Leonardo Pez
El Litoral dialogó con Hugo Lobo, multi-instrumentista y líder del conjunto que reivindica, en clave instrumental, el ska jamaiquino, el reggae y otros estilos.
Leonardo Pez
Este viernes, a partir de las 21, Dancing Mood se presentará en Piedras Blancas (Costanera Este); previamente habrá un opening con DJ sets con vinilos. La orquesta liderada por Hugo Lobo recorrerá su discografía publicada en 19 años, con una escala por el último álbum al momento, "On the good road".
Las anticipadas están en venta en 1980 Boulevard, Megaforce, Terco Tour (Santa Fe y Paraná), Casa Rizzi (Santa Fe y Santo Tomé), Credifé (Santa Fe, Rafaela y Esperanza), Centro Eléctrico (Paraná); y por Internet a través de Sistema Ticketway y sus puntos de venta.
Repaso
—¿Qué particularidades va a tener el show del viernes?
—Estamos cerrando la presentación del disco que sacamos el año pasado (“On the good road”), y con la cabeza en meternos a grabar algo nuevo. Hace tiempo que no vamos para aquellos lados, así que vamos a hacer un repaso de lo que venimos haciendo en estos años, pero enfocándonos en el último disco que grabamos.
—¿Cómo se prepara un recital con la particularidad de realizarse en la costa santafesina?
—Tanto para la gente que va a vernos como para uno, cambia mucho la onda y trataremos de armar un show acorde a eso. Si el día está lindo calculo que sí cambia bastante tocar al aire libre o cerca del río, que en el centro metido en un lugar. Más este tipo de música que viene del aire libre.
—Además, va a haber un opening con DJ set con vinilos.
—Soy muy fanático de los vinilos, así que seguro va a estar buenísimo. el momento más glorioso de la música grabada lo tuvo el vinilo. Pasar música en vinilo en vivo en una fiesta y pasar música digital es bastante diferente por el sonido. Disfruto mucho de eso así que calculo que la gente también y, seguramente, la música que se pase va a estar acorde.
Vinilero
—¿Cuál fue el primer vinilo que te cautivó?
—Desde muy chico escucho vinilos porque mi viejo es músico y tenía mucha música en casa. De los primeros discos que le robaba cuando se iba, me acuerdo particularmente de “Siembra” (Rubén Blades) y “Back to Oakland” (Tower of Power). Yo tenía siete años, y sin saber qué música era, me gustaban. Eran dos discos que por sus tapas me llamaban la atención. el de Rubén Blades tenía cuatro bebés de diferentes orígenes y el de Tower of Power que tenía un cartel de una ruta en el caos de una ciudad.
—¿Y el último qué compraste?
—Tengo un montón de vinilos y todos los fines de semanas voy a ferias. Es música vieja la que escucho. el último que me compré fue el primero de Joy Division (“Unknown pleasures”). Nada que ver al estilo de música que yo hago (risas).
—¿Hasta qué punto un sonido definido como el de Dancing Mood recibe influencias de la música que siguen escuchando?
—No sé si estilísticamente, pero en la composición y en los arreglos sí. Es inconsciente. a la hora de componer, los recursos que a uno se le aparecen seguramente son de cosas que viene escuchando y sin darse cuenta... o quizá se da cuenta una vez que está grabado.
Frescura
—¿Cómo ves a “On the good road” a un año de su salida?
—Estoy muy conforme. Es el segundo disco de Dancing Mood netamente con composiciones propias. Eso, para mí, le dio una frescura. Hay ocho discos reversionados (si bien uno compone y rearma arriba de las versiones, no es solamente copiar y pegar). Son discos que los tomo muy personales para la banda y con un resultado copado en lo auditivo y en la sensación personal.
En un tipo de banda como ésta yo nunca esperé resultados de ningún otro tipo, como buscar una canción pegadiza o un hit. Esto es música instrumental y es la música que a mí me gusta. Al ser composiciones propias y al haber cambio de integrantes, queda en claro que el sonido de Dancing Mood es el sonido de Dancing Mood. Me parece que es el disco más completo y maduro, pero también más cercano a los dos primeros discos.
—Además, este año publicaste en formato solista “Neighborhood rules”.
—Es un proyecto paralelo a Dancing Mood, por un placer personal y una deuda pendiente: grabar discos con el 95% de los instrumentos tocados por mí. Hay cosas que puedo desenvolver en mi proyecto solista que en Dancing Mood no. No porque no quiera, sino por el formato y el estilo que tenemos. Mi carrera solista es un poco más rústica y esa es la búsqueda: con menos instrumentos y sin tanta influencia del jazz (más allá de la raíz del género).
En este tercer disco tuve la suerte de poder grabar con ídolos míos y artistas internacionales como Ken Boothe, Lynval Golding (The Specials) y Carrol Thompson, llevándolos a este estilo. el mes pasado fui a presentarlo a Londres con músicos de allá. Esa es la otra particularidad que tiene este proyecto: trata de viajar por todo el país y por el exterior tocando con músicos locales y enfocándome más en los músicos independientes que hay en todo el país.
—Además de ambos proyectos, trabajás junto a la Orquesta Infanto Juvenil “Vamos los Pibes” del Centro Cultural Osvaldo Miranda. ¿Qué significa para vos ser parte de una instancia de formación tan importante para los niños?
—Trabajamos con chicos de 6 a 12 años, es una etapa de la vida más que importante y la música puede ayudar un montón. Sobre todo, trabajamos con chicos en situación de vulnerabilidad que tienen problemas de adaptación en el colegio. La orquesta es 100% gratuita y también funciona como merendero.
Me moviliza, primero, lo que me pasó a mí con la música: cómo me cambió la vida desde que la elegí de chico, cómo me ayudó en un montón de aspectos, a relacionarme con la gente, a sentirme partícipe de algo. Hay muchos chicos que no la pasan muy bien en ese sentido, y creo que los músicos tenemos el deber de volver la suerte que uno tuvo de poder dedicarse a lo que le gusta. Tenemos el deber de aportar un grano de arena a la cultura y a la formación de los chicos. Ojalá hubiese más músicos, con más llegada, que se dediquen a este tipo de cosas. Creo que es sumamente importante para la formación de los niños la sensibilidad que da la música y todos los valores que uno aprende. Es muy importante sentirse parte de un grupo, que lo que vos toques sea parte de una obra.
Por la música
—¿Qué balance hacés de estas casi dos décadas junto a Dancing Mood?
—Son 19 años, llegando a los 20, siempre estando a full. Uno no se para siempre a ver todo el tiempo qué pasó y los resultados que se fueron dando sin esperarlo. Cuando lo hago, para mí es increíble. el balance es sumamente positivo. Cómo se pudo posicionar del boca en boca una banda instrumental que no existía dentro del rock nacional por lo menos de este estilo es una cosa muy loca. Haber podido tocar varias veces en el Luna Park, en el Ópera, en el Gran Rex y en el exterior.
Los músicos que están en Dancing Mood están por la música, otra cosa no se puede pretender. el que no está, no está también por la música. Nunca tuvimos ningún problema en la convivencia: somos gente que se dedica a la música, cada uno tiene también sus propios proyectos. No somos un grupo de amigos del mismo barrio, pero nos conocemos hace muchísimo tiempo, inclusive antes de armar Dancing Mood. Cada vez que nos vemos es una celebración.