Jueves 21.4.2022
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Al igual que Eva Perón y Lady Di, Marilyn Monroe será joven por toda la eternidad. Es que su muerte prematura, cuando estaba en la cumbre profesional y vital, le otorgó pese a todo un privilegio: nunca se la vio envejecer. Ese halo de vivacidad intemporal sumada a una carrera meteórica en el cine, a una vida plagada de turbulencias y a la potencia de la industria cultural norteamericana para construir figuras y proyectarlas al mundo, hicieron de Norma Jeane Mortenson (tal era su nombre original) uno de los mitos más potentes del siglo XX. Cuyas zonas oscuras todavía permanecen tan recónditas que serán eje de un documental que se estrenará el próximo 27 de abril en la plataforma Netflix.
“El misterio de Marilyn Monroe: Las cintas inéditas”, de Emma Cooper, intenta echar algo de luz sobre la muerte de Monroe, ocurrida en agosto de 1962 cuando apenas tenía 36 años de edad. La directora intenta, a través de entrevistas inéditas con personas del círculo más cercano de la actriz, hallar algunas claves para entender mejor su trágico deceso. Es que, pese a que los informes de toxicología mostraron que la causa había sido una intoxicación por exceso de barbitúricos, quedaron muchos cabos sueltos, que abonaron la elaboración de diversas teorías.
Una estrella en construcción
Pero, más allá de su muerte y su leyenda, queda el legado siempre a mano de sus películas, que muestran su belleza pero también su talento para inflamar la pantalla. Esto se percibe ya en sus primeros y pequeños papeles. En la comedia “Locos de atar”, de 1949, interpreta a una bella y blonda joven que ingresa en la oficina de un investigador privado encarnado por Groucho Marx. “Protéjame, un hombre me sigue”, eran sus palabras. El personaje de Groucho, perplejo, le respondía: “¿Sólo uno?”. Algo de eso también está presente en su labor en “La jungla de asfalto” (1950), donde interpreta a la amante del veterano ideólogo de un crimen. Su papel, aunque breve, sintetiza las características de las “mujeres fatales” que el policial negro había puesto en auge desde la década anterior.
Archivo El Litoral D.RDesde 1953, gracias a los films “Cómo pescar a un millonario”, “Los caballeros las prefieren rubias” y “Torrente pasional” se consolidó en la industria, hasta llegar al nivel de ícono popular en “La tentación vive arriba”, una divertida comedia en la cual rodó la que tal vez sea su escena más célebre, con el vestido levantado encima de la boca de aire del metro.
Llegado este punto, Marilyn intentó eludir el encasillamiento que intentaban los estudios, el de “rubia bella pero un poco tonta”. De hecho, ya había accedido a cambiar el color natural de su cabello ante la premisa de que el rubio resultaría más funcional a su carrera. Lo señaló alguna vez la fotógrafa Nancy Lee Andrews: “Para Marilyn, volverse rubia era como la máquina de construir estrellas de Hollywood”. Se formó en el Actor’s Studio con Lee Strasberg y si bien logró resultados impresionantes (la actriz Ellen Burstyn fue testigo de la interpretación de Marilyn de Anna Christie y aseguró que fue uno de los mejores trabajos jamás vistos) solo pudo lograr a medias su objetivo. “En Hollywood te ofrecerán mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma”, llegó a decir.
Sus matrimonios fallidos y sus constantes romances (reales o inventados) con personalidades de su tiempo (presidentes incluidos) incrementaron su popularidad. Y en 1959 participó junto a Jack Lemmon y Tony Curtis en “Some Like It Hot”, considerada por el American Film Institute como la mejor comedia de todos los tiempos. Tal vez injustamente, uno de los momentos de su vida que quedaron más grabados en la memoria colectiva y que fueron más parodiados fue su interpretación de ‘Happy Birthday Mr. President’, dedicado a John Fitzgerald Kennedy en mayo de 1962. Aunque JFK reforzó su aura, Marilyn es mucho más que un símbolo sexual. Ella misma afirmó, en un tono desafiante, que “un sex symbol es un objeto, y yo detesto ser un objeto. Pero si voy a ser el símbolo de algo, mejor que sea del sexo que de cualquier otra cosa”.
Archivo El Litoral D.REl crítico argentino David Oubiña sintetizó el valor de su figura para el cine y para la cultura occidental en general. “Emblema de las nuevas conductas adoptadas por la mujer luego de la guerra, presentada como el símbolo sexual de América, desenfadada y osada, Marilyn sostuvo una enconada lucha con los estudios cuando intentó salirse del rol de rubia bella, pero un poco tonta que convenía a la industria. Inteligente, sensible, insegura, infeliz, glamorosa, profundamente seductora, la personalidad de Marilyn es más rica y compleja que todo eso”.