“Graciela Borges regresa con su especial “Alquimia”. Anécdotas, música y canciones se tejen en este espectáculo íntimo que dirige la misma Borges y que recibe el acompañamiento de Adriana Barcia. Sube a escena en el Teatro Auditorium.
“Graciela Borges regresa con su especial “Alquimia”. Anécdotas, música y canciones se tejen en este espectáculo íntimo que dirige la misma Borges y que recibe el acompañamiento de Adriana Barcia. Sube a escena en el Teatro Auditorium.
La actriz Graciela Borges se reencuentra con su público para compartir historias y anécdotas que retratan diferentes momentos de su vida. Acompañada por la voz y la guitarra de Adriana Barcia, se presentará este miércoles y jueves a las 21.30 en la Sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium”. El diario La Capital de Mar del Plata anuncia, con simpleza, estos dos shows de enero. Serían su despedida de los escenarios.
Compartí un tiempo, en años veloces y peligrosos, una redacción a la que daban ganas de ir para escuchar a los que estaban. Horacio (el “Sordo”) Eichelbaum el jefe de Política. Ricardo Roa el jefe de Gremiales. Carlos Somigliana el jefe de Policiales; allí oficié de redactor con Carlitos Alfieri: cronista, épocas de “cronistas de calle”, en esa función Miguelito Cores y Alicia Barrios. Frente al escritorio que ocupaba había cuatro escritorios reunidos como una gran mesa. David José Kohon era el jefe de Espectáculos; redactores: Aída Bortnik, Salvador Sammaritano, el “Petiso” Espinoza. Llegaba y se iba, llegaba y se iba un personaje único. No dejaba que lo admirasen pero era admirable un tipo a quien solo quería escuchar y eso hacía: Edmundo Eichelbaum, “Mondy”, que fuera genial corresponsal en Europa, seguro mejor que “el Mellizo” Argañaraz y empatando con Osvaldo, el hermano de José Tcherkaski. Su crónica sobre “El Silencio” merece estar en las antologías. Fue a la primera función, vino a la redacción, escribió y se fue. Ese día pusieron una bomba, las funciones del filme de Bergman se suspendieron. Años veloces y peligrosos. Duros años. Recuerdo escribir de urgencia la necrológica de Neruda, que en esos momentos va y se muere. La escribí porque un atentado demoraba mi cierre y la muerte llegó en ese “turno extra”. Fue una necrológica urgente para Pablo. Da la fecha de cuando sucedían cosas mágicas, locas y terribles. “Somos sobrevivientes de un siglo desolado” dice el poeta Muñiz.
Por la cercanía con esa mesa de cuatro escritorios y porque en otro medio trabajaba en la sección Espectáculos, no se callaban cuando me levantaba desde la silla de mi escritorio para escucharlos. Un día el tema era “la Borges”. “Mondy” Eichelbaum dijo: “La verdad no quiero saber quien es, no quiero investigarla, es una mujer que complica todo, los guiones, los enfoques de los fotógrafos, el equilibrio emocional de los directores, no, no quiero saber quien es”. Otro tomó el camino de la reflexión sobre Graciela. “Habría que armar un guión para ella, te obliga a eso, te obliga a cambiar, tenés que pensarla siempre, toma por toma”, dijo David José Kohon, que calló de repente. Salvador Sammaritano, entrañable personaje del arrabal de la crítica y noticias del espectáculo, habló de amores de “la Borges” y todos sonreímos. El amor es un asunto que se perdonaba en el espectáculo, muy lejanos fueron aquellos años de estos actuales con exceso de camas con camaritas. El mundo no fallaba. Era otra cosa. Espinoza nada dijo y Aída habló: “Graciela es una impostora perfecta. Es una espía, es una Mata Hari, miente al aire, a la descubierta, no se esconde. La Borges no es nunca el personaje, yo lo sé, todos lo sabemos, no estamos calificados para ser comunes y no lo somos, sabemos que es diferente, ella es una impostora que dice un mensaje: toma un guión y se impone, esta mujer debe ser así, con este perfil, esta ronquera, esta sonrisa, los directores se rinden... ése mensaje envía y el espectador entiende que esa mujer es una impostora que finge que actúa y eso es mágico, es angelado. La veo y me cautiva. Es una impostora. Dentro de la Borges hay otra y seguramente otra. ‘Aída estás divina me dice’ y yo le creo. A mí me lo dice... yo sonrío y finalmente le creo que soy bella...”. Todos callamos. Aída tenía tremendos problemas de motricidad que hoy la calificarían como una mujer de capacidades diferentes. En verdad tenía una inteligencia diferente. Aida analizaba bien. Esa es una Graciela Borges de tiempo completo.
