Mar del Plata está enferma de Piazzolla y no es malo, solo que debe responder por algo tan grande como la música de Astor. Lo hace. No creemos que se cure una enfermedad como esta. Es una buena enfermedad.
Mar del Plata está enferma de Piazzolla y no es malo, solo que debe responder por algo tan grande como la música de Astor. Lo hace. No creemos que se cure una enfermedad como esta. Es una buena enfermedad. Piazzolla 100 años. Teatro Tronador. Fue una sola vez. Había que estar.
Mar del Plata está enferma de Piazzolla y no es malo, solo que debe responder por algo tan grande como la música de Astor. Lo hace. No creemos que se cure una enfermedad como esta. Es una buena enfermedad.
Piazzolla 100 años. Teatro Tronador. Fue una sola vez. Había que estar.
Me decía hace mucho (Astor) que una “radio capillita”, a válvulas, de esas puestas en una repisa clavada en la pared para sostenerla, sirvió para que arrimase una silla y subiese a levantar la perilla del volumen. “Sonaba” Arrabal, de José Pascual, por Vardaro / Pugliese y provocó su necesidad de escuchar atentamente. Acaso allí se completó el amor, la pasión, el fuego que – incandescente – perdura. Sucedió en MDQ. Fue el último empujón.
Vardarito, cuenta Astor, se reía de su carta pidiéndole una foto autografiada. Piazzolla estaba metiéndose en algo que no tiene nombre sino efectos, el tango (“esa vana melodía”) provoca efectos notables, perdurables, transmisibles.
Hoy, siglo XXI, pos Peste, con la sábana caída por una pandemia, estamos desnudos con nuestros afectos al aire libre; el tango es un afecto y Piazzolla un arma violenta contra el olvido. En su bandoneón había metralla.
Él nunca supo que su destello vital es una Nova que sigue y sigue. De todas partes vienen preguntas. Qué más hay de Piazzolla en estos pagos, qué más tienen en MDQ y la ciudad muestra que es su enfermedad y que le gusta. Rara cuestión una ciudad enamorada de un músico enamorado de una melodía portuaria donde agregó un arreglo armónico, de alquimista, que cautivó al mundo. Que vuela, que se escapa.
Los músicos tienen libertad para ofertarse y decir esto es, yo lo siento así. El fenómeno Piazzolla es que creó paredes altísimas y un largo desfiladero del que se sale tan solo tocando y tocando. Tocando hasta, como corresponde, salir por lo alto. Para los que somos “escuchadores” no hay convalecencia. Acompañamos la enfermedad, somos sus portadores sanitos.
La lucha contra el olvido necesita varias armas y en el espectáculo de El Tronador (29/12/21) se usaron muchas. El listado muestra las diversas formas de esa violencia que necesitamos, cada tanto, para despertarnos y solo cabe una pregunta...¿ despertaron nuestros fantasmas y agregaron los suyos a la sala?. Hay dudas sobre adonde llegaron los cañonazos.
*Octeto electrónico, a veces noneto
Violentango”, “Meditango”, “Solitude”, “Libertango”, “Chiquilín de Bachín” (Amelita) y “Preludio para el año 3001” (También Amelita, que carga con muchísimos fantasmas y lo que le sobran: ganas. Indulgencia piden sus medallas).
*Escalandrum
“Primavera porteña”, “La muralla China”, “Milonga en re”, “Adiós Nonino”, “Vuelvo al sur” y “Milonga de la anunciación” con Elena Roger y sus ganas de entrar en una historia que no le pertenece, que la entusiasma. “La bicicleta blanca” y “Balada para mi muerte” por Raúl Lavié, el último cantor. El conjunto suena sin Pipi Piazzolla, ausente con aviso. Saxos para el “Adiós Nonino”. Conviene escucharlos.
*OFBA
“Las cuatro estaciones porteñas”
Horacio Romo: Solista de Bandoneón (Romo tiene tanta mano izquierda como Antonio Ríos, Astor sabría de quien hablo. Es bueno, bueno). Luis Gorelik: Director.
*Susana Rinaldi (Juan Carlos Cuacci, dirección)
“Los pájaros perdidos”, “Alguien le dice al tango”, “La última grela”, “Siempre se vuelve a Buenos Aires”. Aún queda algo en La Tana. Con eso alcanza.
Final: “Balada para un loco” con Amelita, Lavié, Elena y Susana con toda la orquesta. Amelita fue inatajable. Tiene perdón. El tema fue segundo en el Festival Iberoamericano de la Canción. Le tiraban monedas en el Luna Park. Fin de la década del 60. Ganó un tango de Camilloni y Ahumada que cantaba Sobral. Todo perdido. La Balada no. Aplausos a telón abierto.
Eso es todo, pero, es todo... hum. No lo se. Empecemos. Teatro Tronador. Homenaje a Piazzolla. Ofertado como el espectáculo del año. Y... sí. Es único. No puede compararse por tanto es incomparable. Del año 2021, que debería ser antes (la peste lo negó) y seguirá al 2022.
El Teatro Tronador está empezando a construir sus fantasmas, las de los pocos que pasaron, es nueva. En esa sala estuvo el último Les Luthiers. Las maderas dan una calidez especial y el semicírculo una visión importante. También una imponente lejanía. Lo que tiene posibilidades se agranda, no todo es importante y eso un espacio como la Sala Tronador lo muestra.
El Espectáculo de Piazzolla en El Tronador fue un desfile, seguramente necesario. Un amigo que ya se fue, tomaba el colectivo y viajaba a Buenos Aires a escucharlo en el mítico 676. Volvía con la madrugada llena de solos de bandoneón. Repetía una palabra: “único”. Nachi, Ignacio, “el narigón” tenía razón. Si estuviese me diría: “... ves, ves... yo tenía razón”. Todos estos músicos buscan el “sonido Piazzolla”. Hum.
La música, como los números, tienen una lógica que los geniales, por atrevidos, logran vencer. En eso anduvo Piazzolla. Aconsejo escuchar las primeras versiones de “Lo que vendrá” (1952) que no estuvo en el programa... Astor lo avisó con tiempo.
En el homenaje estuvieron dos de sus tres poetas: Borges y Trejo. También sus letristas. Faltó Juan Carlos Lamadrid. Con la Bicicleta Blanca y Los Pájaros Perdidos me dieron ganas de llorar... y no me contuve. Y qué...