Sábado 27.4.2024
/Última actualización 15:18
El pasado viernes, en el Centro Cultural Provincial “Paco” Urondo, la soprano santafesina Virginia Tola se reencontró con su público, en un concierto a sala completa dedicado a la obra de Giacomo Puccini: lo hizo de la mano de la la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe, bajo la batuta de su director titular, Silvio Viegas. También fueron parte de la velada (que agotó entradas en menos de dos horas, cuando los tickets gratuitos se pusieron a disposición para retiro) el tenor uruguayo Nazareth Aufe y 50 integrantes del Coro Polifónico Provincial de Santa Fe, bajo la dirección de Virginia Bono.
Ante las autoridades presentes (la ministra de Cultura, Susana Rueda; el secretario de Desarrollos Culturales, Paulo Ricci; y la directora de Organismos y Espacios Culturales, Patricia Hein), Viegas se despachó con el lleno de la sala, “y si tuviéramos un teatro con capacidad para 2.000 personas, tendríamos 2.000 acá adentro. ¡Es el teatro que estamos buscando!”. También recordó su primera vez al frente del mismo como invitado, en 2018, y las 180 personas que había: “Les dije a las personas que estaban que fuesen agentes culturales, y cada uno invitara a una persona más a ver a la Orquesta. Y ahora tenemos la gente peleando para escucharnos: tenerlos es nuestro más grande orgullo”. Y que si seguían así, “quizás podamos tener un gran teatro para hacer óperas, para que la Orquesta pueda recibir al Coro completo en el escenario y hacer grandes momentos musicales para ustedes”, insistió.
La velada, con entradas agotadas en menos de dos horas, fue el reencuentro de la soprano santafesina con su público de origen. Foto: Manuel FabatíaMadurez artística
El “viaje” comenzó con “Manon Lescaut”, tercera ópera del compositor pero “la primera grande”, según el director. La Sinfónica abordó el intermezzo del tercer acto, arrancando en el cello sentimental de Fernando Gentile expandido a todo el orgánico para narrar la soledad de la protagonista rumbo a su exilio.
A continuación, el director presentó un aria del segundo acto, “In quelle trine morbide”, en la que Manon sufre por la falta de su enamorado. Ahí emergió Tola con su estampa de diva, su vestido irregular (una parte en forma de cala blanca hacia un lado, un capote negro sobre el otro costado), probablemente en su punto de mayor madurez para los papeles dramáticos que siempre han sido su desvelo (sí sólo hubiera querido ser soprano de zarzuela, esa completud la tiene hace años). Su voz se elevó prístina, con el vibrato justo, sobre los vientos de madera y las cuerdas, con un preciso manejo de las intensidades: A lo largo de la noche demostró su capacidad para moverse sobre la masa orquestal sin esfuerzo, incluso en los fiatos largos pianissimos.
“Yo amo la ópera”, dijo un Viegas muy entusiasmado, “y más con una cantante como esta”.
La intensidad del maestro Viegas para acompañar la elegante interpretación del invitado uruguayo. Foto: Manuel FabatíaAmores sufrientes
La segunda parada fue con “La Bohéme”, con el aria “Che gelida manina” del primera acto, una profesión de amor de Rodolfo por Mimi. Esa fue la primera salida de Aufe: un tenor con color lírico pero con expresión de spinto, de técnica elegante y entradora, que emergió entre el arpa y voló sobre las cuerdas para contar el nacimiento de un romance.
Tola volvió para “Vissi d’arte, vissi d’amore” de “Tosca”; cuando la protagonista discute con Dios ante las exigencias del Barón Scarpia para salvar a su amado, Mario Cavaradossi. Allí plasmó todo el sufrimiento interior, ante una partitura puesta al servicio de la voz.
Aufe tomó la posta para ser el Cavaradossi de “E luce van le stelle”: allí recordó todos los momentos de su historia de amor, antes de ser ejecutado. Envuelto en los cellos, inició la pieza, que comienza recitativa y va ganando en lirismo y expresión para terminar melódica y sentida sobre los violines plenos y fatales.
Tola junto a Aufe interpretando “Bimba dai gl’occhi”, dúo de amor y deseo de “Madama Butterfly”.Foto: Manuel FabatíaGeisha enamorada
La siguiente estación del viaje fue con “Madama Butterfly” y la primera noche de Pinkerton y Cio-Cio San juntos, en la que se tensionan el deseo y el amor. Los cantantes compartieron “Bimba dai gl’occhi”, con una Tola central y luminosa, y un Aufe que se construyó como un partenaire envolvente.
En ese momento, desde el pullman, se sumó el Coro Polifónico para el “Coro Bocca Chiusa” que cierra el último acto: las voces usadas como instrumentos susurrantes, llevando la melodía como una segunda orquesta vocal, sobre el pizzicato de la cuerda.
Volvió la soprano para “Un bel di vedremmo”, en el que Cio-Cio San/Butterfly extraña a su amado y espera que baje de algún barco. Aquí volvió a demostrar sus recursos dramáticos, para aportar todos los matices de las tribulaciones de su personaje, delante de una partitura que aporta tensiones desde los vientos y liberaciones desde las cuerdas.
Oriente sangriento
La parada final fue con “Turandot”, con el Coro interpretando la compleja “Gira la cote” (con el director de frente a los coreutas, de espaldas a la orquesta): su primera parte empujada por los bajos que esperan “sangue” sobre los timbales, y las sopranos que acotan acompañadas por flautas y oboes, para transmutarse en la espera de la luna que confirmará la muerte de un príncipe, y el pasaje con notorias inspiraciones en la música china para las voces femeninas, antes de cerrar con las invocaciones a la “principessa” Turandot.
El ensamble vocal recibió a Aufe, ya en la piel del príncipe Calaf para “Nessun dorma”: uno de los clásicos para el repertorio de tenor, especialmente para los “heroicos” como Aufe. Fue ganando en intensidad con el devenir de la pieza, que exige una expresividad suelta en el comienzo, para devolver el volante al coro y explotar en toda la pujanza hacia el “vincerò” final.
Los bises
Tras las ovaciones del caso, ya fuera de programa (y de la transmisión por streaming), Tola preparó como bis “O mio babbino caro” de la ópera Gianni Schicchi: otro clásico de Puccini lleno de lirismo, que permitió a la solista mostrar su panoplia de recursos, hasta arrullarse en el "pietà" del cierre.
El público estalló en una nueva ovación, y como cierre definitivo del concierto se propuso nuevamente “Nessun dorma”. Así se le puso el broche a una velada celebratoria de uno de los maestros de la lírica mundial, de la mano de nuestros organismos públicos y la vuelta a casa de una de nuestras grandes embajadoras culturales.