Laberintos y diálogos: Borges y la identidad de los argentinos
La reciente publicación de “Los diálogos de Borges y Ferrari”, que reúne las conversaciones que entre 1984 y 1985 mantuvo el creador de “El Aleph” con Osvaldo Ferrari, permite bucear en el pensamiento del escritor sobre el amor y la política, la ciencia ficción y la identidad de los argentinos.
Jorge Luis Borges, una de las figuras claves de la literatura en habla hispana del siglo XX. Foto: Archivo El Litoral
¿Cuánta iluminación produjo Jorge Luis Borges sobre los lectores del último siglo? Es difícil saberlo, pero desde que publicó su libro de poesía “Fervor de Buenos Aires” en 1923, se convirtió en el escritor argentino de mayor proyección. Gestor de un universo literario fascinante, donde confluyen lo real, lo imaginario, lo filosófico y lo fantástico para romper toda posible convención, Borges abordó temas que preocupan al ser humano desde sus orígenes, por eso sus obras se volvieron universales y atemporales: el destino, los laberintos, la identidad y la naturaleza de la realidad. A la par, fue un innovador en el terreno de la estructura narrativa y la experimentación literaria, influida por su erudición y su conocimiento de historia, filosofía, mitología y literatura clásica.
Archivo El Litoral
“Una de las marcas de la literatura de Borges ha sido la integración de los mal llamados ‘géneros menores’ como el policial y el género de aventuras”, explicó Marisol Alonso, editora, guionista, co-creadora y directora del Festival Borges en una entrevista concedida al portal Infobae. “Mantuvo cierto equilibrio entre temas de la alta cultura y la cultura popular, mezclando historias de detectives con búsquedas filosóficas o tramas fantásticas atravesadas por la lógica matemática, incluyendo la oralidad rioplatense en sus historias”, agregó. Su mayor influencia fue dentro del ámbito del cuento, que, para Alonso, “trabajaban la percepción de lo real y la perplejidad de lo fantástico que se inmiscuye en esa realidad de una manera muy única que conforma su territorio literario. Fundó una nueva forma del género fantástico latinoamericano”. Jane Ciabattari en un artículo publicado en la página de la BBC, apuntó que “leer las obras de Jorge Luis Borges por primera vez es como descubrir una nueva letra en el alfabeto, o una nueva nota en la escala musical. Su amigo y colaborador Adolfo Bioy Casares llamó en algún momento a sus escritos “una parada intermedia entre un ensayo y una historia”.
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Por lo expuesto, su figura sigue proyectando luz sobre los amantes de la literatura y sus ideas continúan siendo un mojón del cual asirse para mirar hacia el futuro. En tal sentido, es valorable la reciente decisión de Seix Barral de lanzar la edición definitiva de “Los diálogos” que mantuvo Borges con Osvaldo Ferrari sobre el final de la vida del creador de “El Aleph”. Todo se remonta a los años 1984 y 1985, cuando Borges y Osvaldo Ferrari mantuvieron un ciclo de diálogos radiofónicos. La única condición que impuso el escritor, que ya tenía 85 años de edad, fue la de no acordar los temas de conversación de manera previa, para dejar que todo fluya. “Así, un Borges espontáneo, pocas veces visto, discurrió, entre otros tópicos, por el amor y la política, el I Ching y la ciencia ficción, Jesucristo y la identidad de los argentinos, los viajes y los sueños, y hasta el feminismo; revelando criterios y opiniones renovadas”, dice la portada de libro, donde todos los diálogos entre Ferrari y Borges están reunidos por primera vez.
Seix Barral
¿Qué somos los argentinos?
Esta nueva edición de “Los diálogos” vale la pena ser recorrida en sus casi 800 páginas, para adentrarse en los laberintos del escritor más universal que engendró el país. Pero hay un tramo que posee una profunda actualidad, sobre todo por esa necesidad constante de los argentinos por repensar ese concepto tan complejo y difuso que es la identidad. “Desde hace tiempo me interesa la idea que usted ha expresado acerca de la posible identidad de los argentinos, porque, según esa idea, la nuestra sería una identidad en pleno desarrollo. Usted ha dicho, Borges, que los argentinos, al tener una historia limitada, y provenir, a la vez, de una historia vasta como la europea, somos una nueva posibilidad de ser. Usted dijo: somos lo que queramos y lo que podamos ser”, le pregunta Osvaldo Ferrari a Borges. A lo que el escritor contesta sin rodeos: “Sí, efectivamente, creo que el hecho de ser europeos en el destierro es una ventaja, ya que no estamos atados a ninguna tradición local, particular”.
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Más adelante, señala: “siento que soy un europeo en el destierro, pero que ese destierro me permite ser europeo de un modo más vasto que quienes sólo han nacido en Europa; porque, de hecho, no sé si alguien ha nacido en Europa: más bien la gente nace en Inglaterra, en Italia, en España, en Noruega, en Islandia, pero Europa es un concepto muy vasto. En cambio, nosotros podemos sentir todas esas diversas herencias, podemos olvidarnos de los límites políticos, de las fronteras de un país y otro, y debemos tratar de merecer ese vasto y riquísimo continente que es heredado de algún modo, precisamente porque no hemos nacido en él sino en otro”.
Luego hace gala de la misma modestia que demostró cuando expresó su conocida frase “que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. “En cuanto a mí, dice, he tratado de conocer todo lo posible pero, desde luego, ya que el mundo es de hecho infinito, lo que un individuo puede conocer es una partícula. Yo pienso a veces que la literatura es como una biblioteca infinita”. En resumen, la reciente edición de “Los diálogos” revela no sólo el interés de las reflexiones borgeanas sobre la identidad argentina, sino también su visión sobre la condición humana. En un mundo donde las fronteras se difuminan y la información es tan vasta que abruma, Borges nos ofrece una brújula.
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