El grupo platense presentará el viernes, desde las 21 en Tribus Club de Arte, su flamante álbum “Un mar de soles rojos”. Según anticipó Manuel Moretti a El Litoral, será un recital en el que convivirán “canciones identificables y reconocidas” junto a las más nuevas.
“Resolví mis angustias componiendo”, revela Manuel Moretti a propósito del impacto de la pandemia en la obra. Foto: Gentileza Erica Voget
El viernes, desde las 21, Estelares regresa a Santa Fe para presentar en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572) su último álbum, “Un mar de soles rojos”. Consultado por El Litoral, el cantante Manuel Moretti dijo que lo que el grupo platense ofrecerá en esta gira que concluirá en el Gran Rex son “canciones identificables y reconocidas”, sumadas a las nuevas producciones incluidas en la flamante placa.
Precioso, caldeado
El segundo adelanto es el que termina por titular el álbum. Extraída de “Loco”, la expresión “Un mar de soles rojos” viene a cambiar el regente estelar respecto a su estadío anterior, “Las lunas” (2019). Manuel explica, primero: “Un mar de soles es precioso”. Pero, también, “rojos [significa] caldeado, fuera de control”. “Así son estos tiempos, ojivas de metal”, dirá “Olías a futuro”. Eso fue lo que sintió el escritor durante la pandemia: enojo, desahucio y la conciencia de “atravesar un sinfín de dificultades”. Ya lo dijo alguna vez, a propósito de su inédito solista “La mañana del aviador” (2001): “La pérdida debería ser la flor nacional, no el ceibo”.
El universo del álbum, leído hoy con asombro por el propio autor de las letras, no pudo quedar exento al contexto geopolítico. “Cuando le empecé a prestar atención a algunas frases que se habían metido en las canciones -porque, a veces, yo grabo las cosas y después me retiro por mucho tiempo- me di cuenta que todo el universo es pandémico”, alude.
Si en la canción de Ella es Tan Cargosa que eligió Rodrigo Manigot para sellar su amistad con Moretti, el escenario es un pueblo fantasma, aquí las ciudades son fantasmas. La gente está deshabitada. Y espanta. Y encanta. “El universo que te encanta y te pone enfermo, en realidad te espanta”, especifica el músico juninense. Fotografías de un mundo nuevo un poco más fuera de control que de costumbre, piensa. Sin dudas, necesitaba hacer esta obra. “Un disco íntimo que nos interpela con la época social que nos toca vivir; pero, a la vez, trata de ser un faro, dar una mano, ayudar a pasar estos días tan agobiantes. Un disco donde resolví mis angustias componiendo”.
Hermosoartísticoinspirado
“Un mar de soles rojos” tiene 11 canciones. Confiesa Moretti que durante la era Covid escribió un total de 29. “Trataba de convertir en un haz de esperanza esa inconsistencia, ese no saber absolutamente nada que fue el primer año de pandemia. El pavor de la enfermedad y el cuidado de los hijos también están en el disco, aparecen de una u otra manera”. Y eso, detecta el músico, sucede en el plano de las melodías “que se convierten en luminosas”.
Por ello, entiende Manuel que aunque “el fan lo emparenta con obras más dramáticas de Estelares”, el último álbum diseña un dispositivo original, un nuevo campo de sentidos. “Te diría que hasta ‘Las antenas’ (2016), un gran disco que empiezo a identificar más claramente ahora, dialogan entre ellos”. La cosa cambia en “Las lunas” y “Un mar de soles rojos”. Porque allí “las maquetas fueron armadas completamente en mi casa, solo. Dialogan con una ruta de compositor, banda, un audio espectacular que contó con Germán Wiedemer y la manera de llevar al disco un audio en vivo de la banda que cada día es más hermoso, artístico e inspirado”.
De aquel “Extraño lugar” publicado en 1996 al día de hoy pasaron más de 26 años. Desde una perspectiva sonora, Moretti ve un crecimiento en la instrumentación de Estelares, que en este último trabajo contó con un disparador diferente y potente. “Es el primer disco en el que hago las maquetas con una máquina buenísima que compré”, dice. Detalla: Placa de sonido de grabación de disco, micrófono de disco, acústicas de disco, bajo de disco. “Grabé las maquetas con un disparador de audio de primera línea; eso ya disparó otro disco. La banda tomaba de ahí para mejorar los audios que eran mucho más mejorados aún”.
Tenemos que aprender
“Miedo” es la canción que siguió a “Loco”. Su tono es, como en todo el álbum, dramático, confesional. El yo morettiano, ese nosotros que cicatriza las heridas del tiempo y celebra aquellos años dorados, decide retirarse un poco a cuarteles de invierno. Igualmente, se dice a sí mismo para no olvidar: “loco, estás demás en mis canciones”.
En el tramo anterior, el número 9, asoma “Infausto”. Se escucha: “Hay dos gotas de agua sobre mi placard. También hay alarmas, es la tempestad”. La canción es un campo de batalla en el que importan las preguntas, sobre todo una, la crucial: ¿qué es lo que hay que hacer? La respuesta, si hay, parece encontrarse cuatro casilleros atrás: “Habrá que aprender a amar”.
Manuel compuso esta pieza musical entre febrero y marzo de 2016. Esos días extraños, errantes recitados por Manuel en modo poeta, esos días en los que nos quieren matar, son los días posteriores a las elecciones presidenciales de 2015. “El país había entrado en un nuevo cambio, y yo también estaba completamente desahuciado. Pero tiene esa alma, fijate que hay mucho de connotación geopolítica: es una canción recontra social. Tenemos que aprender a cuidarnos porque si no la trama política nos va a llevar puestos”.
