Horacio Lavandera: un prodigio argentino que cruza Europa y las Américas
El pianista argentino pasó por Santa Fe en el marco de una gira a piano solo por Estados Unidos, Europa y Argentina que también lo llevó a tocar en el mítico Carnegie Hall de Nueva York, con obras de Mozart, Beethoven y Mendelssohn, así como del estadounidense George Gershwin y del argentino Dino Saluzzi. A partir de repasar ese concierto, El Litoral recuerda su recorrido, de joven promesa a referente de la música académica nacional.
A los 39 años, el artista combina el espíritu juvenil de sus años de “niño prodigio” con la madurez de un artista que sigue estudiando y buscando nuevos desafíos. Foto: Gentileza Eduardo Dolengiewich
Este nuevo concierto fue parte de una gira a piano solo por Estados Unidos, Europa y Argentina que también lo llevó a tocar en el mítico Carnegie Hall de Nueva York y en Rochester, Minnesota (con dos funciones) abrió con las infantiles 12 Variaciones sobre “Ah! Vous dirai-je, maman” K.265 (300e), de Wolfgang Amadeus Mozart. Contó al público sobre el dolor de Mozart en su estadía francesa, en el invierno en que su madre enfermó y murió. “En esas circunstancias tan especiales (donde no tenía trabajo, no tenía dinero, no tenía perspectivas) escucha estas músicas populares francesas y decide hacer esta pieza (...) que ‘es como una sonrisa entre lágrimas’”.
La primera parte se completó con su versión elegante y medida (la obra puede abrir la puerta al desborde de los intérpretes) de la Sonata N.º 23 “Appassionata”, in Fa menor, op. 57, de Ludwig Van Beethoven (Allegro assai, Andante con moto, Allegro ma non troppo - Presto). La destacó como “una de las sonatas más importantes de toda la historia del piano”, y contó el vínculo que el compositor estableció con “La tempestad” de William Shakespeare, que ha influido en la tradición al abordar la identidad de sus personajes.
Colores de la tierra de uno
La segunda parte, más ecléctica, abrió con tres piezas del compositor contemporáneo argentino y maestro bandoneonista Dino Saluzzi (a quien le dedicara el álbum “Imágenes”, “uno de los 20 mejores discos del año 2015” según Ted Gioia del New York Times), que tuvo en el Carnegie Hall su premiere estadounidense: las mismas fueron “La casa 13”, “Claveles” y “Donde nací”. No se privó, en tierra santafesina, de vincular la obra de Saluzzi con la de Carlos Guastavino y Ariel Ramírez, contando cómo hizo lo propio con la música andina. “Es un lenguaje muy abstracto, un camino muy propio: es tan importante la música que van a escuchar como los silencios. Es una música de introspección absoluta, él va jugando con distintos ritmos folclóricos, con su infancia y con lo que siente por la música argentina”.
Regresó al repertorio europeo de la mano de Franz Schubert, con el “Moment Musicaux” D.780, op. 94 N.º 3 en Fa menor (“un aire ruso, pero también austríaco”) y los Impromptus D.899, op. 90: el N.° 1, Allegro molto moderato en Do menor (inspirado en Beethoven), y el N.º 2 Allegro en Mi bemol (basado en el folclore austríaco, lleno de variaciones interpretativas). El vínculo es la capacidad para captar el sonido de su tierra, en el caso de Schubert en el sur de Alemania.
Siguió con “Variations sérieuses” en Re menor, op 54 de Felix Mendelssohn: destacó que su buena posición le permitió acceder a una formación artística integral, y que su abuelo Moisés fue el contacto con la religiosidad hebrea, aunque finalmente se convirtió al cristianismo. En la obra, remarcó la presencia de los intervalos de la música de Medio Oriente y su devenir en coral cristiano.
Concluyó con improvisaciones originales sobre obras de George Gershwin. Sobre la primera pieza, “Swanee”, resaltó que es “como si fuera para más manos”, porque el compositor regrababa en rollos de pianola. También habló del “Harlem Stride”, creado por afroamericanos como James P. Johnson y Fats Waller “cuando el jazz no se llamaba jazz”; con una gran dificultad, “porque la mano izquierda viaja a una velocidad increíble y porque los afroamericanos querían inventaron una técnica que los blancos no pudiera tocar: Gershwin y yo lo intentamos”. Pasó así por “Someone to Watch Over Me”, “S’ Wonderful / Funny Face” y “I Got Rhythm”.
Por si a alguno de los asistentes le hubiera parecido poco, quedaban dos bises: “Fine and dandy” de Kay Swift, en versión de Art Tatum, y una relectura de Vladímir Horowitz de “The Stars and Stripes Forever de John Philip Sousa (Marcha Nacional de los Estados Unidos por ley del Congreso de ese país, pero “la marcha de Crónica TV” y una canción de cancha en nuestro pagos).
Prodigio
Buenos Aires, 1 de diciembre de 1984: en una ciudad vibrante y llena de historia musical, nace Horacio Lavandera, un pianista que desde sus primeros años de vida mostró un talento excepcional. Hijo del reconocido percusionista José María Lavandera, miembro de la Orquesta de Tango de Buenos Aires, Horacio parecía estar destinado a dejar su huella en el mundo de la música.
