Lunes 11.7.2022
/Última actualización 12:30
Feli Colina, según ella misma, “es un humano que descubrió que puede formalizar el juego al que siempre jugó: imaginar universos, colores y formas. Y que, además, descubrió que eso puede ser un trabajo”, cuenta a El Litoral. “Imaginarme que este trapito puede ser un vestido para el videoclip, que un pedazo de tarareo puede ser una canción”, ejemplifica en un ejercicio de lectura personal. En el medio de la gira por el país con “El valle encantado tour”, la cantautora nacida en el norte del país le abrió las puertas de su universo a El Litoral para conversar de su actualidad, confirmación de la experiencia adquirida en los años precedentes.
Limpiar la casa
La musa es la creadora de todo para Feli Colina. También es uno de los hilos narrativos en la costura artística de “El valle encantado”. Mientras que la composición fueron instantes. “El disco tiene mucho trabajo mental; pasé tiempo imaginándome qué quería, pero de concreción fue una semana. La parte que tiene más trabajo es limpiarle la casa a la musa: hacer terapia, canto, ir al fonoaudiólogo. Saber quién soy, de qué están hechos esta mente y este cuerpo”.
Cada álbum de Feli tiene una distancia de tres años con su sucesor. “Siento que ‘Amores gatos’ (2016) es el disco cero... o el menos uno”, reseña con picardía. ‘Feroza’ (2019) tiene una energía más adolescente; en ‘El valle...’ es más tranquila. Además, es un paisaje no un personaje. Es un paseo en la fantasía, la búsqueda de la musa... me imagino su universo sonoro como Peter Pan o Harry Potter”. Si bien, la creadora las entiende como obras muy diferentes, en las que es difícil “encontrar una línea de continuidad, hay algo: son autobiográficas, representan procesos personales hacia distintos lugares”.
Tiene sentidos
Tenía 3 o 4 años cuando viajó por primera vez de Salta al Valle Encantado. Este año, Feli vivió nuevamente la experiencia, con el álbum sonando en sus auriculares. “Tiene sentido”, reconoce. Porque el cuerpo que va tomando la obra se asemeja a lugares, sensaciones: la cornisa, su camino sinuoso, “ir viendo cada vez más las nubes, ir viendo cada vez más las nubes... hasta que llegás a un valle precioso, después de haber superado altura, ruta peligrosa y Cuesta del Obispo”.
Con la música sucede otro tanto. Lo que se escuchaba en la casa de Salta está presente en el modo de escuchar y de componer de Colina. “Creo que el taxi que llevó a mi mamá a parir estaba escuchando folclore”, relata con esa alegría atrevida con la que habla de lo que más le gusta hacer. “Me acuerdo que cuando iba a salita de 3 me enseñaron a bailar folclore. Adelante-atrás, adelante-atrás-posición”, anota verbalmente el mantra.
Mientras tanto, su padre cantaba y tocaba la guitarra en el hogar, y los hermanos mayores traficaban pop internacional, “latino”, rock and roll y blues. Hasta que Feli empezó a “ordenar su casita” musical y aparecieron Led Zeppelin, Pink Floyd, Jimi Hendrix, y las cantoras que le presentaron unas amigas: Chavela Vargas, Chabuca Granda, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Lola Flores.
Oracular
“Hay gente hambrienta de ver películas, escuchar música nueva, ir al museo. No es mi caso, pero cuando encuentro algo que me gusta, me fascino, me obsesiono”, se autospoilea Feli Colina. En ese pacto con el placer cultural, la poesía toma relieve. “No leo tanto, pero me encanta. Tengo una relación oracular con los libros: abro una hoja y esa hoja tiene un mensaje para mí. Hace poco escuché el disco ‘Poemas y canciones’ de Jaime Dávalos, increíble. Intenté anotar ese poema porque no encontraba la letra, como toda desafinada. Así voy encontrando cosas... o las cosas me van encontrando”.
Para Feli, “lo que una escucha a lo largo de la vida va armando un criterio. Obviamente, las ideas nacen de millones de referencias; todo lo que escuché y vi en mi vida se mezcla en mi subconsciente... pero nunca hago partir la búsqueda creativa desde ahí. Lo que se hizo ya se hizo, ¡hagamos algo propio, algo nuevo! Nada es nuevo y nada es propio a esta altura de la humanidad, pero al menos, hagamos el intento”.
En la memoria de la artista rondan unos discos que se estaban escuchando cerca del tiempo de composición y grabación. Nombra a Chabuca Granda (“Cada canción con su razón”), Totó La Momposina (“Tambores y gaitas”), Naná Vasconcelos (“4 elementos”), Kendrick Lamar (“Damn”), el Dúo Salteño y el Cuchi Leguizamón. “¿Qué tiene que ver Lamar con ‘El valle encantado’? Nada! Pero hay algo”, dice estirando la “a” para que entre el algo y el mucho haya menos distancia. “Algo sutil”.
Los payasos
En el extremo inicial del álbum se ubica “El valle encantado”, en el extremo final “La gracia”. Cualquiera de las dos estaciones me representa, dice con otras palabras Feli Colina. Al rato habla de “Chakatrunka”, una de esas canciones con ecos escolares. Por el aire entre poesía gauchesca (“debe ser porque me hicieron leer el Martín Fierro”) y oración cristiana. Algo del “Bendita sea tu pureza, eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza” encuentra la joven que fue a colegio católico toda la vida.
Más allá de ambas puntadas, la cantautora se vuelve a apoyar sobre su tierra firme: “no hago nada conscientemente”. Ríe y aclara. Así es la confección de su poesía: notas de audio de WhatsApp aparecidas, “choclazos de texto en los que no tengo idea qué es lo que pasa. Empiezo a escribir y todo me suena. ¿Viste los payasos de los dibujitos? Sacan una tela, un trapito, y le salen más y más y más... Así me van saliendo las palabras, las canciones”. En cambio, los títulos son intencionales. En el lacrado de los nombres de cada pieza musical, intervinieron dos amigos: el poeta y analista Felo Juan, y el escritor JP.
Feliz
En marzo de 2018, Conociendo Rusia daba su primer show en La Tangente. Feli Colina acompañó el crecimiento de la banda de Mateo Sujatovich hasta los cuatro Gran Rex en noviembre de 2021. Quien anteriormente había sido corista de Gonzalo Aloras, adquirió nociones sobre monitoreo, PA, in ear, road manager, gestión de fechas, grandes escenarios. Sobre aquello que acompaña el proceso creativo “puro musa”. “Ojalá fuese solamente hacer discos y shows. Es también tener reuniones, manejar redes, priorizar estrategias, invertir, ordenar, administrar un montón de cosas que son más de otros trabajos”.
De ese bagaje adquirido o expertise se nutre la gira federal en la que Feli presenta “El valle encantado” alrededor del país. Llegó y llegará a lugares que ya había visitado, pero “salteadito”, y otros que no. “Llevamos el show que hasta ahora solo sucedió en Buenos Aires. Somos siete personas, con vestuario y luces. Tengo muchísimas ganas y un poco de miedo, también. No sé cuánta gente vendrá a verme. Estoy feliz ensayando todos los días, es mi parte favorita”.