La edición número 37 del Festival Folclórico Provincial del Pescador en Sauce Viejo marcará un “antes y después” en su rica historia.
La cantante deslumbró en el escenario que lleva el nombre de su gran amigo Horacio Guarany.
La edición número 37 del Festival Folclórico Provincial del Pescador en Sauce Viejo marcará un “antes y después” en su rica historia.
La noche del sábado continuó a pleno con la actuación a modo de cierre de Soledad Pastorutti como figura principal. Sin embargo, también actuaron Diableros, Orlando Vera Cruz, Por Siempre Tucu, entre otros. La nota de color la dio el mismo intendente de la localidad, Mario Papaleo, quien se animó a refrescar sus actuaciones en el escenario mayor acompañando en el canto al grupo Salta 3.
Soledad deslumbró en el escenario que lleva el nombre de su gran amigo Horacio Guarany. La gran artista de Arequito volvió a Sauce Viejo después de las ediciones suspendidas por la pandemia y demostró que sigue afianzada en su exitosa carrera. Un emotivo momento se vivió al compartir el escenario con su referente de la música folklórica santafesina Orlando Vera Cruz, expresaron historias, recordaron aventuras e inspiraron anécdotas de sus dilatadas trayectorias.
Ante el requerimiento de la prensa, Soledad habló en forma extensa. Buena oportunidad para recordar cosas de su vida y preguntarle con respecto a su destino, si Soledad cree que su destino estaba marcado: “Me crié principalmente en una familia católica. Quizá mis creencias pasan mucho por eso también, por una cuestión de costumbre. Si tengo que pedir algo, se lo pido a Dios, a Jesús o a la Virgen de Luján. Aunque me gusta creer que muchas cosas dependen de nosotros y que el camino vos lo marcás, ya hay otra ruta señalada y es lindo ir descubriéndola, entender que si otro hubiera hecho las cosas de una manera distinta quizás hubiera sido diferente. Pero también es lindo saber que hay otras cosas que iban a ser así. Me parece que la vida es un misterio en un montón de aspectos”.
-¿Hay una Soledad de los escenarios y los aplausos multitudinarios y otra Soledad, la de su pueblo Arequito?
-Y… hay que ponerse otro traje. Básicamente creo que soy yo con mis sueños, mis deseos, mi forma de crear la felicidad, pero la persona que la gente conoce en el pueblo es difícil imaginársela arriba del escenario. Es como otra, toda sencillita, chiquita, humilde, ésas son las cosas que me dice la gente allá. Soy como cualquier persona y así concibo la vida, pero arriba del escenario me la tengo que creer. Esta es mi extraña normalidad y, a la vez, es raro porque la gente te conoce y no te conoce. Piensa que sos amiga, pero no es así. Me atrae igualmente esa manera de relacionarme, me resulta divertida.
-¿Realmente se puede ser uno, sin forzar nada?
-Sé que esto es difícil porque vivimos en una sociedad, convivimos. Esto no quiere decir que no sea política y no deje de entender que hay otro que pueda ser diferente, pensar diferente, pero creo que cuanto más claro es uno, cuanto menos hipócrita, mejor. Cuando tenés gente que por miedo no dice “pifiaste acá, desafinaste acá”, es un error. Aprendí más de las críticas que de los elogios. Todo lo que crecí en estos años fue porque, con mejor o peor onda, me marcaron un camino. Vendí un millón de copias, pero no por eso soy la mejor de todas. O al revés también: si las cosas no te van tan bien, tampoco sos la peor. Está bueno ser genuino. Es un valor que cuesta encontrar en un ser humano, porque es un laburo decir lo que pensás.
-Todos tenemos el recuerdo de la pequeña Soledad, la que triunfó casi siendo niña, pero seguramente hay historias para contar porque nada fue fácil…
-Fue duro, de lo más complejo. Mucha exposición pública en una edad en que uno no quiere exponerse por las cosas más tontas, como la cara llena de granos, o si estás gordita o flaquita, o por el corte de pelo o si te maquillaste o no. Como mujer nunca fui segura físicamente. Me costó mucho porque, además, yo quería salir a los boliches y me perdía muchos cumpleaños de 15 de mis amigas. No era que no me dejaban salir, pero tenía dos contras: al ser conocida no la pasaba tan bien, porque hacía folclore y para la gente de mi edad no era algo muy copado. Y además me aparecía la duda de si se acercaban a mí porque realmente les interesaba como mujer o porque era conocida. Cuando esto se transformó en un trabajo me costó mucho. Recuerdo una noche que volví de un boliche y me habían pegado un bife, así de la nada, un borracho. Vine enojada y mi papá me dijo: “No podés hacer la misma vida que tus amigas”. Hasta el viaje de egresados a Bariloche fue horrible porque nos seguían todo el tiempo los paparazzi. En ese momento lo sufrí. Fui a la nocturna, porque llegaba de gira y me iba sin dormir al colegio. Pero pasado el tiempo, cuando uno elige se da cuenta de que esto no fue tan grave. Mis amigos siguen siendo los mismos y con mi pueblo siempre mantuve una relación cercana. Allá puedo salir a caminar como cualquier persona.