“Museo Beresford”: Peteco, Titina y Neneco, sobrinos de Justina, una dama de familia patricia recientemente fallecida, son convocados por Clara a su antiguo departamento en San Telmo para la lectura del “testamento” de la difunta.
“Museo Beresford”: Peteco, Titina y Neneco, sobrinos de Justina, una dama de familia patricia recientemente fallecida, son convocados por Clara a su antiguo departamento en San Telmo para la lectura del “testamento” de la difunta.
Lo que no saben es que Justina les ha preparado una sorpresa que afecta la herencia familiar que algunos de ellos vienen a reclamar.
Fantasmas, voces de otras épocas, invasores expulsados, revelaciones y un balcón con mucha historia dan vida a “Museo Beresford”, una comedia sobre la maldición de vivir en un país donde los muertos siguen hablando. Bajo la autoría y dirección de Martín Ortiz, Daniela Catz (Premio Luisa Vehil a Mejor Actriz), Luciana Dulitzky, María Forni, Mario Petrosini y Cristian Sabaz interpretan a un puñado de personajes estilizados y caricaturescos, que cuentan nuestra historia desde una perspectiva repleta de humor y cinismo.
Tal vez en este caso, como en tantos donde el teatro es lo valioso (un gesto multiplicador que nace, crece, se reproduce y muere en cada función) explicarlo no alcanza. Se debe ver ésa parábola desde el comienzo hasta el aplauso final.
En este caso la propuesta es un sesgo interesante sobre el mismo tema: de dónde venimos, que tics heredamos. Cómo es nuestro ADN Cultural que -obvio, es un mutante y cambia, suma y cambia- presenta un desafío: cómo resolver el ayer, el ser y estar. Desde ya: un imposible.
En una misma semana Mar del Plata oferta luces como la que se describe y lamparazos de otras historias, acaso más erráticas pero cuidado, su sola existencia en un escenario indica que alguien cree que eso debe contarse, debe ser escuchado y transmitido. Personalmente aflige.
El tema de los argumentos teatrales puede ser una preocupación: el futuro de la cultura es la suma, no la resta. Siempre ha sido así. Aún con omisiones (aparentes, todo termina en el aire libre) es la suma. Esta obra suma en el mejor caminito, avisa: fíjate qué sos, de dónde venías y tropezarás menos. Para mejorar quitaría los parlamentos muy coyunturales. “Museo Beresford” revive y sostiene al teatro nacional. Una dignísima manera de mostrar el ayer y el hoy desde eso: el Balcón de una casa cuando las invasiones inglesas eran la actualidad. Cómo mostrarse frente las decisiones populares. No es poco como final abierto.
“Hacer la morisqueta y escuchar la risa inmediata del público no se compara con nada. El teatro es una conexión cara a cara, y es ahí donde quiero estar (...) Es un error grave haberme alejado del teatro. Me hace muy bien, y lo disfruto como nada en la vida”, dice Mariano Iúdica al reflexionar sobre los diez años que pasó sin pisar un escenario. Su última incursión teatral fue con “Los Bañeros”, un proyecto que combinó cine y teatro.
Un elenco encabezado por Mariano Iúdica y Belén Francese forman parte de la historia de “Una familia de locos”, centrada en un delirante científico. Completan el elenco Iván Ramírez, Imanol Rodríguez, Brenda Di Aloy, Camila Lattanzio y Florencia Lattanzio. El libro es de Sergio Marcos y la dirección de Marcos “Bicho” Gómez. La producción general es de Miguel Pardo y Chato Prada. Eso dice el periódico local sobre la presencia de este grupo en el teatro mencionado. Es tan honesto decir “me gusta, quiero hacerlo”, que nadie puede sostener que este grupo no tiene esa intención: hace aquello que le gusta. Si, además, permite resolver el tema de la pitanza bueno, tanto mejor.
Asombra que una generosa platea, más de la mitad de la sala, se ría de cuanto sucede en el escenario. Si muchos políticos deben sus votos al grado de conocimiento que tenía su cara y su nombre, el teatro oferta una variante pero es lo mismo: los que pagan la entrada van a observar (y aplaudir) a quien ya conocen, sin importar mucho, tal vez nada, sobre cuanto sucede en el escenario y en este caso, en el escenario, por esta forma disparatada de entender el teatro, expulsaron dignísimos fantasmas.
En el escenario de Teatro Provincial vi asuntos dignos del recuerdo y la trascendencia. El texto decía: “‘Un enemigo del pueblo’, la obra que sube como ‘una escalera sin descanso’. Juan Leyrado, Raúl Rizzo, Edgardo Moreira, Viviana Puerta, Romina Fernandes y Bruno Pedicone, el elenco de la obra “Un enemigo del pueblo” (Teatro Provincial), se prestó a una charla con La Capital. Entusiasmados, repasaron los temas que dispara la pieza: humor, relaciones familiares, poética, política y su original puesta en escena”.
La crónica decía poco, Ibsen era mucho más que eso. En este caso la crónica sobre Iúdica dice demasiado. Los fantasmas, resignados se retiran por foro, izquierda.
“Tres amigas deciden tomarse un día libre en algún hostel de Argentina con la idea de ayudar a una de ellas a transitar su separación. Una serie de hechos desafortunados, más la presencia de dos extraños y un stripper, hará que las cosas se vayan complicando cada vez más. Ellas tienen muy en claro el motivo que las llevo hasta allá e irán enfrentando cada obstáculo que se les presente; porque en definitiva, ‘Las chicas sólo buscan divertirse’”. La obra “Las chicas sólo buscan divertirse”, producida por Aldo Funes, completó el elenco: junto a Laura Novoa, Valentina Bassi y Kitty Locane, se presentarán Fabio Di Tomaso, Sergio Surraco y Gastón Ricaud”.
El anuncio de lo que se supone que se vería sirve para una pregunta: bien, okey, eso decían pero... ¿Laura Novoa es la misma? Se podría decir que sí, porque a ella se debe que lo que se dice en el teatro Santa Fe tenga algún orden pero no es esta la obra que más recordará y la que la ayude a crecer. A vivir todo ayuda, hay que respirar y darle al día por día. No es fácil. Se advierte en la actriz oficio y calidad intrínseca es -rigurosamente- un fenomenal animal teatral. Cuando desaparece del escenario parecería que se esfuma la magia (teatral) y si no hay magia... es como decía Olmedo: “Y... si no me tienen fe...”. Todavía le tenemos fe a Laura.
En esta temporada, inscriptos a los premios Estrella de Mar 2024/2025 hay más de 300 espectáculos. Hay ganas. Todos tras el sueño, las impetuosas ganas de contar algo desde un escenario. Con un instrumento, con su voz, con su cuerpo, con un equipo. Aparecen las grandes producciones y el deseo de entender el verano y el país; acaso la pulsión de sentirse vivos lleve a la actuación, a la máscara, al recitado, al mensaje.
En mitad de semana tres obras tan diferentes; una teatral, las otras dos circunstanciales (veraniegas) aproximan el panorama real. Desde diciembre a marzo, tal vez abril (Semana Santa) el aplauso y el dinerillo pueden encontrarse en Mar del Plata. Para algunos, además, una caricia: una nominación, un premio y en cada presentación lo basal: el aplauso. Con los años se aprende: hay aplausos para todos. No serán los mismos, pero son aplausos y de aplausos vive el artista. No estaría mal escuchar esos aplausos desde el Balcón de Beresford.
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