Lunes 17.1.2022
/Última actualización 16:58
No dudaría, pondría ya mismo un aviso clasificado: melodía se necesita. En Mar del Plata un espectáculo teatral (con nombre que obliga a la confusión, al menos a la pregunta, ya que se llama Malevo) oferta, se insiste, un espectáculo de danza, básica, casi exclusiva y abrumadoramente de Malambo.
Tal vez el nombre “Malambo” tendría un registro en Derechos de Autor, pero Malevo es otra cosa: “De hábitos vulgares, propio de los arrabales”. Otra: “La palabra malevo es un argentinismo que viene de la palabra malévolo, del adverbio latino malé, que significa mal o del adjetivo malus, mal andanza”; otra mas: “En lunfardo, el lenguaje urbano de tangueros de Buenos Aires, la palabra malevo describe a un hombre matón y pendenciero que vivía en los arrabales de la ciudad...”.
En el teatro se oferta un espectáculo cuya base es El Malambo. Malambo, dice la RAE: “Arg., Chile y Ur. Baile vivaz de zapateo que ejecutan solo los hombres y se acompaña con rasgueo de guitarra”.
Abundemos: “El malambo es una danza folclórica tradicional argentina, perteneciente a la llamada música surera o sureña. Nació en la pampa alrededor del año 1600. Dentro de los bailes folclóricos argentinos, es una excepción porque carece de letra; la música de un bombo legüero y las guitarras acompañan a esta danza ejecutada únicamente por varones. Una serie de estos movimientos combinados recibe el nombre de ‘mudanza’ o ‘zapateo’, y la conjunción de éstos constituye al malambo en sí. No hay reglas para realizar un zapateo. Cada una de las combinaciones de los movimientos básicos es única y depende de la originalidad del gaucho que lo ejecute.
Malevo estrenó “Espíritu indomable” en Mar del Plata el martes 28 de diciembre en el Teatro América, ubicado en Avenida Luro 2289.
Aún las declaraciones son confusas. Su palabra autorizada dice: “Teníamos muchas ganas de traer un show que habla de una identidad argentina con una visión moderna al estilo de Malevo, donde contamos también nuestra historia con el recorrido mundial que transitamos y toda esa experiencia la volcamos en este show”, sostuvo el director, pero agregó una verdad dura: “Mar del Plata para nosotros es un ícono teatral muy importante…”, confió el director Martín Jaime.
Necesitan el aprobado del público de la playa junto al mar, zucundum. Lo pondrán en sus programas después, cuando giren por el mundo. Una troupe de 22 muchachos (acaso alguno más) torsos al aire, bailando sudorosamente.
“Lachicatalinda”, “talindalachica”, usado como juego onomatopéyico da un ritmo original si se lo repite con cierta periodicidad. Hay hasta canciones folklóricas de un importante arreglador (de folk) que lo usó.
Atahualpa dice que el aire de milonga en la guitarra repite:”polentaytumba... polentaytumba” y que sobre eso se debe componer.
En ambos casos hablan de una base rítmica para desarrollar, encima de la misma, una línea melódica.
No es posible olvidar a Eber Lobato, artista argentino que hace muchos años escribió una letra y una melodía que iba por ese lado, a la composición la llamó Malambo. Excepcional versión de Los Trovadores. Dura 6 minutos, narra las mudanzas de El Malambo (Eber era coreógrafo de su esposa y de otros números en espectáculos que giraban por el mundo). No se aparta del eje: “lachicatalinda... talindalachica”. Malamboooo.
Gades me decía: “undostres... undostres... undostres/cuatrocincoseis... el resto se improvisa. Estos chicos sugerían: “undostres... undos... Las tribunas, todas, cantan una melodía al unísono. Nunca caminarás solo realmente conmueve (“You'll Never Walk Alone”, Liverpool).
En el mundo, en serio y sin duda alguna, en el mundo gusta, asombra, atrae la danza, ésta danza. El cuerpo expresándose brutalmente, de un modo animal. Inatajable. Los sentidos aceptan un mensaje que no tiene palabras, solo eso: transmisión del mensaje del cuerpo. Atrae. Aguante Isadora.
En el mundo cultural occidental aquellos barcos esclavistas trajeron lo suyo y se tradujo en la chacarera, la chamarrita, las danzas nordestinas y sus melodías, las caribeñas, las de Nueva Orleans. Diversos barcos esclavistas diversos ritmos. Ritmos afro.
Podría decirse, como un exabrupto, que no hay en Occidente algo tan fusionado como el ritmo de los esclavos africanos y las melodías europeas y sus distintas misturas.
El desarrollo cultural de aquello que llamamos Oriente, su mas profundo desarrollo cultural, la forma tribal pasando a la de civilizaciones específicas y diferenciadas, tomó otros valores, pero siguió la misma fusión: ritmo, melodía, expresión corporal. Por allí fue la cosa.
El espectáculo que se oferta puede presentarse en cualquier lugar del mundo y será aceptado como lo que es: un fenomenal y ajustadísimo ejercicio del cuerpo de bailarines ofertando una danza sin melodía, solo un ritmo agobiante con juegos corporales, luces de colores, efectos.
Al límite del show circense, con el malabarismo cuasi perfecto del juego con boleadoras (las boleadoras y el zapateo es el eje) el cuerpo de baile, el grupo que hace Malevo deslumbra. No hay yerros. El espectador es un animal recibiendo un mensaje -animal- sin escapes. Tome o deje. Todos aplauden, es un síntoma, una señal, una calificación.
Si tiene que durar, por las reglas del show, entre 80 y 90 minutos pondría el aviso clasificado. Pero se entiende, sería otra propuesta. Esta es pies y boleadoras, una oferta como pocas en el mundo. Quedan en deuda: “...melodía, se necesita”.