En el Teatro Colón de Mar del Plata se presentó, lo hará todos los viernes de enero de 2022, “Piazzolla/Lavié 100 años (Piazzolla Inmortal)”. Un homenaje a Astor Piazzolla por el último cantor de tangos, perdón, para respetar el rigor “cabulero” del ambiente: el penúltimo cantor (subordinada de la subordinada: hay un tango que se llama “Cabulero”).
Georges Braque: En 1961, el Museo de Louvre organizó una retrospectiva de su trabajo, Braque se convirtió en el primer pintor vivo en exhibir su obra en dicho museo. Uno de sus desafíos fue el uso de colores que se consideraban antagónicos, no “combinables”, para decirlo en el lenguaje que entiendo, el de “no entendedor” (perdón, el oxímoron es necesario). En su homenaje, haciendo suya esa porfía intelectual es que Piazzolla titula a una de sus composiciones “Marrón y azul”, se conoce en el año 1955.
Las elecciones que convierten a Juan Domingo Perón en el primer presidente argentino reelecto, con una constitución que así lo autorizaba (Reforma 1949) son la base para la primera y segunda versión de “Lo que vendrá”, tal vez el primer tango iluminado de Astor Pantaleón Piazzolla, bandoneonista y compositor. Astor no abandonó jamás la mirada sobre la sociedad y la vanguardia.
Dos trabajos proféticos lo acompañan: Las “Cuatro estaciones porteñas” (demasiado obvio homenaje a Vivaldi) y la “Suite troileana” (obvio homenaje a quien le abrió la verdadera puerta al trabajo y la creación... en el tango).
Su tema más adaptado es “Libertango”. Los dos más sentidos “Nonino” y “Adiós Nonino”. Al padre y a la muerte del padre.
No hay letras de tango en sus trabajos más importantes. Acaso, en algunos, aparecen después.
Cantores hubo. Su desvinculación de Troilo es para acompañar al amigo de Troilo, el cantor Fiorentino, “el Fiore”, de horrible e inútil muerte. Piazzolla dice que el mejor cantante que oyó fue Aldo Campoamor. Es, sin embargo, con Héctor de Rosas, un profesor de canto, con quien encuentra el instrumento perfecto (otro instrumento) de sus agrupaciones. Aconsejo escuchar la versión de “Nostalgias”. El arreglo sigue la letra, dura poco más de cuatro minutos. Pocas versiones pueden superarlo. Hay un vinilo de Salgán/Piazzolla, una especie de contrapunto. Se consigue. Allí aparece la versión.
Tuvo un fracaso con Sábato, una prueba aprobada con Juan Carlos Lamadrid (canta Héctor de Rosas) un aprobado con felicitaciones para las milongas “Para las seis cuerdas” de Borges (canta Edmundo Lionel Rivero Dantés) y un “aprobado forever y bis, ooootra, otra...” con Mario Trejo (“Los pájaros perdidos”) Son los tres escritores con libros antes y después de Piazzolla.
La operita “María de Buenos Aires” acerca la segunda cantante (la primera Egle Martin, la Negra) y cambia, todo cambia. Horacio Ferrer aporta un lenguaje coloquial que los cantantes entienden y recitan. Por detrás Piazzolla y frases melódicas sustentando poesía, mínimas baladillas inatajables de quien metió la armonía y el contrapunto hasta fastidiar. Es el letrista que, con aquel “Primer Festival Iberoamericano de la Canción”, Amelita, “Balada para un loco” y las madrugadas de una primavera que el Luna Park consagraba, pese a los votos en contra. Europa. Milva (otro amor y otros arreglos que, esta es mi firma, son los mejores para esos temas) y una vida diferente.
Su primera formación un octeto con demonios en la cancha, asesinos feroces: La formación inicial estaba conformada con los violinistas Enrique Mario Francini y Hugo Baralis, los bandoneonistas Piazzolla y Roberto Pansera, el pianista Atilio Stampone, el guitarrista Horacio Malvicino -con guitarra eléctrica, en ese entonces una novedad para el género-, el violoncelista José Bragato y el contrabajista Aldo Nicolini; posteriormente, Pansera y Nicolini -que no llegaron a grabar- fueron reemplazados por Leopoldo Federico y Juan Vasallo, respectivamente. Busque ése material. No hay cantantes.
El primer quinteto es para sus temas en un vinilo: “Piazzolla interpreta a Piazzolla”, de 1961, interpretado por Szymzia Bajour en violín, Jaime Gosis en piano, Horacio Malvicino en guitarra eléctrica y Kicho Díaz en contrabajo, además de Astor en bandoneón.
“Kicho Díaz me hacía volver al piso, el tango siempre tuvo el ritmo puesto en todos mis trabajos”.
El espectáculo que presenta Lavié, Raúl, cantante, tal vez uno de los más importantes testigos de cargo sobre Astor (el otro es Amelita, que duda cabe) debe remitir a lo cantado.
El espectáculo muestra “al Negro” en todo su esplendor, no es el que queda, es el mejor aún con los que estaban. Tony Bennett, Aznavour, Lavié. Busque por ahí y no se equivocará.
Canta “Bicicleta Blanca” (una estupenda grabación suya, con otros músicos fue parte de un estupendo material del Negro en los años 70/80, canta “Pájaros Perdidos”, canta “Balada para un loco” y lo que hizo Eladia Blázquez con “Adiós Nonino”.
Raúl entusiasma siempre y siempre es grato escucharlo. Es raro un “quinteto” sin guitarra eléctrica, sólo cuatro músicos. López Ruiz escribió un estupendo libro hablando de 25 años con un loco, loco, loco. Malvicino fue otro. Siempre estuvo el jazz y su guitarra ahí. El compás de Kicho Díaz ahí. Aquel violín de Vardaro, Bajour hasta se fue de Argentina, después Suárez Paz (su hija canta en este espectáculo) y si bien alguna vez acompañó a Copes/Nieves el Piazzolla Piazzolla es más de Julio Bocca que del tango gimnasia de shows internacionales. Si alguien pide eso. No le hace falta.
Este espectáculo sin Lavié no existe. Y Lavié muestra que, mas allá de Aldo Campoamor, Héctor de Rosas, Fiorentino, Trelles (olvidado en todas sus biografías) el gran cantor que se merecía Astor era el Negro, siempre respetando esa versión en el Regina, de Piazzolla/Goyeneche, 1982, que tiene connotaciones únicas. Era plena Guerra de Malvinas. Goyeneche nunca fue Piazzolla... viceversa.
Lavié es el mago que trae a Piazzolla, el músico para cantantes. La magia no tiene tiempo ni final, solo es necesario llamarla y aparece. Lavié solo nomás, no hay otro mago, créame.