Falleció a los 72 años el músico, compositor, y director de orquesta cubano, Adalberto Álvarez, a consecuencia de la enfermedad COVID-19, lo que supone una pérdida irreparable para la música popular de la isla.
Con cerca de medio siglo dedicado al quehacer musical, Álvarez, conocido como El Caballero del Son, fue un defensor de ese ritmo, representativo de lo más genuino de la música nacional cubana
Falleció a los 72 años el músico, compositor, y director de orquesta cubano, Adalberto Álvarez, a consecuencia de la enfermedad COVID-19, lo que supone una pérdida irreparable para la música popular de la isla.
"Extendemos nuestras más sentidas condolencias a la familia del excelente músico Adalberto Álvarez, a sus amigos y al pueblo de Cuba que lo tiene como uno de sus artistas más queridos. Su música y su defensa total al Son quedarán para siempre. Hoy la cultura cubana está de luto", escribió el presidente Miguel Díaz-Canel en su cuenta de Twitter.
Con cerca de medio siglo dedicado al quehacer musical, Álvarez, conocido como El Caballero del Son, fue un defensor de ese ritmo, representativo de lo más genuino de la música nacional.
El artista fue uno de los artífices indiscutibles en la evolución de los géneros populares en Cuba, incorporando al pentagrama nacional nuevas sonoridades que lo hicieron conquistar el gusto popular, e imponiéndose como uno de los más importantes referentes en las últimas cuatro décadas.
Para Álvarez, el son cubano es la esencia misma de las raíces de los habitantes de la isla. "El son es parte de nuestras vidas, lo llevas dentro y a veces no te das cuenta. Lo incorporas sin pensar cómo estas cantando o cómo estás tocando un instrumento", comentó a Sputnik en una entrevista concedida en mayo pasado.
Es probable que ahora los millones de bailadores cubanos que movieron sus cuerpos al compás de sus contagiosas composiciones, se hagan la misma pregunta que el maestro ausente, en viaje a las eternidades. "¿Cómo sería mi vida si no existiera el son? No sería igual, se lo aseguro. Para mí, sin son, la vida no sería vida", se cuestionó Álvarez.
"Lo más que siente un sonero es ver a las personas bailando tu música, porque ya sabes que lo que estas transmitiendo, está llegando a ellos", comentó el músico en su charla con Sputnik, un axioma que cumplió a cabalidad después de legar a la música cubana 25 discos, y un sinnúmero de temas que, a pesar de los años, siguen en la preferencia de los residentes de la isla.
Música y ancestros
Otro de los elementos que marcaron al maestro Adalberto Álvarez fue la defensa de sus raíces religiosas, que tuvieron especial protagonismo en su música y que contribuyó a desmoronar prejuicios, desde un diálogo que fue desde las pistas hasta los altares de sus dioses africanos.
Su religiosidad imprimió un sello especial a su música, y con ese timbre despertó pasiones, alegrías y concilio, incluso entre ateos y creyentes de otras confesiones, que encontraron en la alegría de sus compases una manera de unir. "Para un músico, un sonero, que tiene al público cerca de la tarima o en el teatro, y los ves ponerse a bailar, entonces sientes la satisfacción más grande que puedas imaginar", subrayó el músico a esta agencia unos meses antes de morir.
Para ese hombre menudo de sonrisa eterna, la música fue el recurso para expresar lo mejor que llevaba en su alma, recurso al que se acogió desde muy jovencito, cuando se unió a la orquesta de su padre en 1957, tocando las pailas, con apenas nueve años de edad.
Nacido en Camagüey (este), el 22 de noviembre de 1948, Adalberto Álvarez, ese jovencito que soñaba con ser piloto de aviación, no imaginó en ese momento que terminaría convirtiéndose en una gloria de la cultura popular cubana, que lo reconoció como Premio Nacional de Música en 2008.