Con la publicación de su último álbum, “Ritual”, el cuarteto profundiza su mirada sagaz y crítica de la sociedad actual, ampliando las fronteras sonoras.
“Saer debería ser mucho más conocido en el mundo; tendría que estar a la altura de un Bolaño”, firma y afirma Marc Gili. Foto: Gentileza Prensa
Dorian es un cuarteto español de rock, ecléctico, que este año lanzó su sexto álbum, “Ritual”. La obra estrecha lazos con la discografía precedente, pero da un paso más hacia las letras sociales, con un sonido new wave mutante -aunque característico-, y referencias literarias a flor de piel.
El trabajo discográfico cuenta con las colaboraciones de Ana Mena, Lido Pimienta y Youthstar. “Han pasado muchas cosas en el mundo en los últimos años, y como letrista no me apetecía hablar de mi entorno directo. Preferí girar el telescopio hacia la sociedad”, refirió el cantante y compositor catalán Marc Gili, quien reflexionó junto a El Litoral sobre el momento de la banda, y fenómenos como el feminismo en Europa, la gentrificación y el escenario post-Covid.
Muy argentinos
Marc se levanta en dos ocasiones para extraer un par de libros de su extensa biblioteca. El gesto virtual reemplaza al real: si estuviéramos frente a frente seguro me alcanzaría uno de ellos. Probablemente fuera “El entenado” de Saer, en la versión de la editorial barcelonesa El Rayo Verde. Cortázar, Lugones, Saer o Piglia. Aira, Casas. Pero ahora, píxel o miopía amplían el arco de la imaginación de acuerdo al recorrido oral que improvisa el músico.
Pienso en “Dos vidas”, la canción que alude a “Cien años de soledad”. Más adelante, confesará cuánto placer les genera “soltar pequeñas pistas sobre nuestras querencias”. Guiños para jugar con el público. Marc se vuelve a sentar para hablar de Saer. “Lo que me fascina es su dominio total de la técnica. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo, e incluso hacía cosas raras. Y su punto de vista. El enfoque es tremendamente original, especial. Debería ser muchísimo más conocido en el mundo entero, a la altura de un Bolaño -en cuanto a retorcer la literatura-”.
La música es otro de los frentes en los que Dorian abraza el imaginario rioplatense. Se nombra al consabido Calamaro, a la par de Indios, Javier Zuker y Poncho. Babasónicos. Peces Raros. Y, obviamente, el integrante argentino del grupo: Lisandro Montes (composición, arreglos, producción). “La cultura hace que emocionalmente te unas mucho a lugares”, fija Gili.
“‘Ritual’ lanza una mirada crítica a la sociedad, aunque no nihilista. Una mirada constructiva, positiva”. Foto: Gentileza Prensa
Nuevo camino
“Ritual” es un álbum de apertura, que se la juega por un diálogo “musical e intertextual” entre Europa y América. Como el grumete que convive con los indios colastiné en “El entenado” de Saer (1983), los integrantes de Dorian fueron penetrando la ciénaga del lenguaje musical, entendiendo que el significado de una palabra (o de una sonoridad) designa un enorme abanico de estéticas a la vez.
“Nos interesaba una colisión entre ambos mundos, ambos continentes y coger lo que más nos apeteciera de cada uno de ellos”, repone Marc. Jugaron, retorcieron y conectaron como Mano Negra y The Clash. Apostaron a colaboraciones tan eclécticas como el propio álbum, haciendo convivir ítalo disco, synth pop, pop electrónico y la infaltable new wave. En “Lento”, por caso, combinan ritmos afrocaribeños con unos coros construidos sobre una base “que podría ser french touch, cercano a Kavinsky o Justice. Volvemos a hacer colisionar lo latino, ahora, con lo francés”.
Para el músico español, “Ritual” marca “un nuevo camino musical que nos dará muchas alegrías. En definitiva, vamos a seguir investigando en esta relación de ritmos, sonoridades e instrumentos”. Un ejemplo de ello es “Libre”, chacarera ubicada en el corazón del disco a la que se suma la cantante de Barranquilla, Lido Pimienta. “Habíamos escuchado antes el género, pero fue Lisandro quien empezó a construir la canción con esa base tan marcada, tan tradicional. Encima del beat le metimos los sintetizadores y su magnífica voz, y en esa colisión creamos algo hermoso, diferente y especial. De hecho, hemos traído instrumentos de chacarera a España para poder tocarlos en los shows; no van a ser grabaciones, sino que los ejecutaremos nosotros mismos”.
