Viernes 19.1.2024
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El poeta Mario Daniel prácticamente vive del oficio de leer y escribir. Un lujo caro para estos tiempos de productividad constante. Él dice que las literaturas, “crean la patria de los libros diría Arnaldo Calveyra, y, en ese sentido, al entrar en contacto directo con lenguas, y vivir en otras lenguas, hace que uno mire nuevamente su lengua umbilical, sea por comparación o para poder enseñarla”. Luego añade: “Me agrada pensar que yo ando con una mochila, como el caracol que lleva su casa a cuesta, pero sé que llevo una mochila con piedras preciosas, que atesoro y pongo en juego en mis manos como en la payanga, pero mezclándolas con la realidad, para imaginar otra realidad posible, y flechas que saco y disparo desde el presente hacia el futuro”.
Segovia cita a Carlos Fuentes para referirse a lo que lleva y trae de otras culturas, “en un ensayo sobre Cervantes él dice que la relación con Europa es como la relación de los mexicanos entre ellos: complicada, y, agregaría, que esa fórmula es aplicable también para Argentina (...) Yo recuerdo, por ejemplo, escuchar el rugido de un león en Villaguay, claro, era el de un circo internacional que paso por allí. Entonces, por ejemplo, a partir de allí pude crear un cuento que se llama “Caballo mata rey”. Yo ingresé a Francia, mejor dicho, a la comunidad europea, con el proyecto de desarrollar investigaciones literarias, realizar películas, escribir y dar clases; mi mayor obstáculo hubiese sido no cumplir con lo que me propuse.
La lengua, es un desafío y un obstáculo para superar, pero contrastar diferentes lenguas vivas: portugués, francés, italiano, inglés, hacen que uno revea la lengua ‘materna’ desde una perspectiva técnica, y no tan salvaje como uno la aprende. En general, no es tan diferente a la vida que llevaba en Argentina, la diferencia es que en Francia se abre una ventana al mundo, a nuevas posibilidades”.
Recuerdos
“De la escritura, me vienen tres recuerdos a la memoria”, dice Segovia, “pero que están también ligado a lecturas o visiones de películas o a la imaginería popular: el de mi primer cuento, que lo escribí a los 10 años, quinto grado de la escuela primaria. El segundo recuerdo, que ahora sé que existe -y más de uno- porque una persona me pasó la imagen del papel, se trata de un poema de temática amatoria, lleno de hipérboles y metáforas extendidas, que hoy veo que eran imitaciones y analogías de textos leídos en libros de lectura escolar que había en casa -recuerdo unos libros de tapas azules, que venían en cuatro tomos y contenían poemas de Borges, de Woolf, cuentos de los hermanos Grimm-. Y el tercer recuerdo, y quizás el frustrante, fue el de una mezcla de noticia y crónica deportiva, y lo frustrante no fue el texto, si no que, cuando se lo muestro al maestro, él me mandó a hacer la tarea nuevamente porque dijo que yo había copiado eso de alguna parte; cosa que no era verdad.
-¿De qué trata tu última novela, “Los mandatos de Camilo Fink”?
-En principio, como autor, diría que se trata de la historia de un maestro rural, en Entre Ríos, al que le cierran la escuela y motivo por el cual debe emigrar a la ciudad. Como lector, diría que se basa en algunos de los problemas que genera la propiedad y la productividad del suelo; en ese sentido, el cierre de escuelas rurales es uno de los problemas. Otros me han dicho que son muchos cuentos, entrelazados entre sí, en que los personajes se remontan a la profundidad de memorias, emociones, eventos históricos que tienen su propio hilo y conecta los 12 capítulos.
