Fue como el párrafo final de la crónica de una muerte anunciada: después de padecimientos varios, y un progresivo deterioro cognitivo, partió Antonio Gasalla, a los 84 años.
Con humor y profundidad, Gasalla forjó criaturas inolvidables que retrataron con ironía y ternura la sociedad argentina.
Fue como el párrafo final de la crónica de una muerte anunciada: después de padecimientos varios, y un progresivo deterioro cognitivo, partió Antonio Gasalla, a los 84 años.
Es muy difícil eludir el cliché, pero con él se va una de las figuras centrales de la televisión, el cine y el teatro del último medio siglo en Argentina.
Era un observador quirúrgico de la sociedad y, sobre todo, un gran creador de personajes. Por tanto, circunscribir todo ese universo a tres roles es una tarea ardua, pero también una forma de decirle adiós.
Además, para el autor de estas líneas, los seleccionados sintetizan todo el abanico de posibilidades interpretativas que poseía Gasalla, un auténtico gigante de la actuación.
Aunque Gasalla se especializó en el humor, su talento dramático se evidenció en "La tregua" (1974), la primera argentina nominada al Oscar y un retrato melancólico de la soledad y el desencanto en la madurez.
Gasalla interpretó a Santini, un empleado de oficina tímido, retraído, fanático del zodíaco, cuyas breves intervenciones ponen en jaque el funcionamiento de una oficina.
No era un personaje central, pero en sus interacciones con Carlos Carella, Héctor Alterio y Aldo Barbero, era el que "rompía" la rutina gris de los empleados administrativos y la falta de ambiciones de una generación resignada.
Si hay un personaje que marcó la cultura popular argentina, ese fue "Mamá Cora". En "Esperando la carroza" (1985), Gasalla interpretó a la anciana que, cuando se va de casa sin avisar, desata el caos en una familia porteña.
El desafío era enorme: un hombre de 44 años debía interpretar a una octogenaria sin que eso se volviera un simple chiste visual. Pero Gasalla creó un personaje inoxidable.
Su "Mamá Cora" es entrañable y exasperante, una viejita que parece al borde del delirio pero que, en el fondo, es la única que observa con lucidez el absurdo de su familia.
Con una gestualidad precisa, un tono de voz inconfundible y una mirada pícara que sugería que sabía más de lo que decía, Gasalla construyó un ícono del cine argentino.
Más aún: "Mamá Cora" es una parodia de la abuela típica argentina, esa figura familiar a veces ignorada o menospreciada, pero que en el fondo sostiene a la familia.
En 2009 estrenó "Más respeto que soy tu madre", una obra teatral basada en el blog de Hernán Casciari, donde interpretaba a Mirta Bertotti, una madre de clase media que enfrenta con humor y desparpajo la crisis económica, la rutina familiar y el caos cotidiano.
El personaje es un retrato hilarante y conmovedor de la maternidad en la Argentina. Mirta es una mamá todoterreno, que lidia con un marido desempleado, hijos con problemas y un contexto social que la abruma. Igual, le pone el cuerpo.
El éxito de la obra fue arrollador: batió récords de taquilla, fue aclamada por la crítica y consolidó a Gasalla como el actor más convocante del teatro argentino en ese momento.
Gasalla murió, no así sus personajes. Que ya son patrimonio cultural del pueblo argentino, como los monólogos de Tato Bores, los tangos de Carlos Gardel, los sketches de Niní Marshall o las canciones de María Elena Walsh.
El adiós de Gasalla marca el cierre de una era, pero también el inicio de la eternidad de su obra.
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