llevar, que es la de noche. Parece Drácula el virus: acá en Buenos Aires de ocho de la noche a seis de la mañana no podés salir de tu casa.
-No va a ser la primera vez que la nocturnidad y la música paguen los platos rotos de la sociedad en general.
-Sí, siempre hay algún culpable: primero los runners, después los jubilados, los adolescentes en el verano. A los de menos de 25 años les dicen: “Ustedes son los culpables de que se mueran los viejos”, y eso me parece que está mal. Los chicos no tienen la culpa: demasiado bien se la bancaron durante casi un año adentro, perdiendo la sociabilidad, sus salidas. Nosotros porque somos viejos: a los 52 años, los primeros dos o tres meses me vinieron re bien, porque estaba cansado de girar, de ir de acá para allá. La verdad es que me vinieron muy bien; después me empezó a preocupar la situación, y ya no tengo muchas más ganas de estar en mi casa.
Noto que el entretenimiento es el más castigado, no los músicos: todo el cine, el teatro, cualquier expresión artística hoy es como “cerramos por acá; el entretenimiento no le importa a nadie, no es esencial”. Les digo que lo que es recontra esencial lo que hago, para mí. Lo demás lo podemos discutir, pero yo lo necesito para vivir; mi gente necesita vivir de lo que hacemos: no somos fleteros, no tenemos un quiosco, una carnicería, no manejamos un remís. No tenemos otro trabajo.
También uno dice: “¿Asumís el riesgo?”. Y sí, si vengo asumiendo el riesgo hace 25 años, subiéndome todos los fines de semana a un micro de gira, andando por miles de kilómetros de las rutas argentinas, que dejan mucho que desear; subiéndome a 60 aviones por año. Nuestro trabajo ya de por sí es de riesgo. Ahora jugamos con el riesgo de la pandemia: ninguno se quiere contagiar, ninguno se quiere enfermar; pero también tenemos que comer.
Esto es como un déjà vu del año pasado: “Diez, 15 días nos la bancamos”. Todos hicimos videos de Instagram, mostramos todas nuestras miserias: cómo arreglábamos los lavarropas, las cocinas, cómo pintábamos macetas, cómo tejíamos; hacíamos el challenge de patear el papel higiénico, el de la vertical. Ahora de nuevo la misma historia.
-Ahora ya la conocemos.
-Si me toca otra vez la misma, salgo con la espada (risas).
Modo de vida
-Volviendo a la cifra de los 25 años. ¿Sos de mirar hacia atrás y repasar todo este tiempo?
-Sí, claro, durante toda esta pandemia me pasa todos los días: “Mirá, loco, una banda de 25 años, la mitad de nuestra vida laburamos en Kapanga”. No podemos darnos el lujo de estar parados, porque somos laburadores de la música: comemos y vivimos gracias a los shows que hacemos todos los fines de semana. En la música hay una fantasía muy grande: millonario es el Indio Solari, después los demás son unos cuatro de copas, laburadores. Andá a preguntarle a Los Tipitos, a El Bordo, a Las Pastillas del Abuelo: todos van a estar en la misma.
-Maikel y vos son primos, Mafia está desde el vamos. ¿Cómo se perdura en el tiempo a nivel humano, y cómo es convertir en laburo algo que empezó como una aventura de pibes?
-Como nos pasa a todos los que pasamos cierta vida útil de cualquier cosa. Más allá de que esto haya empezado como cinco chabones adentro de un garage tocando canciones, ensayando y divirtiéndonos, sin tener presiones, sin muchas obligaciones. Hoy se transformó en esto, que para mí es un peso: llevar adelante una empresa como cabecilla, como cantante de Kapanga, y tener que pasar estas vicisitudes que nos pone la vida. Cuando ya creaste una infraestructura, donde tenés que tener espaldas para aguantarla. Cada vez que tocamos los miro a los pibes que laburan conmigo, que se la tienen que rebuscar de otra cosa.
Hoy tengo 52, y tengo otras preocupaciones que cuando armamos la banda. Me pasó la vida un poco por arriba. Pero es también seguir afrontándolo de la forma que creemos. No sabemos otra forma: no sabemos estar en casa.
-Ya es una vida encima haciendo esto.
-Claro, no sabemos lo que es dormir de corrido ocho horas en una cama que no se mueve. En la pandemia dije: “¿Esto es mi casa? Me quiero volver a subir al micro de gira. Prefiero dormir mal, comer mal, ya me cansé de mi casa”. Tengo síndrome de abstinencia de ruta: de tomar mate, charlar, ver amaneceres, atardeceres.
-El micro también es tu casa.
-Se transforma en tu segunda casa y tu pequeño búnker. Adentro del micro sentimos que somos indestructibles. Todo lo que te conté de riesgo no pasa por la cabeza: me subo al micro y es como si estuviera en el living de mi casa. Extraño el contacto con el público, bajar en un pueblo o ciudad y que te reciban, que te traten con cariño. Eso falta, y va a faltar un montón para que vuelva.
-¿Qué imágenes te vienen a la mente cuando repasás tu historia con Kapanga?
-Demasiadas cosas me pasaron, hermosas. La banda nació haciendo covers de la Mona Giménez, y terminé siendo de la Mona, cantando con él. Después, ser parte de un movimiento que existe desde hace más de 50 años que es el rock argentino: cuando hagan un libro de estas épocas nos van a dedicar un par de hojas creo; o una hoja de adelante y atrás (risas). Si lo clasifican como lo clasificaron toda la vida a la música... ustedes (risas), podríamos estar en “Entretenedores entre siglo XX y XXI”: están los Decadentes, nosotros, Los Pericos, Vilma Palma, un montón.