“En principio, como autor, diría que se trata de la historia de un maestro rural, en Entre Ríos, al que le cierran la escuela y motivo por el cual debe emigrar a la ciudad. Como lector, diría que se basa en algunos de los problemas que genera la propiedad y la productividad del suelo, comenta sobre “Los mandatos de Camilo Fink”. Foto: GentilezaVida de poeta
“La poesía, diría, es un reencuentro con la belleza que puede generar lo humano, y hablo de lo humano como todo lo vivo... La poesía, quizás, es un rencuentro con la melodía detrás de las cosas, parafraseando a Rilke, o, para citar a otras voces autorizadas, existe la poesía porque ‘poéticamente habita el hombre’, como dice Hölderlin. Entonces, uno puede encontrar ese diálogo con las cosas, eso que aparece como poéticamente ante nuestro sentidos, hallarlo en un atardecer, con las estrellas, en un espejo gastado por el tiempo, en una canción de Argentino Luna, no sé. Aquí llegamos a una disyuntiva: hay gente que puede vivir sin ver la poesía, pero la poesía no puede vivir si no pasa por la figura del poeta.
De la poesía, te diría que lo que me apasiona es que es insondable, inabarcable, es como definió de Utopía que hace Fernando Birri: cuando uno parece que llega a definir algo, se aleja. Y de los poetas me intriga eso: cómo comprenden, cómo la viven, cómo escriben, en qué condiciones, y porque es bueno tener maestros. Así, conocí a Marta Zamarripa en Paraná, donde ella vivía, por un programa de radio que yo tuve; ella me dijo que tenia que hacer de Miguel Ángel Federik; él me hizo conocer a Arnaldo Calveyra, en París conocí a la familia, y ellos me presentaron a Silvia Baron Supervielle, que fue una de sus traductoras. Te diría que los conocí por eso que dice Machado ‘caminante no hay camino se hace camino al andar’. Yo sabía que quería hacer una especie de serie de poetas que se llama “Su móvil, nuestro móvil”; es decir, el móvil poético que los lleva escribir es el motor que no moviliza a ir hacia estos poetas”.
-¿Qué autores leés asiduamente?
-Quizás lo único asiduo es leer y escribir. Vuelvo a Juanele, a Zamarripa, a Calveyra, a Miguel Ángel Federik, a Mallarme, a Chantal Mailliar, Neruda, Benedetti, a tantos poetas que han llegado a mi por estudiar otros poetas. Cada película hecha abre una constelación. Pero también vuelvo a Hemingway, Márquez, Cortázar, Fuentes, Onetti, a las traducciones de Dostoievsky o de otros que leo por traducciones, porque la poesía allí también te salta a los ojos. La literatura es infinita, por eso vuelvo a las diferentes versiones del mismo poema, que se puede encontrar por manuscritos o diferentes ediciones; allí, en la reescritura, aparece la hechura del texto, la evolución materializada en puntuaciones, que dan el sentido y no solamente el ritmo al poema. Me gusta ver teoría también, ensayos, pues, en un mundo en el cual nos hablan persona que no saben bien de lo que hablan, saber qué es lo que se está haciendo me parece capital. Aunque digamos que sabemos, y después debamos volver a desaprender para aprender nuevamente.
-¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
-Tengo proyectos a la espera de editores; o proyectos audiovisuales a la espera de que yo tenga tiempo para armar el equipo, buscar financiamiento. Por ahora, quedan las piezas ya hechas y posibilidades de nuevas proyecciones y publicaciones, incluso traducciones. Pero, ahora estoy terminando mi “gira” por esta parte del mundo, donde aprovecho para investigar, con el objetivo de llegar a París para retomar la escritura de mi tesis doctoral.
Bio Mario Daniel Segovia Villagra
Escritor, poeta, realizador y gestor cultural entrerriano. Con residencia en París, publicó recientemente la novela “Los mandatos de Camilo Fink”. En 2015 publicó “Poemas del principiante”, por la Editorial Árbol Animal (Buenos Aires). En 2016 formó parte de la “Antología Poética Juan L. Ortiz”, de la Editorial Bruma (Mendoza). Desde 2014 administra “El Blog de Villa”, un espacio de difusión literaria, y, desde 2008, colabora en diferentes medios de comunicación y sitios educativos de habla hispana. Entre 2014 y 2018 realizó tres films sobre poetas: “Marta Zamarripa, una poeta en pie (2do Premio del Certamen Miradas 2016); “Miguel Ángel Federik, el poeta descalzo” y “Arnaldo Calveyra, tras sus huellas”.