Jueves 26.1.2023
/Última actualización 13:02
Al terminar la función del día 24 de enero en la sala teatral donde actúa Gabriel Rolón se encendieron las luces y el actor agradeció la presencia de la señora Mirtha Legrand ubicada en la fila 5, al centro. Le habían acercado un micrófono. Rolón le agradeció su presencia.
“Es muy bueno su trabajo, lo felicito, es usted un actor formidable, muy buena obra, me gustó mucho”.
Mirtha, micrófono en mano insistió. “Ese texto está escrito, usted lo sabe todo de memoria, evidentemente...”.
Rolón dijo que “bueno, que a veces...”.
Mirtha no esperó y al mejor estilo de toda su vida (y su personaje) inquirió: “¿Le puedo hacer una pregunta?”.
Rolón obviamente dijo que sí.
Mirtha le preguntó, micrófono en mano: “¿ Rolón... ¿ usted es feliz?...”.
Rolón farfulló una respuesta, dijo que bueno, que ésa es su búsqueda y entonces...
Mirtha interrumpió y le dijo: “Sabe una cosa Rolón, yo soy feliz, tengo 95 años, trabajo desde los 14, como todos saben le he dado mi vida a esto y a los 95 sigo trabajando y soy feliz... le agradezco por el rato que hemos pasado y lo felicito, ha sido esta una noche inigualable, mágica, la voy a recomendar... y no tenga miedo de venir a mi programa”.
Aplausos -muchos- a telón abierto y Rolón se fue del escenario antes que se fuera Mirtha de la sala, donde todavía la aplaudían; salió a la vereda, se subió a un Mercedes patente 640 (Mirtha) mientras Rolón ignoro donde fue, supongo que a su camarín, habrá agarrado celular y bolso, estaba vestido de vaquero, camisa y saco de calle, muy “casuales” y se habrá ido a su casa... supongo.
Spinetta dice: “Habrás de ver lo que es la soledad” (estoy citando de memoria), “la soledad es un amigo que no está, que nunca ha de volver...”.
La obra de teatro que protagoniza estelarmente Gabriel Rolón es un texto donde cuenta que el psicoanalista es un pobre ser humano que tiene que escuchar a los demás y tratar de encauzarlos por la buena senda, “por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”.
Interroga al público con el “¿Quien sos vos?” mientras en el aire baila, sin que esté, aquella cancioncita que insistía “que importa saber quien soy ni de donde vengo ni por donde voy”... una elemental canción de amor.
El personaje que interpreta el actor refiere a cómo una persona que estaba en una situación muy... particular se convierte en otra cuando cuenta y en otra cuando se ilusiona, todo por la obra diaria y sacrificada del personaje, un psicoanalista.
No hay en el texto fallas. Las citas a personajes de la historia deberían ser ciertas y no hay nada mejor que creerle a los actores, porque para eso estamos en el teatro, para sumarnos a una historia que sabemos representada pero que nos gusta que hagan eso, que la re... presenten.
Carlos Nieto es el actor que hace las veces de paciente en esta obra para dos personajes. Desparpajo y eficiencia para su trabajo.
Rolón se desenvuelve como un psicoanalista que conversa con su conciencia, explica al público sus problemas que supera (problemas centrados en tener que cargar con problemas de tantos y trabajar para solucionarlos) y finalmente logra superar una colina, con su cliente.
El tono general de pastor hablando a oveja descarriada tiene que ser su decisión y, parece evidente, los elementos básicos de los psicoanalistas están respetados, no desvirtuados, porque esto lleva al punto: la esencia del pacto con los espectadores pasa por ahí, no es un pastor, es el oficio de pastor, no es psicoanálisis, es un actor pero es el psicoanálisis y su panegírico y el punto de cruce sin retorno -que se cuida mucho- es el de no traición a esa relación que abarca problema, hora de sesión, pago, paciente, analista, superación jornada tras jornada. Eso resalta el texto.
Un texto cuidadoso, respetuoso, que sigue un camino lógico y en la interacción con el público (es un show con bastante interacción) este es el juego donde encuentra el enroque y de obra de texto a clase de psicología básica: respetémonos: soy el que pregunta y espera respuestas. Hermosa trampa, como buena obra de teatro. Una hora y media de ficción sin fisuras. Hasta Mario Bunge sonreiría, con seguridad.
“Gabriel Felipe Rolón (Ramos Mejía, La Matanza, 1 de noviembre de 1961) es un psicólogo, psicoanalista, escritor, presentador de radio, músico y actor argentino.
Famoso por su participación en varios programas de radio y televisión. Es autor del libro con superventas: “Historias de diván”.
Rolón estudió en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó. Posee además, una especialización en psicoanálisis. Abocó su actividad a la Psicología Clínica, especialmente en el tratamiento de las neurosis, psicosis y perversiones” Eso dice Wikipedia.
Bien entrada la noche muchas veces escuchaba a un Dolina esencial en “Demasiado tarde para lágrimas”. Cuando lo sacaron de ésa radio y de ése horario fue a otra radioemisora.
Dice la misma Wikipedia: “Durante 14 años trabajó junto a Alejandro Dolina en el programa radial “La venganza será terrible”, hasta que abandonó el ciclo en 2007 para dedicarse a otros proyectos.
Sobre su obra Rolón dice: “No es fácil sostener la palabra plena porque incomoda y, a veces, duele”.
El psicoanalista y actor se presenta lunes y martes en el Teatro Bristol con esta propuesta que provoca un encuentro cálido entre platea y actor. Un texto que dice lo que se necesita decir de amor, odio, ausencia, problemas generales y felicidad.
Volvamos a la señora y su forma de encarar las cosas.
Mirtha le preguntó, micrófono en mano: “¿Rolón... ¿ usted es feliz?...”. Si hubiese sido periodista hubiese contestado: “Mirtha, no me pregunte a mí, yo solo soy periodista”, pero Gabriel Rolón no es periodista, es actor de una obra llamada “Palabra plena”.
Confesión muy particular (es una confesión). Salí del teatro cantando un poema que dice: “Cuando estoy triste lijo mi cajita de música, no lo hago para nadie, solo porque me gusta...”. Rolón debería leer a Pedroni para cantarle al amor, la tristeza y la madera de palo santo... cuenta que tenía un abuelo santafesino. Es un consejo desde la platea, tan llena de gente con necesidad que le llenen las palabras vacías, que ése es el intento del actor y autor.