Roberto Schneider
Roberto Schneider
Jean Paul Sartre sostuvo alguna vez que “el infierno son los demás”. “Esenciales” de la autora santafesina Julieta Vigo, ofrecida en La Treinta Sesentayocho certifica la contundencia de la afirmación sartriana. Y mucho más. Los seres que se muestran entrelazan a un personaje con otro; el dolor de uno de los miembros se transforma en el origen del sufrimiento del otro, por lo que la existencia de un personaje es el infierno de otro personaje. En la superficie la obra de Vigo es el drama de una joven conflictuada. Pero en el fondo surge con nitidez uno de los grandes temas de la dramaturgia universal: la profunda soledad del ser humano y su, a veces, incapacidad de amar.
Los personajes -ellos no lo saben- se quieren y se rechazan en un contrapunto permanente, al que contribuye la presencia de un tercer personaje. Esa mujer “parece” destinada, a pesar de sus actitudes provocativas, a no gravitar demasiado en la conflictiva reunión que observa el espectador. No existe en ninguno de ellos alguna cualidad gratuita, pero algo los une: comparten el odio hacia el presente que les toca vivir y el terror a la realidad. El pasado es una forma de escape, una ilusión, pero es también la estructura temporal que utiliza Vigo para alcanzar la realidad. La autora excava en el pasado como en el fondo del fango para sacar una verdad. En ese volver a la noche, a la niebla, parece encontrar la claridad. Allí están el dolor y su agonía. Ni siquiera el humor (muy negro) logrará permitir el escape.
Hay que conceder que el texto de Vigo es representativo de la riqueza de sentidos deslizados a lo largo de la representación. Así, hay muchos ejes posibles de recepción y muchas vías de acceso. Una radiografía terrible del sistema de salud. Una pintura acre acerca de los pequeños y miserables burócratas. Un sutil acercamiento a la tragedia de esas madres para quienes una muerte es algo muy distinto de una desaparición. Un punto de mira exacto para localizar ese lugar turbio donde los vínculos se tornan primarios. El espectáculo se planta en una rotunda ausencia de salidas; sin embargo en La 3068 se respira un aire escénico muy potente.
Julieta Vigo maneja con mucha pericia las bondades de su texto y plasma una puesta en escena con tensiones alternadas, subrayando secuencias de hondo contenido dramático. Los tres personajes bailan una “danza macabra” permanente, paseando su maldad en forma concéntrica, que no pueden eludir. Luciana Brunetti es poseedora de una máscara de hierro que con sólidos recursos profesionales saca a relucir y Sofía Kreig logra matices en la transición de su desamparo.
Párrafo aparte para la gran actuación de la noche, la de Raúl Kreig. El actor realiza una entrega absoluta, no exenta de sentimientos contradictorios, y se transforma, otorgando una actuación sin duda memorable. Es un gran placer verlo transitar la escena como sólo él sabe hacerlo.
Fueron asistentes de dirección Lucas Ruscitti y Gabriela Feroglio; el excelente diseño de escenografía y utilería son de Victoria Saez, es perfecto el diseño de iluminación de Diego Julián López; muy buena la música original de Esteban Coutaz y la producción es de Emanuel Zuberbuhler. “Esenciales” plantea una nueva variación del comportamiento humano, profundamente inquietante, donde prevalece como signo elocuente la necesidad de comprensión de la criatura humana.