Jueves 23.12.2021
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A principios de las década de 1970 Clint Eastwood era ya una figura de peso en el universo del cine. Su intervención como el “hombre sin nombre” en la trilogía del dólar (formada por los spaghetti western de Sergio Leone “Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más” y “El bueno, el malo y el feo”) había resultado providencial para la evolución de su carrera. Pero en 1971 formó dupla con otro director, Don Siegel, quien puso a su disposición al personaje que haría de Eastwood uno de los héroes de acción más duros y polémicos de Hollywood y construiría el antecedente para una amplia lista de justicieros urbanos, cuya aureola llega hasta Liam Neeson en “Búsqueda implacable”: Harry, el sucio (“Dirty Harry”, en el original”).
Malpaso Productions, Warner Bros. D.RFoto: Malpaso Productions, Warner Bros.
El film (que, dicho sea de paso, cuenta con una recordada banda sonora compuesta por el argentino Lalo Schifrin y una intensa actuación de Andrew Robinson) se centra en la figura de Harry Callahan, un inspector de la policía de San Francisco que tiene mucha calle y a quien sus compañeros apodan “el sucio” por los procedimientos que utiliza para enfrentar a los criminales y por su inclinación por los peores trabajos. “Es una cuestión de métodos. Todo el mundo quiere resultados, pero nadie quiere hacer lo que tiene que hacer para conseguirlos”, justifica Harry cuando lo cuestionan sus pares. La trama del film se sostiene, básicamente, en sus intentos por atrapar a un asesino en serie llamado Scorpio.
A través de la amoralidad de Harry (en una mítica escena, apunta a un criminal con su pistola y lo hace sufrir mientras le pide que calcule cuántas balas disparó hasta el momento, para ver si podrá sobrevivir) la película propone una mirada crítica del individualismo, el egoísmo, la violencia institucionalizada y la corrupción. El planteo es que, en la configuración de esa sociedad norteamericana cercana al escándalo del Watergate, la brújula moral está averiada. En esa misma década del ‘70, otros directores como Martin Scorsese (“Malas calles”), Brian de Palma (“Hi, Mom!”), Sidney Lumet (“Sérpico) y Francis Ford Coppola (“La conversación”) indagarían sobre problemáticas similares vinculadas con esa degradación social, aunque desde otras posturas ideológicas.
En la piel de Eastwood, Harry Callahan protagonizó cinco películas, estrenadas entre 1971 y 1988: “Magnum Force” (1973), “The Enforcer” (1976), “Sudden Impact” (1983) y “The Dead Pool” (1988). Sin embargo, las claves principales están en la obra que se estrenó hace justo medio siglo, el 22 de diciembre de 1971, en los cines de Los Ángeles y Nueva York para llegar un día después al resto de Estados Unidos y un mes después, el 20 de enero de 1972, a la Argentina.
¿Cómo explicar que un personaje violento, algo sádico, poco apegado a la ley y arrogante pueda convertirse en un ícono? Parte de la explicación está en el carisma del actor, capaz de matizar secuencias poco agradables con toques de cinismo bien ubicados (como la famosa frase “Alégrame el día”, que pertenece a “Sudden Impact”). Está claro que tomar la justicia por mano propia no es un valor republicano, pero lo que atrae es el dilema de fondo, es decir los motivos que llevan al personaje a actuar de esa manera. En cierto modo, al menos en la primera entrega de Harry, los guionistas intentan no justificar sus acciones. Simplemente muestran como ese policía se mueve en un contexto putrefacto, hace su elección y proponen al espectador que decida si se trata de un héroe o un antihéroe.
Malpaso Productions, Warner Bros. D.RFoto: Malpaso Productions, Warner Bros.
A partir de los trazos generales que propuso Clint Eastwood, se construyeron otros justicieros urbanos que, desde una opción moral reprochable, daban respuestas a una sociedad ávida de este discursos de extrema derecha para reencontrar, al menos en apariencia, el orden perdido. Michael Caine en “Get carter”, Charles Bronson en la saga de “El vengador anónimo”, Franco Nero en “Il cittadino si ribella” y el propio Robert De Niro en la piel de Travis Blickle en “Taxi driver” representan en la década del ‘70, intentos de reparar a punta de pistola un sistema social al que perciben descompuesto. Ninguno de estos personajes caen bien, pero la disyuntiva que proponen debe ser debatida.
Lo cierto es que Eastwood, a partir de Harry el sucio, se convirtió en uno de los duros de la pantalla grande. Su fama llegó a tal punto que el rosarino Roberto Fontanarrosa, con maestría, se valió de la creación de Eastwood y formuló una sátira divertidísima a través de la historieta “Boogie, el aceitoso”, un asesino impasible y cínico que desprecia a todo el mundo y que está tan en el centro de los debates de los ‘70 como su par de la pantalla grande. Es individualista (“Hay una sola persona a quien me interesa hacer feliz, a Boogie”, dice) e igual que Harry, quiere resolver siempre las cosas a su manera y no concibe la idea de que alguien se interponga entre él y sus objetivos. Lo plantea con toda claridad: “la única justicia en la que creo es en la de mi 44 magnum”.
Malpaso Productions, Warner Bros. D.RFoto: Malpaso Productions, Warner Bros.
Eastwood no fue la primera opción para encarnar a Harry Callahan. El estudio pretendía a Frank Sinatra y antes de llegar a Clint tanteó a Burt Lancaster, Robert Mitchum, Steve McQueen. Pero una vez que lo hizo, el personaje le calzó a la perfección. A tal punto que, a diferencia de otros héroes de acción que llegaron a adquirir el rostro de dos o más actores, sólo él lo interpretó. En 1988, tras “The Dead Pool”, quinta entrega de la serie el propio Eastwood optó por “retirarlo”. Eran los tiempos en que Ronald Reagan gobernaba Estados Unidos y los héroes de acción debían ser fuertes, musculosos, feroces, sin rasgos de debilidad. El actor ya estaba cerca de los 60 años, sentía que estaba demasiado viejo para el papel y creía que su insistencia podía convertir al personaje en una parodia. Dos décadas más tarde, más viejo y más sabio, recorrería en forma elíptica los planteos morales de “Harry, el sucio” en la brillante “Gran Torino”. Pero esa es otra historia.