Compañero de viaje
-El año pasado salió “Todavía”, junto a Nahuel Pennisi. ¿Cómo salió esa colaboración?
-A Nahuel lo conocí en un evento en La Usina del Arte: Animal hacía un show especial, con varios invitados, uno era él. Sabía algunas historias que me había contado un productor de giras en común, y ya me había caído simpático sin conocerlo. Cuando lo conocí me terminó de convencer de que era un lindo personaje para que entre en nuestro mundo.
Se lo comenté a los Kapanga, y cuando empezamos a grabar con la idea de grabar un disco nuevo sale esa canción, y Maikel me dice: “Podríamos decirle a Nahuel”; por lo general tenemos invitados en los discos, que en general son del palo del rock. Se lo comentamos, se re copó el pibe. Lo invitamos a un show, se divirtió.
Terminó grabando una muy linda canción; más allá de que la gente nos tiene identificados con un estilo festivo, alegre, esto es una gran canción. Y la voz de él le da el toque especial y mágico.
-No solo grabó sino que actuó en el video de chofer del colectivo.
-No sabés cuando le dijimos cómo se reía. Es la de “Perfume de mujer”, donde Al Pacino es ciego y maneja. Ya lo había hecho, pero de verdad: una vez manejó un auto con un acompañante que le iba diciendo “derecho, derecho”; en un camino de tierra, no era la Ruta 2 en fin de semana largo.
Después de conocerlo hice muchas veces el ejercicio de cerrar los ojos, tratar de entrar a mi casa. Es muy complejo, el chabón lo toma con tanta naturalidad... Para mí, a su forma, él ve: ha desarrollado los sentidos de otra forma: el tacto, el olfato, el oído: es un AutoTune humano. Tiene oído absoluto y memoria de grabadora, ponés “Rec” y apretás.
Cuando voy a grabar canciones tengo una coach que me ayuda: me pongo bastante tenso, soy bastante inseguro. Laburo con Loli Álvarez en los últimos cuatro discos. Le cuento que viene a grabar Nahuel Pennisi y me dice: “Si me puedo quedar me encantaría”. Vamos a grabar la primera toma, cuando el pibe abrió la boca la profe se puso a llorar. Las cosas que grabó, las armonizaciones, la afinación: este chabón tiene una Mac en la cabeza.
Es muy divertido, y es de esas personas que celebro que la música me haga conocer. Una humildad nunca vista, un divino.
Entrar en la pantalla
-Durante la pandemia te animaste a meterte en una pecera diferente como es la televisión, en “MasterChef Celebrity”. ¿Cómo viviste ese paso por un medio que no es tu ambiente habitual?
-Me metí en la pecera de los tiburones (risas). Un llamado que recibí en agosto del año pasado, ya hacía como cinco meses que no salía de mi casa, no tenía escapatoria. Me proponen que iban a hacer eso, cocina con personajes conocidos, a mí lo de la celebrity mucho no... somos un poco más conocidos que la gente común. Y dije bueno, que no sabía cocinar, no era el Gato Dumas ni mucho menos: un chabón que cocina poco y para sobrevivir. Los pibes me dijeron: “No, es un programa de tele, ¿qué tenés que hacer?”. “La verdad, nada” (risas).
Fui y acepté el desafío. A medida que fue pasando el tiempo pensé “está bueno”, porque me sacaron de mi pecera, mi zona de confort donde nadaba tranquilo; y me llevaron a otro mundo, que no es el mío. Y me desenvolví bastante bien, me pasó con en la música, como cuando voy a tocar: se generó algo conmigo, cómo empatizó la gente al toque, de sentirse identificada; te empieza a descubrir un público que no sabía ni quién eras, empezás a entrar en otra gente.
La verdad fue un golazo: la pasé muy bien, hice amigos, me divertí, comí rico y feo, cociné rico y muy feo (risas).
-También te animaste a participar en “Seres Libres”, el programa sobre adicciones de Gastón Pauls, animándote a hablar de cosas que por ahí la mayoría prefiere no contar. ¿Qué te impulsó a abrirte?
-La iniciativa de Gastón, que también pasó por momentos horribles en su vida. Si es para sumar, y aportar un granito de arena para alguien que tiene un problema y pueda pedir ayuda, yo estoy. No es que no se sabe: mi historia la conocen, la conté mil veces. Pero siempre hay alguien nuevo, o no sabe por lo que uno pasó.
Podría decir: “No, Gastón, ese día no puedo ir a grabar”, o “ya hablé cien mil veces de mis problemas”. Pero en la televisión nunca hubo un programa así: crudo, con la realidad, con testimonio de gente que la pasó mal en serio. Muchos harán zapping, seguirán de largo; pero si se queda uno, y ese pide ayuda y se recupera, es un éxito rotundo.
-Salvar a uno ya hace la diferencia.
-Y sí. Después un montón de personas que participaron también del proyecto, que también quieren que no haya chicos que pasen lo mismo que nosotros. O que si lo estás pasando en ese momento, pienses: “Estos pibes me están batiendo la justa”. No es un político, no es que están vendiendo un producto: están hablando de vida o muerte, de salud, de familia, de cosas tristes pero que son reales. En cada familia hay un problema como el nuestro. Si les despertás una alarma a un pibe que está mirando, y lo ayuda, el programa es un éxito.