“Un mar de soles es precioso”. Pero, también, “rojos [significa] caldeado, fuera de control”, recupera el cantante del grupo. Foto: Gentileza Erica Voget
Sanamente
“Loco” y “Encantan” también tienen su cuota de juego, su libertad infantil: la rima. Loco, poco, foco. Tu sombra asombra. “Cuando me pongo a componer busco sanamente”, afila Moretti. “Me parece que yo busco simbolización, porque en mi vida estoy pensando todo el tiempo en cosas simbólicas. A veces, aparecen estos hallazgos que representan lo que quiero decir, que no es nada fácil”.
“Encantan” porta otras particularidades. “Al escuchar la maqueta, muchos me decían que era una canción que les sorprendía, que no era como de Estelares, que explotaba nuevos colores”. Parte de esta opinión se sostiene en la incorporación vocal del conjunto mexicano Enjambre, “Cuando estábamos grabando, yo ya los había escuchado, y justo ellos venían para Argentina”. Había algo que a Manuel le gustaba como posibilidad: los agudos, “esa especie de extracción con melódicos de los ‘70”, describe. Probaron en el estudio y llegaron al sonido que buscaban. “Fue un encuentro entre músicos, no hubo ningún otro pensamiento. Por supuesto que está bueno que, a partir de esto, haya gente que escuche Enjambre en Argentina y Estelares en México. Pero, en realidad, no se pone en un disco un trabajo que no te gusta”.
Cerrando el álbum, aparece el famoso final dramático. Hace un tiempo, Manuel tenía una melodía que consideraba “La melodía más triste del mundo”. En el proceso de grabación, se agregó una segunda parte, y el cantante comenzó a jugar con la composición en La mayor, llevando la canción a otro lado. Cuando la escuchó el productor Germán Wiedemer, señaló que “es increíble cómo va conduciendo a rearmonización tras rearmonización: son tres partes que se van rearmonizando y va llevando a diferentes colores”, trae a colación Moretti. “Si le prestás atención, a la vez de ser triste tiene una especie de épica salvadora. Termina siendo una canción esperanzada de amor”.
Pura ocurrencia
Hace casi 100 años, un 5 de marzo de 1923 fue fundado el Club Argentino de Remo en la ciudad bonaerense de San Fernando. Ese emblema eligió Moretti para darle vida a la lovesong por antonomasia de “Un mar de soles rojos”. La historia es “pura ocurrencia” del autor. “Me imaginaba dos amigos o dos remeros enamorados yendo a entrenar al Club Argentino de Remo (que ni conozco). Puse San Fernando porque sabía que hay mucho remo. Esto es algo que nadie sabe: yo escribí ‘Playa Unión’ sin conocer Playa Unión. Son cosas que se me ocurren así y terminan funcionando muy bien”.
El verbo remar no queda nada mal para atravesar las oleadas que enfrentó esta banda de canciones clásicas iberoamericanas, como le gusta decir a su vocalista. De paso, “Club de Remo” se mantiene fiel a la maña o la cábala sostenida a lo largo de la discografía estelar: es una de esas canciones prehistóricas, anterior incluso a los ‘90. Y, al modo de “Una noche en San Juan” -ese himno que más de un sabalero se habrá apropiado desde el 4 de junio de 2021-, es bitácora de un lugar en el mundo, con la diferencia de no haber sido visitado por Manuel. El mismo que rememora cómo, en sus múltiples versiones larvarias, la cantaba cuando salía con sus tangos a recorrer bares. Manuel lo sabía: tenía mucho punch. “Siempre me pareció una canción muy fresca. Esta vez hice el demo. Ya casi estaba todo el disco seleccionado y se lo mostré a Germán, junto a otros. Me dijo: “uh, este me encanta”.
Detrás de las canciones
Manuel está en ruta. Me pide unos minutos hasta llegar al albergue en Villa Mercedes. Ya lo dijo: “En hoteles soy feliz”. Abajo del cansancio, en forma de tos, se le nota la alegría por la obra creada, el impacto generado. “Si bien viajamos mucho, estamos ensayados para salir a mostrar el disco”, apunta tachoneando ese mito que varios años atrás me contó, riendo, sobre la banda menos ensayada del mundo.
Lo imagino leyendo un libro una vez que termine la nota. Y me acuerdo. Este año fue publicado “Estelares. Detrás de las canciones”. La biografía realizada por la escritora y periodista Andrea Álvarez Mujica -responsable, además, de la editorial independiente Hormigas Negras- fue muy bien recibida por el grupo. “Es muy emocionante”, sintetiza Moretti, recordando aquellos encuentros pre-pandémicos repasando álbum por álbum.
“Es un agradecimiento total a Andrea y, por extensión a Tom Lupo que le pasó los discos a ella”, profundiza Moretti. ¿Quién fue Tom en la historia de Manuel? “El primero que nos abrió las puertas en su programa ‘Taxi’ de Radio Provincia. Tocamos en el auditorio junto a Topografía Difusa. Fue un show épico, en el que hicimos por primera vez ‘América’, y vino a cantar la cantante lírica La Tula. Lamento que no haya quedado grabada esa versión. Nosotros éramos un mercado de pirotecnia, un mercado lisérgico. Ese año, preguntaron en el suplemento Sí! cuál fue el mejor show del año y Tom Lupo dijo: Licuados Corazones”.