Una mujer en el amor son todas las mujeres. “Toi, parée de mille et un attraits / Je ne sais jamais qui tu es / Tu changes si souvent de visage et d'aspect / Toi, quel que soit ton âge et ton nom / Tu es un ange ou le démon / Quand pour moi tu prends tour à tour / Tous les visages de l’amour…”. Esta es la primera estrofa de una canción que se llama como el último verso: “Tous les visages de l’amour”. Mi francés del Jardín de Infantes del Colegio Francés en Santa Fe me impide traducir. Podría. Perdería compostura esta crónica. En el 1974 estrena esta canción Aznavour. Ni mucho, ni poco. Allí se queda. Elvis Costello (envidiable por quien es su pareja en su vida real) la canta en inglés en una película muy taquillera (“Notting Hill”). La rebautizan “She”. Tanto éxito obtiene la versión (ya había estado como acompañamiento musical en una serie) que la vuelve a cantar, hasta en un inglés horrible y un castellano espantoso, el mismísimo Aznavour. En el espectáculo de Graciela Borges, sobre las escenas de sus películas, sus fotos en distintos festivales del mundo, con personajes realmente inolvidables, la música que acompaña es la versión francesa, aquella grabada en el 1974, en francés. Vale la pena. El poema es un poco Graciela en su texto, el texto sobre su vida, para seguir con la definición de Aída Bortnik .
Que Graciela Borges recite, cante y recite “Atenti pebeta” es un detalle que lleva a lo increíble. También avanza con un recitado sobre Le Pera, con “El día que me quieras. Hay mas sorpresas, que recite “Gente necesaria”, de Hamlet Lima Quintana, vuelve ambivalente su “Alquimia”, como re tituló este espectáculo, una performance que deja su existencia totalmente despojada del tiempo o, como firma Dave Brubeck: “Countdown - time and outer space”.
Su reivindicación de Idea Vilariño, las menciones de Matilde Urrutia, Neruda, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Vinicius, la ubicación de Helena Goñi (militante y periodista a quien conocí de aquellos años) es un poco los tiempos fuera del tiempo. La anécdota de los 10 años de Onetti en la cama, la despedida, el amor, en fin, esos chismes, como el de Ana María Picchio, suman a una historia donde el eje es una de sus brillantes afirmaciones: “Voy a contar anécdotas reales de las batallas perdidas...”. Lo hace de vestido largo, floreado. Y esa boina que es casi un sello.
Sobre la mitad del show esta mujer, la misma que se enamora de un moribundo en el 1961 (“Piel de verano”) ve que una espectadora se levanta de su butaca, interrumpe el desarrollo, se acerca al borde del escenario, saluda con la mano y dice: “Me voy porque pierdo el colectivo, pero quise venir a verte...”. La Borges la saluda y le grita “Buen viaje... (pausa) llamá cuando llegues…”. Allí es donde Aída Bortnik sonreiría para insistir: “Vieron que tenía razón, es Mata Hari, es una Mamushka, es una vida dentro de otra y de otra, es una impostora que hace que le crean todo, yo también”.
Qué es el show... es esa definición. Creer es parte del juego. El de Graciela, que viene de aquel cine en blanco y negro donde estábamos todos una vez. Ella propone recordar en “Alquimia”. El cierre de Adriana Barcia con “Honrar la vida”, de Eladia Blázquez, apunta a eso: “Permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida”. Creo que eso quiere Graciela Borges, que ése es su mensaje, arriba de los 80 años propone que está para eso, para honrar “su” vida. Aplausos a teatro lleno y luces en la platea. Con su vestido estampado y su boina tan Neruda me lleva a la poesía: te recuerdo como eras en el último otoño, eras la boina gris y el corazón de caza... Sol. Do.
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