Contrapunto
Checho o Nacho de Matilda dijeron alguna vez que bailar es una forma de pensar, y desde entonces, no puedo dejar de pensar de ese modo el baile (o bailar de ese modo el pensamiento). Con otras palabras, Aute describió la esencia del pensar como “estar de paso”. El ritual de Dorian parece ajustado a esta lógica. “Ahí entroncamos con la idea del contrapunto, una técnica muy poderosa en el arte”, aclara Gili.
Se acuerda de los cuadros de Picasso, de la música de Nick Cave. Aparece en su mente alguna balada con voz dulce de la Velvet Underground, que podía hablar de pasar tres días sin dormir o del sadomasoquismo. “Cuando junto una música de baile con un contenido más propio de un cantautor o de un cantante de rap, se crea un desgarro. Se abre una brecha de luz, porque estoy provocando la colisión de dos conceptos que no tienen que ir juntos -el baile y el pensamiento- con una tercera cosa que hace que sea más efectivo. Tiene más fuerza que una canción hablando de lo mismo con un tío berreando, gritando super agresivo. Es algo con lo que hemos jugado mucho en el pasado, pero en ‘Ritual’ se hace más patente que nunca”, agrega.
Girar el telescopio
“Ritual” debe entenderse en contexto: una fotografía a color de la post-pandemia. Marc Gili carga con el peso de la época y decide hablar de su entorno. O como le gusta decir: “girar el telescopio hacia la sociedad”. En ese giro, lo primero que aparece es el paisaje luego de la batalla contra el Covid. “¿Qué ha quedado como sociedad? ¿En qué punto estamos? ¿Y hacia dónde vamos?”, se pregunta.
Pero, hay otros emergentes que no descuida el investigador, al mejor estilo Lou Reed. Feminismo, bullying hacia la comunidad LGTBIQ+, gentrificación. Así, en “Mundo perdido” la problemática es el mundo abandonado a la imagen, a las pantallas, “que se ha olvidado del texto y de la profundización de los libros”, cuenta el cantante. “En definitiva, ‘Ritual’ lanza una mirada crítica a la sociedad, aunque no nihilista. Una mirada constructiva, positiva. Es un álbum donde lo social, el nosotros, ha ganado el protagonismo al yo en las letras. Quería hablar de la comunidad, de los pueblos, de las sociedades. Sobre lo que nos preocupa y todavía tenemos que mejorar”.
Un pasito más
-Puntualicemos en dos canciones: “Tornado” y “Techos de cristal”.
-“Tornado” habla sobre la crisis financiera del 2008, de la pandemia y de la gentrificación. La gentrificación es una de las grandes plagas que sufren las ciudades, entre ellas Barcelona. Es la especulación con las viviendas en los barrios populares con la finalidad de convertirlos en barrios boutique donde poner hotelitos para que los disfrute la gente de afuera.
“Techos de cristal” es una canción feminista, pero intenta ir un pasito más allá. No es simplemente una reivindicación de la igualdad entre varones y mujeres; eso lo damos por hecho y tendría que ser una realidad. Apostamos por un mundo en donde el empoderamiento definitivo de la mujer se haya producido en las posiciones de poder a lo largo del mundo. Que enseñe a los hombres a comunicarse de forma no violenta, sin ego, sin testosterona. Como hacen las presidentas de Nueva Zelanda y de Finlandia, que están en lo más alto de la política mundial, enseñándole a los hombres a hacer política de otro modo.
Por el mundo
-“Ritual” termina funcionando como un ensayo crítico sobre la realidad, con un mensaje fuerte en distintas estaciones.
-Sin dudas, hay mucho mensaje; y que no se entienda mensaje como adoctrinamiento, sino como propuesta de pensamiento, como punto de vista sobre el mundo. Por eso, los samplers son como una radio que te está hablando. De alguna manera, salimos del personaje, y es otro el que está soltando una consigna. Es como tener un megáfono en una manifestación.
-Entre la primera (“Mundo perdido”) y la última canción (“Universal”) emerge como hilo conductor la oralidad: la enunciación no-musical abre y cierra el disco.
-Abrimos con un MC de Liverpool, Youthstar. Que, a su vez, está construido sobre un beat de África. De la cultura estadounidense hemos cogido la cultura del sampling propia del hip hop. En “Ritual” hay varias canciones construidas en base a samplers de voces de distintos idiomas. Tenemos presencia de portugués, inglés, francés, catalán y ruso. Si bien el español es el idioma principal, este crisol de lenguas está presente en el álbum porque nos interesaba explicar, también desde el lenguaje, que vivimos en un mundo cosmopolita cada vez más abierto y mezclado, como nuestra música. Humildemente, hemos tratado que la persona que lo escuche viaje por el mundo.