Lunes 3.8.2020
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Cuentan que Vladimir Nabokov, el autor de “Lolita” tenía un sistema muy estricto de trabajo: empezaba a escribir a la una de la tarde y terminaba a las seis. No es el caso de la artista Consuelto Iturraspe, santafesina radicada en Buenos Aires, quien admite que no es una persona apegada a rutinas para la escritura. “Hay días que no puedo escribir. A veces soy más lectora que escritora. Sí sé que el dolor, por ejemplo, es un tajo abierto a la poesía, no lo concibo sin la posibilidad de escribirlo. Pero también están los vínculos y sus complejidades, los subtextos, el silencio desmesurado, la distancia y sus vacíos, la boca que sonríe, las coincidencias, cualquier imagen que nos regala potencia”, remarca.
Nacida en 1987, dedicada a la dramaturgia, la poesía y a la dirección teatral tras su egreso en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires (EMAD) y la realización de cursos con prestigiosos maestros como Mauricio Kartun, Consuelo empezó su formación en las artes escénicas en Santa Fe. Malena Bravo, Raquel Romero Acuña, Vanina Oroño, el “Trompa” González y Silvia Nerbutti, son algunos de los nombres que atravesaron su biografía. “Me introdujeron en el mundo de la actuación, les debo mi fascinación y la imposibilidad de escapar de esta actividad increíble”, admite.
Fueron meses pasmosos, abiertos, conocí formas de hacer y escribir teatro, el 8M marché junto a un puñado de mujeres... Publicado por Consuelo Iturraspe en Martes, 26 de mayo de 2020
Hace poco editó “Acaricio perros”, primer libro en el cual se mueve sobre los terrenos de la poesía. “Tenía la voluntad de volcar algunas imágenes que atesoraba y que se vinculan con la muerte de mi padre, una herida todavía fresca al momento de empezar este libro. Descubrí empíricamente los dos grandes poderes de la enunciación: volver algo real y dejarlo partir. Luego están los poemas que manifiestan todo lo otro, aquello que rodea a la muerte y que la mayoría de las veces tiene que ver con la ternura, con lo no dicho, con las marcas personales de la mirada en lo extraordinario y lo intrascendente de la supervivencia”, cuenta.
La experiencia fue una prueba. “Estaba interesada en la escritura en verso, leía mucho pero no me atrevía a probar. Finalmente trabajé un borrador y asistí a distintos talleres. Un verano, en un viaje, se lo compartí a Laura, mi hermana de las letras. Ella lo leyó boca abajo en la arena, todavía conservo en el cuerpo la imagen soleada de la espera. Me hizo una devolución preciosa, detallada, y me animó a publicarlo”, recuerda. Finalmente, llegó el eslabón que completó la cadena: el encuentro afortunado con Marcos Gras de Santos Locos Poesía, la editorial que permitió que el libro sea una realidad.
“¿Te definís más o como poeta o como dramaturga?”. Ante esta pregunta, Consuelo retruca: “¿Se puede encarnar el teatro sin encarnar la poesía?”. Y ensaya una respuesta: “Son fronteras cada vez más difusas e innecesarias de delinear. Creo que me defino más como poeta porque todo lo que escribo, sin importar qué ni para qué, tiene una búsqueda poética”, asegura. No obstante, considera que apareció todo junto. “La primera vez que leí un texto dramático, fue epifánico. Me enamoró la dramaturgia como descubrimiento porque de alguna manera se aislaba del acontecimiento espectacular y al mismo tiempo existía para eso. Entendí enseguida que prefería estar detrás y no delante de un escenario. Ahí también me encontré con la poesía, nadie me la señaló, estaba en todas partes”, explica.
En similar sentido, sostiene que es muy complejo acercarle la poesía a alguien. “Para mí es una experiencia íntima, solitaria y misteriosa. Hay que transitar un estado de permeabilidad para leer un poema. Muy joven me crucé con Rilke y no supe qué hacer. Lo dejé para más adelante porque le tenía demasiado respeto. En la enseñanza temprana hay una solemnidad asociada a la poesía que no me resulta positiva. Tenemos que empaparnos de esos textos, jugar con ellos, prestarles nuestra voz, permitir que nos atraviesen”, plantea.
La pandemia arrancó a la poeta de un viaje por el extranjero y la obligó a regresar a casa antes de tiempo. “Estaba en México, con planes de montar obras allá y a punto de empezar un taller con una poeta mexicana que admiro, pero todo se canceló. No estoy peleada con este episodio, al contrario, pienso que tenía que suceder y que el proceso habilitó aprendizajes. Aproveché para leer algunos clásicos que siempre están pendientes: Proust, Tolstoi, los diarios de madurez de Sontag que son un manual honesto sobre el ejercicio hermoso de escribir. También me zambullí en autoras contemporáneas mexicanas como Dolores Dorantes, Valeria Luiselli, Isabel Zapata”, narra.
Hoy se mantiene activa: “estoy armando mi segundo poemario, tengo el deseo de dirigir una obra nueva y con Laura también nos encontramos trabajando en un proyecto epistolar que contiene más de 50 cartas que nos escribimos en menos de un año. Y por supuesto, esperando que se termine esta pesadilla invisible así presentamos el libro y celebramos el regreso de los cuerpos”, finaliza.
Uno de los hitos de su vida artística fue su proyecto de escritura dramática colectiva “Un tiro cada uno”, obra escrita junto a sus compañeras del grupo de escritura feminista “Cabeza”, que obtuvo la Beca Bicentenario a la Creación 2016 del Fondo Nacional de las Artes. “Es una obra que quiero mucho. Empezamos en el 2015, decidimos investigar casos reales de violencia de género en Argentina. Explorábamos lo testimonial pero gestábamos una ficción. Fue un proceso largo y doloroso que devino en nuestra primera obra escrita de manera colectiva. Desde el punto de vista formal, a mi criterio es atractiva porque fusiona dispositivos textuales diversos: notas periodísticas, fragmentos narrativos, monólogos poéticos, recursos que también tengo el deseo de explorar en mi escritura individual. En relación a la temática, es muy difícil que mi mirada ignore este contexto de violencia que vivimos las mujeres, es mi contexto, es el contexto de todas. Escribo voces de mujeres, escribo sobre mujeres. Probablemente también escriba para ellas”, explica.