Lunes 29.3.2021
/Última actualización 12:01
Durante la primera de quincena del mes de abril se estrenará en las salas de cine de todo el país “Un crimen común”. Se trata de la nueva ficción dirigida por Francisco Márquez tras “La larga noche de Francisco Sanctis”, que rodó en 2016 con Andrea Testa. En esta oportunidad, se focaliza en Cecilia, una profesora de sociología. Una madrugada de tormenta Kevin, el hijo de la empleada doméstica que trabaja en su casa y que ella apenas conoce, toca la puerta de entrada con desesperación. Ella, asustada, no le abre. Al día siguiente el cuerpo de Kevin aparece en el río. El vecindario acusa a la policía de haber asesinado al adolescente y se inician disturbios sociales en la parte más pobre de la ciudad. Cecilia comienza a ser acechada por el fantasma del joven.
Elisa Carricajo, Cecilia Rainero, Mecha Martínez, Eliot Otazo y Ciro Coien Pardo integran el elenco de este film que, según sus realizadores intenta, más allá de contar una historia, que se viva como la experiencia física de su protagonista. Y busca reflejar una problemática de la Argentina: la de las víctimas de la violencia ejercida por las fuerzas represivas del Estado, en general jóvenes, provenientes de los sectores populares. “Es algo que se naturaliza porque es una sociedad de clases. Si estos mismos crímenes ocurrirían en otros barrios y las víctimas fuesen de otra clase social, evidentemente ocurriría otra cosa. Creo que hay algo del orden clasista que tenemos internalizado. Por más que haya una pensamiento progresista en muchas personas o más de izquierda, hay algo de esto que es constitutivo de las personas”, señaló Francisco Márquez en diálogo con este medio.
-¿El cambio que se opera en la protagonista del film viene a ser, en cierto modo, la modificación que deberíamos hacer como sociedad, en cierto modo?.
-Creo que, sin spoilear nada de la película, hay algo en ese grito final del personaje que queríamos que atraviese la pantalla. Creo que modificar eso como sociedad no es algo que se resuelva a través de una película. Es algo complejo que requiere cambiar estructuras que tenemos bien asentadas dentro nuestro. Digo una cosa muy común: cuando alguien ve un joven con cierto aspecto, se encienden algunas alarmas y miedos que están internalizados. Es curioso como a pibes o pibas que están en peligro constantemente, los visualizamos como peligros. No es una manera de decir. Claramente, si nacés en determinado barrio, la muerte es algo mucho más probable que si nacés en otro. Creo que ese cambio habría que hacerlo como sociedad, pero es una cuestión bien compleja. Es importante dejar de naturalizar este tipo de situaciones.
Pensar con las manosFoto: Pensar con las manos
-¿El guión que armaron con Tomás Downey se basó en algún hecho puntual de violencia o más bien en un determinado clima social?
-No nos basamos en ningún hecho en particular. Probablemente hayan estado muchos dentro nuestro en el momento de escribir. Hay muchos casos que tuvieron repercusión pública y me conmovieron, como los de Ezequiel Demonty y Luciano Arruga. El guión fue escrito antes de que pase lo de Facundo Astudillo Castro, que muere en una situación parecida al protagonista de “Un crimen común”. Inclusive, también pensamos en la gente que es asesinada y arrojada al río. Ahí hay una continuidad en la práctica de las fuerzas represivas que es llamativa. Esto del cuerpo y el río. No pensamos en ningún caso concreto, sino en todos.
-Esto último tiene incluso resonancias de los tiempos de la dictadura.
-Es una práctica que las fuerzas represivas han continuado. Me gusta pensar en el cambio del tiempo histórico de “La larga noche de Francisco Sanctis”, la película que dirigí anteriormente con Andrea Testa y “Un crimen común” y como, en algún sentido, Cecilia está constituida en parte por lo que fue la dictadura militar. Esto no es algo que escribimos en el guión en forma consciente pero que está presente.
Pensar con las manosFoto: Pensar con las manos
-Decidiste contar la historia de una persona cuyo mundo y sentido empiezan a desmembrarse a partir de un hecho externo. ¿Qué nuevas significaciones surgen a partir del nuevo contexto que impuso la pandemia?
-No lo había pensado. Pero en la medida en que toda pandemia conlleva algún grado de aislamiento. Y eso es una gran metáfora de lo que son los tiempos que vivimos. No solo por esta idea paradójica de la hipercomunicación que nos distancia, en la medida en que cada uno está en su pantalla. Sino por el individualismo feroz. Al principio de la pandemia, había una idea que todo el mundo iba a ser distinto. Luego se comprobó que eso no pasó ni a nivel individual ni global. Está claro que los que primero se vacunan son los más ricos y después llegará el momento para todos los demás. Puede ser que la película pueda empezar a releerse a partir de este nuevo contexto.