Sábado 28.8.2021
/Última actualización 14:13
Cuando falleció el 20 de abril de 1965, el político Alfredo Palacios no tenía ninguna propiedad privada a su nombre. Le faltaban apenas diez días para culminar su mandato como legislador. En los meses anteriores, con 86 años ya cumplidos, tenía presentadas más de ochenta acciones parlamentarias.
Este singular personaje de la política argentina, tan conocido por sus férreas convicciones y su defensa de los postergados como por sus discursos impetuosos y sus pintorescos bigotes, llegó a escribir un cartel frente a su casa del barrio de Palermo que decía “Abogado. Atiende gratis a los pobres”.
Archivo El LitoralEn 1957, Palacios integró la Convención que llevó adelante la reforma de la Constitución, después de la Revolución Libertadora, que convalidó la derogación por proclama militar de los cambios introducidos en 1949, durante el gobierno de Juan Domingo Perón e incorporó a la Carta Magna el artículo 14 bis referido a los derechos del trabajo.
La Convención se desarrolló en Santa Fe, entre el 30 de agosto y el 23 de septiembre de 1957. En ese marco, y durante su estancia en la capital provincial, el legislador nacional realizó una visita al convento de San Francisco, que quedó reflejada en los diarios de la época y tiene aristas tan llamativas como su protagonista.
Palacios arribó en un automóvil al convento, en horas del mediodía del martes 17 de septiembre. “El aguerrido convencional socialista se proponía visitar el museo histórico y la Sala de los Constituyentes, hecha con ceras del Museo de Luján”, explicó El Litoral, en una crónica publicada esa tarde.
El dirigente fue recibido por los franciscanos, empezó la recorrida junto a su breve comitiva y pronto se encontró rodeado de gente. “La presencia del doctor Palacios había sido advertida y hasta de la Casa de Gobierno algunos empleados satisficieron su curiosidad”, indicó el cronista.
Archivo El LitoralUn escritorio muy particular
En un momento de la visita, Palacios se topó con un escritorio que había pertenecido al Dr. Dardo Rocha, gobernador de la provincia de Buenos Aires desde 1881 hasta 1884 y fundador de la ciudad de La Plata en 1882.
Alguien le explicó el secreto de este antiguo mueble: un dispositivo muy disimulado que permitía abrir una pequeña puerta, a través de la cual podían ser sacados numerosos cajoncitos, empleados posiblemente por el poseedor para guardar documentos de importancia.
Archivo El LitoralLo que siguió después, el periodista de El Litoral lo reflejó como se transcribe a continuación. “En posesión del secreto, el Dr. Palacios exclamó risueñamente: -¡Si hubiera tenido este escritorio cuando Perón allanaba domicilios”.
Un momento después, fue invitado a firmar el libro de asistencias. Y mientras lo hacía, levantó la mirada y agregó: “tal vez Dardo Rocha guardaba en los cajones de este escritorio sus cartas de amor”. Frase que encontró entre los concurrentes “un sonriente eco”.
Cuando se estaba por retirar, una mujer interpeló al socialista. “¿Es cierto doctor Palacios, que se retirará de la convención, como dicen los diarios?”. A lo cual el político respondió: “Son calumnias de los letristas”.
Archivo El LitoralAntes de llegar al autor para retirarse del lugar, Palacios debió detenerse una vez más. Es que un mendigo, con un chico de la mano, le pidió una limosna. El dirigente le dio algunos pesos que tenía en los bolsillos. Y entonces alguien del público acotó: “El doctor Palacios, demagogo”.