Ignacio Andrés Amarillo
Ignacio Andrés Amarillo
iamarillo@ellitoral.com
Anoche, en el Hipódromo de San Isidro, Metallica cerró la primera jornada del festival Lollapalooza, la franquicia creada por Perry Farrell que va por su cuarta edición nacional. Después de Rancid (que llegó por primera vez al país y dio un side show el jueves) y The XX, una de las propuestas renovadoras de los últimos tiempos, fue el turno del plato fuerte del festival, anunciado hace seis meses y agotado días antes. Sí, los Cuatro Jinetes del thrash, que supieron trascender géneros para meterse en el pedestal de las bandas grandes: el danés loco que cambió el tenis por el metal (Lars Ulrich); el rubio con pinta de motoquero viejo y risa temible (James Hetfield); el guitar hero de los pelos al viento, con aire de conquistador español (Kirk Hammett); y el mexicano grandote con cara de malo que renovó la formación (Robert Trujillo).
Como es usual, la cosa arrancó con la escena de “El bueno, el malo y el feo” donde Eli Wallach corre entre las tumbas, con la música de “The Ectasy of Gold” de Ennio Morricone. Después las pantallas tiraron una intro de “Hardwired”, que aportó al nombre de la más reciente placa, para entrar tocando esa canción, al grito de Hetfield de “¡Buenas noches, Argentina!”, seguido por otros de los nuevos: “Atlas, Rise!”. “¿Están divirtiéndose esta noche? Bueno, no nos importa quiénes son ustedes, o de dónde son, o qué banda vinieron a ver; cuál es su religión o cuáles sus creencias políticas. Están aquí ahora, y son parte de la familia de Metallica. Así que bienvenidos, acompáñennos”, comentó el cantante, antes de “For Whom the Bells Tolls”, con cuervos volando desde las pantallas.
Todas las épocas
“The Memory Remains” trajo el siempre conmovedor coro en la melodía de la guitarra de Kirk, esa que cantaba Marianne Faithfull en el disco. Ruido de helicópteros y soldados en pantalla anunciaron “One”, con su arranque tranquilo y su levantada. “Metallica está agradecida de estar acá después de 36 años, y ver cuán grande la familia es. Es un sueño hecho realidad para nosotros”, anunció James antes de presentar más canciones de “Hardwired... for Self Destruction”: ahí cayó “Now That We’re Dead”, y la hitera “Moth into the Flame”, “para todos los hipnotizados por el fuego”.
El tren volvió en el tiempo nuevamente, para “Harvester of Sorrow”, con Hammett arengando y la primera carcajada de Hetfield. Vuelta al presente con “Halo on Fire”, para dar paso a un intenso solo de Trujillo, que combinó melodías con wah-wah, bases y toques percusivos en el bajo, que toca con los dedos como el iniciador del puesto, Cliff Burton. Reunidos nuevamente, explotaron con “Hit the Lights”, del fundacional “Kill’em All”, porque Lars le dijo a James que nunca la habían hecho en la Argentina. “No me acuerdo de nada; conozco la próxima canción, es bastante bueno”, rió. “Sé que la gente de la Argentina, de Buenos Aires es muy apasionada (ovación). Y cuando ama algo, realmente lo aman. Sé que aman la música heavy. ¿Quieren heavy ahora?”, bramó antes de abrir paso a “Sad but True”, que abrió una racha del “Black Album” seguida por “Wherever I May Roam”.
“Master of Puppets” llegó con un gran agite popular, las cruces de la portada del disco sobre el dúo de guitarras y un solo explosivo de Hammett, que terminó con dos cuerdas cortadas. Su compañero agarró la acústica montada en un pie para tirar los primeros arpegios de “Fade to Black”, para que Kirk volara casi barroco por encima. “Hermoso canto, pero les voy a pedir que canten un poco más fuerte”, para que se sumaran todas las gargantas en la potente “Seek and Destroy”.
Final negro
Ahí hubo un amague de despedida; incluso el horario consignado para el set de dos horas del grupo había terminado. Pero el show del Lollapalooza Brasil decía que había bises, y una guitarra acústica grabada prometía más: era la introducción de “Fight Fire with Fire”, que abordaron eléctricamente los cuatro, de nuevo sobre el escenario: guitarras armonizadas a altísima velocidad.
Kirk arrancó solo “Nothing Else Matters” tocando con los dedos, para que se dieran vuelta las tabas y James terminara el tema con su solo, uno de los más recordados. La última nota sostenida casi al límite del acople, de rodillas, para que sin corte arrancara el arpegio inicial de “Enter Sandman”, otra gloria del “Black Album”. Ahí sí terminó la cosa, con fuegos artificiales, regalo de púas y baquetas, y palabras elogiosas de cada uno de los integrantes, con especial lucimiento del “¡Ustedes son increíbles, boludo!” de Trujillo.
Así terminó una nueva visita de la banda de San Francisco, siempre con la promesa de un reencuentro con uno de sus públicos más fieles. Para los que se quedaron con energía, el festival propuso entregarse al baile con The Chainsmokers, dupla de DJ del momento, a puro dubstep: una electrónica para sacar tanta electricidad del cuerpo.