Lavandera comenzó su formación musical a temprana edad, primero con las lecciones de percusión impartidas por su padre, y luego, a los siete años, con el estudio del piano bajo la guía de su tía abuela Marta Freigido, quien se formó en la prestigiosa escuela de Vicente (Vincenzo) Scaramuzza. Posteriormente, continuó su formación con Antonio de Raco, otro discípulo de Scaramuzza (y ancestro de la familia pianística De Raco-Westerkamp-Tiempo-Lechner-Binder), consolidando así una base técnica y expresiva que sería crucial en su carrera.
En 2001, su vida dio un giro trascendental cuando, con solo 16 años, ganó el III Concurso Internacional de Piano Umberto Micheli, celebrado en el Teatro Alla Scala de Milán. Este logro lo convirtió en el competidor más joven en ganar este prestigioso certamen y le abrió las puertas a una carrera internacional. Fue también galardonado por la Orquesta Filarmónica della Scala como el Mejor Intérprete de Piano y Orquesta, un reconocimiento que reafirmó su talento y proyección mundial.
Repertorios
Su carrera lo ha llevado a actuar en los escenarios más prestigiosos del mundo, como Carnegie Hall en Nueva York, Philharmonie en Berlín, Herkulessaal en Múnich, y el Teatro Colón en Buenos Aires. Lavandera ha compartido su arte con públicos de América, Europa y Asia, siempre destacándose por su capacidad para interpretar no solo a los grandes maestros clásicos como Beethoven, Mozart y Rachmaninov, sino también por su compromiso con la música contemporánea. Ha colaborado con compositores de la talla de Karlheinz Stockhausen, Mauricio Kagel, y Pierre Boulez, demostrando su versatilidad y pasión por la innovación musical.
La prensa internacional ha elogiado repetidamente su talento. Desde “manos de oro de un joven prodigio” según Marie-Aude Roux para Le Monde hasta “le da vida a Schubert”, como destacó la revista vienesa Klassik Begeistert, Horacio Lavandera ha cautivado a audiencias y críticos por igual. Karlheinz Stockhausen, uno de los compositores más influyentes del siglo XX, lo describió de manera contundente: “Tu talento es dado por Dios”.
Además de su éxito en el ámbito de la interpretación, Lavandera ha sido un abanderado de la difusión de la música clásica en Argentina y el mundo. Su discografía refleja esta dualidad entre lo clásico y lo contemporáneo, con álbumes como “Debut” (2000), “The Three Bs” (2005), y “Chopin” (2012), el cual le valió el Premio Gardel al Mejor Álbum de Música Clásica en 2013.
Su labor ha sido reconocida en diversas ocasiones. Ha sido galardonado como el mejor solista instrumental argentino en 2006 y 2008 por la Asociación de Críticos Musicales de Argentina y recibió el diploma al mérito de la Fundación Konex. En 2014, la Universidad Nacional de Rosario lo nombró Profesor Honorario, en reconocimiento a su contribución a la cultura y la música. En 2015 salió “Imágenes, música para piano”, dedicado a la obra de Dino Saluzzi.
Persistencia y resiliencia
En 2017, en entrevista con El Litoral, contaba: “Creé las ‘Noches de música y ciencia’, tuve unos programas de televisión donde vinculaba la música actual con la del pasado. Hacer un público, emocionarlo y acercarlo a tu arte (...) Si lo tomás como investigación, y de las emociones, no hay un límite. Beethoven estuvo toda su vida hasta conformar la Novena Sinfonía, desde que tenía uso de razón. La creó y a los años murió. Su vida estuvo al servicio de lo musical y lo emocional: quería dejar un mensaje de que todos los hombres somos hermanos. Es la música más maravillosa de la historia. Con esas emociones tenemos que vivir, las de grandes artistas que las trataron de llevar a sus máximas posibilidades. Con muchísimo amor y respeto, pensando en el pasado y en dejar un legado”.
Durante la pandemia sufrió el golpe de la muerte de su padre, al mismo tiempo en que terminó tocando durante el aislamiento, a pedido de quienes se conectaban a sus vivos, temas de Rage Against the Machine, Queen o Luis Miguel. Compartió con Andrés Ciro Martínez una larga entrevista por Instagram, aunque el vínculo era previo: en 2019 había compartido con Ciro y Los Persas una interpretación de “Tan solo” de Los Piojos.
Al principio de la cuarentena decidió grabar en video las 33 “Variaciones Diabelli” Op.120 de Beethoven, una por día, para sus seguidores de Instagram. “Cada día de esta grabación estuvo lleno de noticias duras sobre el Covid 19. La música de Beethoven me ayuda a recuperarme de este triste momento”, escribió al publicar la compilación.
Hoy en día, Horacio Lavandera sigue residiendo en Buenos Aires, su ciudad natal, desde donde continúa explorando nuevas fronteras en la interpretación y composición musical. Con más de dos décadas de trayectoria y un inagotable amor por la música, Lavandera se mantiene como una figura central en el panorama musical internacional, llevando con orgullo el estandarte de la cultura argentina al mundo.
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