Enrique Pinti falleció este domingo, a los 82 años.
El actor falleció a sus 82 años, tras varias internaciones. Repasamos su carrera artística.
Enrique Pinti falleció este domingo, a los 82 años.
El pasado 5 de marzo, Enrique había ingresado en el Sanatorio Otamendi por complicaciones en su salud. Desde ese momento, todo fue hermetismo en torno al actor, hasta que en las últimas horas la preocupación invadió a sus allegados y se extendió a toda la comunidad artística, que se mantuvo en vilo hasta conocer el triste desenlace. Durante estas tres semanas la salud del actor fue cambiante. Después de haber estado una semana en terapia intensiva, fue trasladado a una habitación común, donde con el correr de los días, su delicado cuadro experimentó avances y retrocesos. Hasta que en uno de los momentos críticos, su cuerpo se cansó de luchar y dijo basta.
Dueño de una verborragia y un histrionismo que los hizo marca registrada, en sus últimos espectáculos Pinti ya no había podido demostrar el despliegue de otros tiempos. Al punto que, lejos de los bailes y los cambios de vestuario que lo caracterizaban, terminó ofreciendo sus monólogos sentado en un escritorio y parándose solo para saludar a su público al final de la función. “Tengo en las piernas un problema, no tengo estabilidad, me caigo para un lado y para el otro, me he caído 50 veces. No me rompí la rodilla porque tengo unos huesos más fuertes que no sé qué. En un ojo tengo una obstrucción inoperable y del otro también veo poco. Entonces, tengo esto, lo otro, me río y digo: “De salud estoy muy bien”, porque, para mí, estar bien de salud es estar bien de la cabeza”, contó al respecto y con su habitual estilo, a este medio en una entrevista de septiembre de 2020.
La salud de Pinti terminó a resquebrajarse a partir de las restricciones por el covid-19 que se impusieron allá por el mes de marzo de 2020. Además de la falta de trabajo, Enrique tampoco pudo seguir con su rutina semanal de reunirse con su grupo de amigos en el restaurante Edelweiss, donde tenía una mesa reservada para él. Al principio, pudo sortear el drama del encierro con uno de sus pasatiempos favoritos, que con el tiempo lo transformó en pasión: ver películas. Pero el paso del tiempo, sumado a su condición de paciente de riesgo, fueron haciendo mella en su cuerpo y su alma.
Sin su rutina laboral y con su agenda social vedada por el coronavirus, Enrique habría comenzado a caer en un estado de tristeza, que algunos llegaron a catalogar como depresión. Y, aunque realizó algunos show vía streaming junto al periodista Marcelo Polino como para poder mantener sus ingresos en medio de la cuarentena estricta del comienzo de la pandemia, la situación lo habría afectado tanto psíquica como físicamente. Sin embargo, hasta sus últimas apariciones públicas, siguió mostrando su lucidez y su mirada aguda de la sociedad y la política.
Desde que vio La marca del Zorro con Tyrone Power, Enrique supo que quería ser actor. Atrás quedaba una carrera de Derecho, que siguió más por darle el gusto a su padre que por vocación propia. Su comienzo formal en las tablas lo ubicaba en El burgués gentilhombre de Moliere, y su primer reconocimiento lo tuvo como guionista, para figuras como Andrés Percivale, Osvaldo Miranda y Eduardo Bergara Leumann, hasta que Canela lo convocó para La luna de Canela y le dio el lugar de coconductor: su nombre dejó de ser un secreto bien guardado para tomar por asalto la vida cotidiana de lo argentinos.
Porque lo que quería Enrique era, actuar y le puso el cuerpo y la pluma a su propio destino. Así escribió y protagonizó Historias recogidas y el Show de Enrique Pinti hasta que se consagró con Salsa Criolla, una reseña satírica y cruda de la historia argentina, que fue vista por más de tres millones de espectadores.
Dueño de un estilo único e irrepetible, con un elogio de las palabrotas heredadas del lenguaje cotidiano en la casa de su niñez, también se lució en unipersonales como El infierno de Pinti, Pinti canta las 40 y Candombe nacional, entre otros. Además actuó en los musicales Los productores, Hairspray y Antes de que me olvide y realizó las adaptaciones de Chicago, Filomena Marturano y El joven Frankestein.
También dejó su sello en la televisión, con participaciones especiales en clásicos como Casados con hijos o Los Roldán, como jurado en tanques como ShowMatch o Tu cara me suena y como invitado de lujo, como opinador compulsivo y sensato en cuanto programa reclamara su talento. Artista inabarcable, su verborragia también lo acercó al rock: Charly García y Pedro Aznar musicalizaron sus textos para el disco Radio Pinti y fue Pololo en el recordado clip de Ojo con los Orozco, el rap inagotable de León Gieco.
Y los títulos siguen, y dan cuenta de un artista versátil y profundo, que con la herramienta siempre compleja del humor, conmovió a su público y dejó una huella imborrable en el espectáculo argentino.