Miércoles 13.4.2022
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Por la época y el entorno social acomodado en el que nació, el destino más probable de María Luisa Bemberg era el de dama de beneficencia. Pero esta mujer nacida hace un siglo, el 14 de abril de 1922 torció el curso de las cosas y se convirtió en la cineasta más respetada de Argentina. No sólo abordó la problemática de las mujeres restringidas por el entorno machista desde la pantalla, con seis películas que además obtuvieron la aprobación del público, sino que además lo hizo desde una acción cotidiana, que también funcionó en su caso como un impulso vital. Una frase del filósofo John Stuart Mill, que Luisa solía citar, sintetiza lo que pretendió demostrar tanto en el arte como en la vida: “Podemos asegurar que el conocimiento que tienen los varones de las mujeres, tales como han sido y son y sin referirse a lo que podrían ser, será siempre desesperadamente imperfecto y superficial, y lo seguirá siendo hasta que las propias mujeres cuenten todo lo que tienen que contar”.
Archivo El Litoral María Luisa Bemberg con Marcello Mastroianni.María Luisa Bemberg con Marcello Mastroianni.Foto: Archivo El Litoral
Otros ojos para la vida conyugal
Si en su juventud pareció insinuar el camino de las mujeres de su clase, a partir del matrimonio con el arquitecto Carlos María Miguens, su divorcio una década después la convirtió en la “señora de nadie” consagrada al cine y la militancia. Trabajó en teatro, luego como guionista para otros directores y realizó algunos cortos. Pero a partir de la formación de su propia empresa de producción cinematográfica junto a la productora Lita Stantic (con quien estableció una las colaboraciones más fructíferas de la cinematografía nacional) realizó sus proyectos más ambiciosos y personales. Que, en conjunto, la sitúan como una autora comprometida con una visión del mundo.
GEA Producciones Señora de nadie ."Señora de nadie".Foto: GEA Producciones
La ópera prima de Bemberg fue “Momentos” (1981), coescrita con Marcelo Pichón Rivière, en la que se muestra el adulterio de una mujer desde la mirada de otra mujer. Trabaja temáticas como la culpa, la incomunicación, el paso del tiempo, pero vistos desde una mirada eminentemente femenina. De alguna manera, el germen para su segundo y más descarnado largometraje “Señora de nadie” (1982). En este caso, directamente se le quita toda capa de idealización a la mujer sí o sí realizada en su doble rol de esposa y madre. La felicidad, plantea Bemberg, no depende ni del marido ni de los hijos. Esto lo plantea a través de Leonor, un ama de casa que se siente segura en ese mundo hasta que descubre que su marido le es infiel. Esto la lleva a replantearse su vida y a iniciar un proceso de búsqueda de su propia identidad.
En ese primer tramo de la filmografía de María Luisa Bemberg, como señala Diana Paladino, las mujeres son “víctimas del papel que les toca jugar en el complejo tablero social al que pertenecen, sus protagonistas parten del endeble equilibrio que supone una vida ordenada, una vida que no eligieron, la heredaron, como dice Fina (Graciela Borges) en ‘Crónica de una señora’, hasta que algo o alguien desde el afuera las saca de la inercia y les hace replantear aquello tácitamente aceptado. Deviene entonces la transgresión, punto de quiebre en el que dejan de padecer su destino para comenzar a actuar, emprendiendo un doloroso e irreversible viaje de autoconocimiento”.
GEA Producciones, Impala Camila ."Camila".Foto: GEA Producciones, Impala
Tiempos distintos, mismas luchas
Luego de “Señora de nadie”, Bemberg abandona la vida conyugal y familiar para intentar brindar a sus personajes femeninos una dimensión más amplia. Ese quiebre se produce en “Camila” (1984), que escarba en el romance real entre la joven Camila O'Gorman y el sacerdote Ladislao Gutiérrez,
bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas, en la primera mitad del siglo XIX. Si bien muestra el escándalo que produce esta relación prohibida entre los factores de poder de esa sociedad en la cual la mujer estaba completamente relegada, Bemberg parece poner el acento en la fortaleza de Camila, quien defiende su amor y sus ideales hasta las últimas consecuencias. El halo esperanzador que emerge de la película es que la historia de los amantes logró perdurar en el imaginario popular, algo que en un punto los reivindica.
“Miss Mary” (1986), su siguiente proyecto, tiene como protagonista a Julie Christie en el papel de una institutriz inglesa que se suma a una familia de terratenientes argentinos en los años 30 del siglo pasado. Mary se convierte en testigo de las contradicciones de una oligarquía que ha controlado el país como una estancia y su incapacidad para observar los profundos cambios que se desarrollan alrededor. Lo que prevalece, más allá de las pinceladas de la composición fuertemente patriarcal de las familias de la época, es la mirada singular de la institutriz inglesa.
Gea Cinematografica, New World Pictures Miss Mary ."Miss Mary".Foto: Gea Cinematografica, New World Pictures
Para abordar “Yo, la peor de todas” (1990), Bemberg se inspiró en el ensayo de Octavio Paz, “Sor Juana o las trampas de la fe”. El film, que desde lo formal apela a lo artificioso para trasladar así al espectador a la América colonial del Siglo XVII, posa la mirada sobre la figura histórica de Juana Inés de la Cruz. En el México colonial, Juana sufrió la censura de la Iglesia por enseñar canto a sus alumnas y por dedicarse a la astronomía, la poesía, el teatro, la filosofía y la teología. Su última película, “De eso no se habla” (1994) está basada en el cuento homónimo de Julio Llinás y fue protagonizada por Marcello Mastroianni y Luisina Brando.
Bemberg, que integró la Unión Feminista Argentina, tenía muy claro el lugar desde el cual ejercía su arte. “El feminismo es el antídoto del machismo y no una cruzada contra los hombres. Es el anticuerpo que defiende a la mujer lúcida y que permite observar con mirada nueva a la pareja”. Esto, que hoy puede sonar como una premisa habitual y con una visibilización y aceptación mucho más marcadas, no lo era ni mucho menos 40 años atrás, lo cual refuerza el aura de la directora.
Alejandro Maci fue colaborador de Maci. De hecho, fue quien terminó “El impostor”, el proyecto en el cual trabajaba cuando la sorprendió la muerte, a los 73 años víctima del cáncer, en 1995. A través del documental “El eco de mi voz”, que se estrenará este jueves 14 de abril, Maci revisa la obra de Bemberg a la luz de los nuevos tiempos. “Pensé que sería importante esa voz ahora. Ella pregonó en el más absoluto vacío estas cuestiones que hoy están en proceso de cambio”, contó en una entrevista concedida a la agencia Télam. En la mirada de Maci, la filmografía de Bemberg no solo funciona por su compromiso (que la podría convertir tan solo en vehículo de una ideología) sino también por el plano artístico, desde el cual tiene un gran valor.
Como señalan Julia Kratje y Marcela Visconti, “hay cineastas que desarrollan una obra personal extensa y detallada, enciclopédica, a lo largo de las décadas. Hay, también, cineastas que crean un universo propio con una urgencia fulminante, casi a contrarreloj, en un puñado de años. María Luisa Bemberg fue una de estas últimas: comenzó a hacer cine a los 58 años y le bastaron seis largometrajes (y dos cortos) para delinear una mirada única, aguda y sensible, que abordaría de lleno el rol y la representación de la mujer de ambos lados de la cámara”.