Nació en Gálvez, pero vivió la mayor parte de su vida en Esperanza. Fue un cronista de la vida sencilla: en sus versos resuenan el hombre común y la belleza de lo cotidiano. En varias oportunidades publicó poemas en El Litoral.
El propio Pedroni llegó a postular que su poesía estaba destinada “al corazón del hombre”. Foto: Archivo El Litoral
Este 21 de septiembre se cumplen 125 años del nacimiento de José Pedroni, una voz significativa en la literatura argentina. Pedroni llegó al mundo en 1899 en Gálvez, una ciudad ubicada a 80 kilómetros de la capital provincial que en ese momento estaba en plena formación, apenas tenía poco más de una década de vida. Allí creció entre “las ruinas de una iglesia que nunca llegó a techarse, una laguna llena de sanguijuelas chupadoras, un campo con pechirrojos y un tren que pasa”.
Archivo El Litoral
Ser procedente de una familia de inmigrantes piamonteses, le proporcionó una riquísima mezcla cultural. Por ejemplo, a su casa llegaba un diario italiano que el joven José leía para su padre durante las noches. Esa mixtura, sumada a un entorno rural en una provincia pujante, en pleno desarrollo productivo, sentó las bases para su labor como poeta, en la cual dialoga constantemente con su entorno, volviendo profundo lo sencillo. “Llegó un viento fuerte que cerró las puertas al anochecer. Las calles del pueblo quedaron desiertas. Tronó largamente. Y empezó a llover. Me acosté vestido, la llamé a mi lado, y a mi lado pronto la oí respirar. La lluvia -le dije- llora en el tejado. Y ella dijo: llora porque quiere entrar”.
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Tras estudiar en Rosario y andar algunos años en las colonias agrícolas, Pedroni se radicó en Esperanza, donde vivió la mayor parte de su vida. En ese ámbito trabajó como contador en una fábrica y creó la mayor parte de su producción literaria. Mónica López Ocón, en un artículo publicado en 2022 en Tiempo Argentino: “se dice que cierta vez, en sus comienzos, cuando aún no era conocido ni reconocido como una de las voces fundamentales de la poesía argentina que llegaría a ser, ganó un concurso literario. Su aspecto de hombre simple, de costumbres sencillas, que se ocupaba de asuntos contables despertó las habladurías de los vecinos de Esperanza. Los poemas que habían ganado ese concurso no podían ser obra de alguien tan parecido a todo el mundo, ese hombre que trabajó como contable en la fábrica de arados Schneider hasta su jubilación”.
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“Hermano luminoso”
Cuando publicó “Gracia plena”, en 1926, Leopoldo Lugones publicó en La Nación, bajo el título “El hermano luminoso”, un artículo en el cual destaca entre otras cosas la “emoción musical” de la poesía de Pedroni, lograda a partir del trabajo con la “unidad rítmica” del verso y de una rima que se vuelve en sus poemas “sencillamente fácil”. Además -según cita María Fernanda Alle en un artículo de su autoría publicado por el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario- marca el “alma de patria joven, dichosa y fuerte” de la poesía del santafesino, engendrada “al soplo del gran viento rural, en la tierra argentina preñada de siembra”.
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Luego siguieron varios volúmenes, en los cuales se presenta como un cronista de la vida cotidiana, un observador atento de la realidad que lo rodea y una persona comprometida con los avatares políticos de su tiempo. En general, su estilo se caracteriza por su sencillez y profundidad, sus versos, aunque accesibles, contienen una riqueza que sirve la reflexión. En los años 50, su obra tiene una progresión: como señala Alle, “la dimensión provincial, regional, se conjuga con la necesidad de tomar posición ante los acontecimientos del mundo”.
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Sensible y crítico
Pedroni falleció en 1968, pero su gravitación nunca cesó. En el obituario que publicó Diario El Litoral el 5 de febrero de ese año, se puede leer textualmente: “hondamente arraigado a los escenarios de la ahora legendaria colonización agrícola, nada impidió que Pedroni conservara su espíritu siempre abierto a todos los vientos del mundo. Sensible al dolor del hombre común de todas las latitudes, supo responder a los avatares de nuestra época con vibraciones que determinaron su filiación a movimientos políticos de protesta revolucionaria; más sin que esa adhesión cercenara jamás su independencia crítica”.
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Para recordarlo, a 125 años de su natalicio, evocamos algunos de sus versos: “Esta es nuestra casa. Entremos. Para ti la hice como un libro nuevo, mirando, mirando, como la hace el hornero. Tuya es esta puerta; tuyo este antepecho, y tuyo este patio con su limonero. Tuya esta solana donde en el invierno pensará en tus párpados tu adormecimiento. Tuyo este emparrado que al ligero viento moverá sus sombras sobre tu silencio. Tuyo este hogar hondo que reclama el leño para alzarte en humo, para amarte en fuego. Tuya esta escalera por la cual, sin término, subirás mi nombre, bajaré mis versos. Y tuya esta alcoba de callado techo, donde, siempre novios, nos encontraremos. Esta es nuestra casa. ¡Hazme el primer fuego!”.
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