Domingo 28.6.2020
/Última actualización 4:42
Con Ramiro Relañez se va una forma de hacer radio y una manera de vivir el rock. Amigo de Norberto Aníbal Napolitano, Pappo, adoptó “Zona de Nadie” como la marca de sus diferentes programas: según la anécdota, había perdido plata con un show de Riff (la producción de shows también era una de sus actividades, no siempre con éxito comercial) y el Carpo le dijo “te doy un nombre”, el del disco que había marcado la vuelta del histórico grupo.
“Yo que no como pescado, con Pappo comía pescado”, recordaba años después sobre su relación amigo e ídolo, a quien supo tributar en su faceta como músico (alguna vez también despuntó ese vicio en la banda Destroyer). Relañez, como Napolitano, era del comentario ácido, políticamente incorrecto, de esos que demandan “agarrarle la vuelta” para poder ser amigo. No por nada otro de las figuras nacionales con quien hizo buenas migas fue el inefable Ricardo Iorio.
Con ese “Zona de Nadie” arrancó en la primigenia FM Life, pero fue en la FM Láser de los 90 donde vivió una era de esplendor: recibía un señal caliente de manos de Daniel Andino y su “Radio Party”, y daba cátedra de rock de 20 a 0 (hasta las 2 AM los viernes). La receta incluía los clásicos (sus amados Kiss, Led Zeppelin, tantos otros), la música del presente (donde Nirvana y los Beasty Boys convivían con Babasónicos y Los Socios del Desierto); y por supuesto los artistas santafesinos: Carneviva, Cabezones, La Cruda y Butumbaba fueron algunas de las bandas que tuvieron su espacio de desarrollo en su programa. Bastaba que Ramiro pasara un tema el lunes y el jueves, para que la gente vaya el viernes al recital y supiera la letra.
Era como lanzar un single; para tener éxito total había que salir en “Pasaporte nocturno”, el programa desde el cual el “Negro” Oscar Rojas le competía. Había una hora en la que los adolescentes santafesinos se repartían entre uno y otro, y Ramiro le daba la bienvenida al sector más rockero.
El devenir de la historia lo llevó a hacer radio en Paraná, a volver a Life de mañana (ahí el nombre cambió a “Despertate, dormilón”: una frase casi para sí mismo, noctámbulo empedernido), a Rock & Pop Santa Fe (en la casa matriz siempre fue bien recibido, donde le puso voz a muchas artísticas, en el reino del mítico Alejandro Nagy) y Mega Santa Fe, la emisora que ahora lo despide.
Sus micrófonos siempre estuvieron abiertos para músicos buscando difusión y para comunicadores haciendo carrera. Abría el juego, pero también la complicidad para “sacarle el cuero” a alguien, con el codazo como los chicos: “Este en realidad tal cosa, ¿o no? ¿O no?”, decía con su sonrisa más socarrona.
De la política desconfiaba, no le gustaban ni unos ni otros. Lo que no negociaba era su amor por sus hijos, por Independiente, por la música y el buen whisky. Convivió con sus demonios: muchas veces les ganó y muchas otras se dejó llevar.
Con él se va una manera de entender el rock como una forma de vida, las 24 horas. Y un protagonista de una era de la radiofonía, donde como “telescuela técnica” se metía en la casa de uno cuantos por la radio para mostrar lo de antes, lo de ahora y lo nuestro. Si hay un más allá para los tipos como Ramiro Relañez, cielo o infierno (las túnicas y las nubes no eran lo suyo), seguro que allí suena fuerte un vinilo de Kiss y el bramido de la Harley del Carpo, que lo esperará destapando un Jack Daniel’s.