Viernes 17.9.2021
/Última actualización 12:35
Francisco “Paco” Urondo (1930-1976) es una figura compleja. Se lo suele ubicar entre los escritores más importantes de la literatura argentina de su tiempo. Y se destaca el estrecho vínculo que forjó con la vanguardia poética de los ‘50 y las preocupaciones de la literatura por la política en los ‘70. Sin embargo, la idea del “poeta combatiente”, que tiene más que ver con el último tramo de su vida y las aristas trágicas de su muerte, adquirió una gravitación enorme, que fue en desmedro de una mirada integral sobre su figura. Justamente ahí posa la mirada (y la pluma) el periodista y escritor Osvaldo Aguirre en la biografía “Francisco Urondo. La exigencia de lo imposible”. Un texto que publicó Ediciones UNL y que busca proyectar un nuevo haz de luz en las facetas de poeta, narrador, periodista y gestor cultural que cultivó el poeta.
-Comentaste que una de las premisas del libro fue tratar de desarticular estereotipos sobre la figura de Urondo ¿Cuáles eran y porque se gestaron?
-Fundamentalmente dos. Uno es la idea del poeta combatiente, que se cristaliza en los años ‘80, cuando se empieza a recuperar la figura de Urondo. Esto tiene que ver con la circunstancias de su muerte, tan terribles y con las elaboraciones de la memoria de los años ‘70. Urondo fue un protagonista de la lucha política de los ‘70 y las disputas sobre la memoria de esa época siguen abiertas. Entonces parece Urondo estuviera inmediatamente disponible para plantear cosas. Para ponerlo en determinados lugares, sea para denostarlo o para exaltarlo. Me parece que lo que se pierde de vista allí es su trayectoria intelectual. También su misma trayectoria política, que no comienza en los ‘70 con la incorporación a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Eso por un lado. Por otro lado, cada vez que se habla de Urondo surge la frase “empuñé un arma porque buscaba la palabra justa”. En el libro digo que es paradójico que a un escritor con una obra tan amplia se le recuerde por una frase que nunca escribió. Eso viene de un relato que hace Juan Gelman, que dice Urondo se lo dijo una vez. No se trata de discutir si lo dijo o no lo dijo, sino de ver el efecto que eso tiene en la figura de Urondo. Es una frase tan repetida que funciona como cierre armónico de algo que, en realidad, fue muy complicado y atravesado por muchas tensiones, como fue ese pasaje de la actividad literaria a la acción política.
Ediciones UNL-¿Ese paso de Urondo se produce por algún punto de inflexión específico o es algo que él siempre llevaba consigo y en un momento se hizo más presente?
-El primer viaje a Cuba, en 1967 es muy determinante. Pero en realidad, la política está presente en la vida de Urondo desde el comienzo. La primera imagen que él mismo cuenta es la de su padre desalojado por la policía durante la intervención de la Universidad Nacional del Litoral, corriendo entre los caballos de la policía. Además, en los ‘50 participa en la gestión de Sylvestre Begnis como director de Cultura. El año anterior organizó la primera reunión de Arte Contemporáneo en Santa Fe. Si uno lee el texto que escribe como introducción, es sobre política cultural. Hay todo un proceso en Urondo, no es que el efecto inmediato de la muerte del Che lo lleva a la militancia como fue el caso de muchos jóvenes de la época. Le impactó mucho, pero tenía una experiencia previa. Es un proceso que tiene un punto de quiebre con el viaje a Cuba. Luego participa en una mesa junto a Rodolfo Walsh y Juan Carlos Portantiero, donde se observa la acentuación ideológica de su mirada sobre la poesía. Ahí ya está en otro nivel.
Archivo El Litoral-¿Cómo influyó todo el período del joven Urondo en Santa Fe en su obra y su labor política?
-Esa etapa fue fundamental para Urondo en muchos sentidos. En primer lugar, con respecto a su iniciación poética. Él pasa en Santa Fe los años de su formación. El primer texto que escribe es uno en el cual menciona a Juan L. Ortiz. Me parece que Urondo escribe finalmente en la tradición de la poesía del litoral. Ortiz es su modelo de poeta y además una lectura que sostiene desde el principio hasta el fin de su vida. Urondo se integra a ese grupo de poetas, cineastas y dramaturgos que giran en torno a Fernando Birri y a Miguel Brascó. La amistad con Rubén Rodríguez Aragón (más conocido como Chiry Rodríguez) también fue importante en su vida. Y por ese lado tiene su primer acercamiento al teatro, que después despliega como dramaturgo y crítico. Las primeras relaciones con la política también están en Santa Fe.
Archivo El Litoral-Da la sensación de que sus facetas como poeta y militante tienen una gravitación mayor que otros aspectos de su vida y de su obra.
-En relación a la militancia, me parece que muchas veces, cuando se vuelve sobre esa etapa de Urondo, parece como si hubiera sido una etapa sin discusiones, donde Urondo se había integrado armónicamente. Pero lo que uno puede ver es justamente lo contrario, que Urondo tuvo una actitud crítica permanente, que en el interior de la organización en la que militaba le trajo problemas. A partir de la fusión de la FAR y Montoneros, empieza a tener discusiones con la conducción. Hay muchas cosas para observar en esa etapa, que a veces se pasan por alto. Siempre se dice que Urondo hizo un culto de la amistad, lo cual es cierto, pero al mismo tiempo no hizo amiguismo. Es notable como él, cuando tiene que criticar a sus amigos, les cae con todo. La última etapa de su vida es tan visible que nos hace perder de vista otros aspectos de su trayectoria que todavía hay que investigar más.