Martes 13.8.2024
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Griselda Gambaro, nacida en Buenos Aires en 1928, es una de las dramaturgas más influyentes del teatro argentino contemporáneo. Su obra, que contiene denuncia social y despliega un análisis crítico sobre la violencia y la represión, derivó en su reconocimiento en Argentina y a nivel internacional. De su autoría son “El campo”, “Información para extranjeros” y “Antígona furiosa” donde analiza la alienación y el poder en sociedades opresivas. Estos temas, tratados con sensibilidad, la convirtieron en una referencia al momento de pensar en el teatro como resistencia frente a la dictadura y también como un instrumento para la memoria.
Archivo El LitoralSu estilo, que incorpora el absurdo y el realismo, resultó fundamental para la evolución del teatro nacional, tanto como su compromiso con los derechos humanos y la justicia social. A lo largo de su carrera, Griselda Gambaro ha recibido múltiples reconocimientos, incluyendo el Premio Nacional de Literatura y el Premio Konex. Su legado sigue vigente, siendo sus obras representadas y estudiadas en todo el mundo. Griselda Gambaro es, sin duda, una figura clave para entender el teatro argentino y su impacto en la cultura global.
Archivo El LitoralEn agosto de 1971, hace 53 años, Gambaro estuvo en Santa Fe para realizar una disertación en la sala Didáctica del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez. La dramaturga, que entonces tenía 43 años, se presentó dentro del ciclo de conferencias organizado por la Dirección General de Cultura provincial y pronunció una disertación sobre “Aspectos del teatro actual”. El 13 de agosto de aquel año, Diario El Litoral publicó una crónica sobre la charla bajo el título “Desarrolló Griselda Gambaro diversos aspectos teatrales”, a la cual se adjuntó una fotografía de la expositora.
Archivo El Litoral“Una voz tratando de contestar a otra voz”
Entre otros conceptos, la disertante se refirió a la experimentación teatral afirmando que es una ventana abierta que trae aire, pero que la casa está hecha. “Y la casa no es el teatro, sino la necesidad del hombre de hacer teatro”, remarcó. En la misma línea, expresó que lo que importa no son los medios técnicos, o que los actores caminen por la sala e interpelen o toquen al público, sino otra cosa. “No es decidirse a priori por un teatro pobre, o un teatro onírico o social, un teatro con texto o sin él. Lo que importa es el estilo, la respiración de un autor o director o conjunto y que nace de aquella primera necesidad de expresión, lo que decía Virginia Woolf en ‘Orlando’, esa novela maravillosa, y que es válido tanto para la literatura como para el teatro: ‘una voz tratando de contestar a otra voz’”.
Archivo El LitoralMás adelante, según la crónica de El Litoral, la autora de “El campo” indicó que debía aún correr mucha agua bajo los puentes para que “las amplias libertades, el desborde de imaginación que felizmente permite el teatro moderno, no sean gratuitas”. Y el agua bajo los puentes, subrayó, no es sólo estudio, disciplina y pasión por la tarea, “es abrir los ojos hacia el mundo de hoy y enfrentarlo valientemente”. Lo demás, señaló, lo dirá el talento de cada uno y la modestia, porque “los motivos primeros del teatro son más simples que un gran interrogante sobre su necesidad o su esencia, o por qué y para quién hacer teatro”.
Archivo El Litoral“Cada vez que tratamos de contestar esa otra voz recuperamos la vigencia del teatro y nos salvamos, no tanto en el teatro, sino en lo mejor de nuestra condición humana: tratando de ser libres”, cerró. Muchos años más tarde, en 2004, la Universidad Nacional del Litoral distinguió a la dramaturga con el título de Huésped de Honor.